Samanta
Han pasado 4 días de la última vez que vi a Daina y no he vuelto a saber nada más de ella, y eso me frustra, y mucho. No entiendo el comentario que hizo cuando ella es la primera que sabe que no me gusta nada que mi padre sea el Rey, y mucho menos me gusta ser su hija y depender económicamente de él.
Porque sí, dependo de él, ya que no me deja ni estudiar para sacarme una carrera y vivir por mi cuenta. Según él lo que tengo que hacer es casarme con alguien millonario, depender de él y darle nietos, ya está. Se cree que las mujeres solo servimos para eso, limpiar, tener hijos y mantener al marido contento ¿A cambio de qué? ¿De dinero? Muchas gracias, pero ya me lo gano yo.
Después de estar pensando por un largo tiempo, salgo de mi casa y me dirijo muy segura a la pequeña cafetería del pequeño pueblo de al lado en el cual trabaja Daina. Debía hablar con ella, y las ganas de tenerla cerca me estaban carcomiendo por dentro.
Al llegar, todos se quedaron mirándome, y si os preguntáis ¿por qué?, es porque soy la "princesa". Recorrí la mirada por la estancia y mis ojos chocaron con ella. Está atendiendo una mesa de 4 chicos que parece que tienen pensado comer bastantes cosas, ya que no deja de apuntar en la pequeña libreta que tiene entre sus dedos.
Esos dedos que tanto he echado de menos, subo la mirada y observo que les dedica una sonrisa y yo siento que me derrito por dentro, ya no sé ni donde estoy.
Cuando me doy cuenta, su mirada y la mía están conectadas en la poca distancia que nos separa, y para mi disgusto, segundos después se va a toda prisa y yo no tardo ni un segundo en ir tras ella.
Llegamos a la cocina y consigo traerla hacia mí por su brazo, cuando ella se gira puedo ver las marcas oscuras debajo de sus ojos que por mucho maquillaje que se halla puesto no han podido tapar.
-¿Qué ha pasado?- Sentencio preocupada.
- ¿Qué haces aquí?
- No me respondas una pregunta con otra pregunta Daina. Quiero que me digas que te ha pasado, porque me trataste así la otra mañana en mi habitación y porque no he sabido nada tuyo después de eso-.
- ¡Daina! ¡¿De quién es esa voz?! ¡¿Se puede saber que estás haciendo?!, ¡Ya sabes que no puedes dejar entrar a nadie en la cocina! - se escucha a su jefe desde lo lejos y seguido de esto, unos pasos que se acercan. Su jefe llega donde estamos nosotras y me ve a mí, se queda muy sorprendido. - ¿Qué hace usted aquí señorita Samanta? - Odio cuando me llaman así. - ¿Le esta molestando esta empleada de aquí?-.
- Puedes llamarme Samanta, y no, no me está molestando en absoluto-.
- Lo siento señor, solo estaba hablando con ella y no me he dado cuenta de que hemos entrado en la cocina.- Habló ella en un tono bajo.
- Hablando de eso, ¿por qué no le das el día libre a Daina y así puedo hablar con ella tranquilamente?-.
- He... Si la princesa es lo que desea, adelante.- Me dijo dirigiéndose a mí - me quedaré yo atendiendo a la gente del pueblo.- Esto ya se lo dijo a Daina y con un tono más superior.
- Vale... pues adiós, nos vamos.-
Y seguido de esto Daina fue a por sus cosas y nos fuimos a un restaurante que está a la vuelta de la esquina.
Al llegar nos sentemos en una mesa retirada de las demás y con vistas al exterior. Pude notar lo tensa que esta a mi lado, no lo entiendo. ¿Qué le he hecho?
En un silencio bastante incómodo, llega el camarero y pedimos lo que nos apetece comer. Yo elijo pasta con nata y una ensalada, no tengo mucha hambre. Y como lo supongo, Daina le pide al camarero su plato favorito, ensalada de pasta con marisco, muy típico de ella. Los platos ya llegan y todavía no hemos hablado. Esto es demasiado incómodo para mí, no aguanto esta presión.
Acabo mi comida, y observo como ella disfruta de la suya, y cuando yo lo vi oportuno, le dije que me iba a poner a trabajar donde fuera, que me daba igual donde, que iba a dejar de depender de mi padre. Y su cara de shock no me sorprendió, pero me asusto, casi se atraganta con un trozo de pasta.
- ¿Estás bien?
- He... Si sí.- Pero se puso muy seria y me dijo.- ¿Pero de qué vas a trabajar? Nadie te querrá en su trabajo, y no es por ofender, es porque eres de la realeza y tu padre jamás te dejará trabajar. O soy yo que no sé ya ni quien eres.
- ¿Qué dices Daina? Si sabes quien soy, o al menos yo sé quien eres. Eres la persona que quiero a mi lado para toda la vida...
- ¿Segura? Porque me parece que con el chico que has quedado para cenar no opina lo mismo.
- Eso es una cena que me ha puesto mi padre para que lo conozca, pero no me casaré con él, no quiero estar con él, quiero estar contigo ¿o es que no lo entiendes?
- Parece ser que no, tengo en la cabeza demasiadas cosas, lo siento.
- ¿Qué pasa? - Le dije cogiéndola de la mano para que se sintiera más segura.
- Mi madre está enferma y no puedo pagarle el tratamiento, ni los medicamentos...
- ¿Y por eso me dijiste eso el otro día?
- Si, lo siento.-
- Vale, no te preocupes, pagaremos los medicamentos, entre tu sueldo y cuando tenga yo el mío algo haremos, ¿Te parece bien?
- Pero tu padre se enfadará, te tendrá en el castillo todo el día, no te dejará salir. No nos podremos ver, yo me deprimiré y mi madre empeorará.-
Yo a su madre le tengo un aprecio especial, es como la familia que nunca he tenido. No me gustaría perderla.
- Vamos a hacer una cosa, damos una vuelta buscando si alguien necesita alguna dependienta, vamos al castillo y descansamos.
- Vale.
Y eso hicimos, lleguemos a casa agotadas, y después de esto, nos metimos en la cama en un abrir y cerrar de ojos.

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Amor prohibido
Short StorySamanta y Daina, es una pareja de chicas que se quieren locamente, pero en la época en la que viven, las familias que tienen, las religiones que tienen, no les dejan ser libres. Nos adentramos en su historia, ¿tenéis ganas? Todos los derechos reserv...