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Daina

Abro los ojos y estiro mi brazo para alcanzar el cuerpo de Samanta, pero no hay nada, no lo encuentro. Ya en un punto de frustración, levanto mi mirada para buscarla, y la encuentro en el otro lado de la habitación con el portátil en su regazo. Se le ve muy concentrada en su tarea ¿Qué estará haciendo?

Me muevo, intento hacer ruido para que se dé cuenta de que estoy despierta, pero nada, como si le hubieran taponado las orejas. ¿Qué hora es? Me acerco a la mesita de noche a mirar la hora, las 7:05 am. ¿Qué hace a esta hora despierta?

Me pongo de pie, al lado de la cama, pero no hay reacción. ¿Qué le pasa? ¿Está jugando conmigo?, me voy acercando hacia ella con paso lento e inseguro, pero todavía nada.

- ¿Samanta?

-Oh. Hola, Daina, ¿Te he despertado? Lo siento-. ME dice mientras yo me acurruco a su lado y ella me da un pequeño beso en la cabeza.

-No, no me has despertado, he sido yo solita.

-Tu sola... ¿A si? Que grande que esta mi niña, ya que no hace falta que le acompañe a que haga sus necesidades al lavabo.

- JA JA JA - Río de forma sarcástica - Muy graciosa. Pero no, no me has despertado. ¿Qué haces con el ordenador a las siete de la mañana?

-Buscar trabajo ¿No te lo dije?

-Si, si me lo dijiste, pero no pensé que lo harías tan rápido.

-Pues si diosa, venga va, a la ducha.

Me llevó a la ducha entre risas y cosquillas, encendió el grifo de agua y dejó que la bañera se llenara mientras me quita cada prenda que tenía encima de mi piel con cuidado, con leves caricias y besos por todo el cuerpo. Yo, solamente, me relajo y lo disfruto.

Me metí a la bañera, el agua está calentita, y cuando Samanta entra, la bañera se desborda, pero no le doy importancia y me río. Dejo que me vaya pasando la esponja por el cuerpo con el jabón que usa ella, olor a coco.

Y... Bueno, los detalles me los guardo para mí, pero en resumen, una mañana de 10. 


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Samanta

Al salir de la segunda entrevista de trabajo, noto como mi teléfono vibra por encima de la tela de mi pantalón. Lo cojo y veo que es mi padre, no tendré otra que contestarle.

- Hola hija, en 30 minutos en mi despacho.

Y me cuelga.

¿Y si no voy?

¿Y si no quiero ir?

¿Y si no me apetece verle la cara?

¿Ni escuchar lo que me tenga que decir?

Os preguntaréis ¿Qué vas a hacer? Pues aguantarme e ir a verle, por favor, tirarme de un puente, lo más alto posible.

Llegue a su despacho, y mientras entro, intento saber de quién es el deportivo que hay en la entrada. No me suena, no tengo ni idea de quien es, no lo he visto nunca, y no sé por qué me da mala espina.

Abro la puerta y me choca un fuerte olor a whisky que me echa para atrás. Cuando me acostumbro al olor, doy un paso adelanto en la sala y veo a mi padre un poco ebrio, y en frente de su escritorio, un hombre joven, bastante guapo la verdad y con un oufit muy caro a simple vista.

Intento adivinar de que va la cosa, y en mi cabeza dos neuronas chocan y me acuerdo que mi padre me quería presentar a un hombre para que me casara con él. ¿Y si es él? Bueno, lo afrontaré con orgullo y dignidad. Carraspeo y entonces se dan cuenta de que estoy en la sala.

-Hola Samanta, ya pensaba que no venías. Mira, te presento a Marcus, tu prometido y próximo marido.

- Hola preciosa-Me dice levantándose de su silla, e intimidándome con su altura, me extiende su mano para saludarme cordialmente.

Yo acepto su mano con un cierto miedo que me recorre por el cuerpo. No me puedo creer que mi padre lo dijese en serio. Me va a casar con alguien que yo ni conozco, ni quiero conocerlo.

- Pues bueno, os he reservado una mesa para dos en un restaurante super caro. Ale, a disfrutar.

- Espera, espera ¿en qué momento yo he aceptado a ir con Marcus? Sin ofender, claro -aclaro mirando a Marcus.

- En ningún momento, pero yo te digo que vayas, y vas a ir y punto.

- Muy bonito papá, pero que sepas que yo no voy a ningún sitio, ya tengo plan.

- Pues lo suspendes, ya ves tú que problema.

-No.

-¿No, que?

- No pienso cancelar unos planes que ya tenía reservados porque tú me lo digas media hora antes. Estoy harta de hacer siempre lo que tú digas, lo que tú quieras, como tú lo desees. No más. Aquí se acaba el que tú me mandes, ya tengo una edad.

- ¿Y por qué no quedamos tú y yo un día que no tengas plan? - Intervino Marcus - Si te parece bien claro...

- Mañana a las 15:00 h en la cafetería de la plaza. Adiós.

Salgo del despacho y me voy a ver a Daina, no quiero que se vuelva a enfadar y se lo voy a explicar.

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora