III

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Seguí a Itxsane (nunca habría encontrado el aula yo sola).

-Bien. Aquí es. Pilla un sitio por el medio, son los mejores.

-Em... ¿Tú no te quedas?

Aunque nunca lo reconocería, agradecía tener a alguien mínimamente conocido.

-¡Que va! Yo tengo historia ahora. Pregunta al señor Martín dónde está tu aula siguiente. Nos podemos ver a la hora del almuerzo y me cuentas que tal te ha ido el día, hasta luego Laia.

Sin darme tiempo a agradecerle que me hubiese acompañado, se fue diciendo adiós con la mano. Esta chica era un terremoto.

Entré, y no me lo pude creer. Estaba todo ocupado menos dos sitios en primera fila. Me senté siendo, cómo no, el centro de atención. Oía voces a mi espalda hablando de mi. Una de ellas muy irritante. Me giré, cosa que me sorprendió a mi misma, pues siempre suelo pasar de lo que la gente dice. Observé como una chica de las que había visto a la entrada, con menos cerebro que falda (y ya es decir) me miraba con cara de pocos amigos. Genial. Me giré justo cuando el señor Martín entraba y cerraba la puerta. Al menos parecía que en esta clase iba a estar sola, que alivio.

-Buenos días, bienvenidos todos al nuevo curso. Voy a pasar lista lo primero... Bueno pero ya sabréis que soy Alonso Martín, vuestro profesor de matemáticas.

Empezó a recitar los nombres de la lista. No me quedé con ninguno, excepto el de la chica que me miraba mal, Carlota.

-¿Laia Iglesias?

Levanté la mano tímidamente.

-Bienvenida al centro. ¿Has conocido a alguien ya?

-EH sí, una chica...Itxsane.

Un coro de risitas fue detrás de mi respuesta.

-Silencio chicos por favor... Bien. Si necesitas algo no dudes en decírmelo.

Con una sonrisa prosiguió con su tarea de pasar lista.

-Vaya, parece que el señorito David Martínez va a comenzar este curso en sus trece...

Dijo mirando al pupitre vacío de mi lado.

La clase comenzó. No tuve problema en seguirla, había estudiado en verano y sabía lo que estaba haciendo. A parte, no me costaba en absoluto pillar las cosas. Cuando me quise dar cuenta, el timbre sonó. Me acerqué al señor Martín, y le pregunté por mi aula siguiente. Me indicó muy amablemente que mi clase de Biología se impartía al otro lado del instituto. Dándole las gracias y diciéndole hasta mañana, me dirigí hacia allí.

Aún estaba por el hall cuando sonó el timbre. Mierda. Cuando llegué, la puerta estaba ya cerrada. Bueno, no perdía nada... Llamé, y una mujer bajita y sonriente me abrió.

-Usted debe ser la señorita Iglesias. Bienvenida, aunque espero que llegar tarde no se convierta en costumbre. Bueno, siente se, ahí tiene un sitio junto al señorito David Martínez.

¿De qué me sonaba el nombre? Ah, ya.

Me senté y miré al frente. Sin embargo, la curiosidad me podía. Quería ver el aspecto de el chico que se permitía el lujo de no venir a clase desde el primer día. Giré mi cabeza disimuladamente. Ojalá no lo hubiese hecho.

Recuerdos de lo que fue y pudo no ser.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora