Capítulo 6

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Con ese ardiente beso, se hizo obvio para los dos. Se deseaban, deseaban aquello y no querían, no podían detenerse. Solo podían dejarse llevar por el placer y disfrutar de las sensaciones que experimentaban sus cuerpos, sin culpa, sin arrepentimientos.

Con sus bocas unidas, Serim hizo que ella retrocediera hasta que quedó atrapada entre la pared y su firme torso. Tomó sus muslos y la alzó fácilmente en sus brazos.

La piel desnuda de Isabella ardió ante el contacto con aquellas manos masculinas.

Se separaron un momento. Agitados, jadeantes, con sus pechos subiendo y bajando rápidamente, necesitados del aire que esperaban hallar en la boca del otro.

Isabella pasó sus manos alrededor del cuello de Serim, enredó sus dedos en el cabello azabache del chico y lo haló suavemente hasta encontrarse con su mirada. Brillante, fogosa.

Juntaron sus labios otra vez en besos exigentes e impetuosos, en busca del placer que deseaban con desesperación.

Serim la condujo al interior de la habitación, la dejó con cuidado sobre la cama y ante la mirada abrasadora de Bella, se quitó la cazadora y la camiseta que estaba usando, dejando descubierta la parte superior de su cuerpo.

Isabella no pudo perder de vista ninguno de sus movimientos. Observó detalladamente las venas que sobresalían de sus fuertes antebrazos, sus marcados bíceps, su torso pálido trabajado y la uve que se perdía en sus pantalones. Tragó en seco y se humedeció los labios. Su mente estaba nublada por el deseo y en ese instante era incapaz de pensar en algo más que no fuese ser poseída por ese hombre.

Con delicadeza, Serim le quitó los zapatos y con la yema de sus dedos hizo un suave recorrido desde la planta de sus pies hasta el borde de su vestido. Comenzó a levantar la ligera tela, lentamente, sin prisas, para apreciar cada pequeño detalle de ese cuerpo divino que tenía debajo.

A medida que iba descubriendo la piel bronceada de Isabella, dejaba besos, lamidas, mordidas. Levantó el vestido por encima de sus senos y por dios, no llevaba sostén. Serim los observó. Eran preciosos, cabían en su mano y buscaban su atención. Pero no se la dio, no aún.

Terminó de quitarle el vestido por encima de la cabeza, donde sostuvo sus brazos, dejándola sin posibilidad de tocarlo. Besó sus labios, su comisura, sus mejillas, cerca de su oreja y mordió su lóbulo suavemente.

—¿Estás segura de esto? —susurró en su oído, con la voz ronca por la excitación, pero no estaba seguro de ser capaz de detenerse en ese punto. Isabella lo volvía loco de una forma desconocida, impensable. Lo hacía sentir vivo, diferente, le hacía olvidarse del resto del mundo. Justo como en ese momento que solo quería sentir su cuerpo hermoso, sudado y palpitante bajo el de él.

Isabella, rendida ya ante ese hombre sentía como el placer la recorría en oleadas, tenía la piel de gallina y todas las sensaciones se proyectaban en el lugar entre sus piernas que exigía ser atendido.

—Dios, quiero esto desde la primera vez que vi —contestó y tomó sus labios impaciente.

Eso fue sufiente. Fue la luz verde para él. Tomó el control de aquel beso, luego bajó hacia su cuello, su clavícula y sus senos. Jugó con ellos entre sus manos, los lamió, los mordió y los succionó mientras su otra mano viajaba por su vientre hasta introducirse entre sus bragas y tocar el punto exacto que llevó a Isabella al borde y la hizo gemir de placer.

Ella se quedó sin aliento, estaba a punto de explotar. No podía aguantar más la deliciosa forma en que ese hombre la estaba torturando. Lo necesitaba en su interior ya.

Ansiosa y necesitada paseó sus manos por el duro pecho de Serim hasta llegar al prominente bulto entre sus piernas. Lo apretó haciéndolo gruñir por el placer contenido.

La chica del ascensor (CRAVITY - PARK SERIM) [Terminada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora