Adopción

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Me llamo Jake. O ese es el nombre que me dieron mis dueños humanos. Yo nací en verano, no se qué día ni qué mes, porque nosotros no nos fijamos en ese tipo de cosas, sino solo en que estamos vivos y en que tenemos que seguir estándolo el mayor tiempo posible. Cuando cumplí 30 días de vida, a mi y a mis hermanos nos separaron de nuestra madre. Fue doloroso, sobre todo al principio, porque, aunque no queríamos admitirlo, todos sabíamos que no volveríamos a verla y que no podíamos hacer nada por evitarlo. 

Mis hermanos y yo pasamos unos días en una caja con agujeros, comida y agua. Era muy agobiante, quizás el momento de mas agobio de mi vida. Durante esos días, nos llevaron de acá para allá, cada vez más lejos de nuestra madre y de nuestro hogar. Pasados un tiempo, por fin abrieron la caja. Pero quizás el remedio fue peor que la enfermedad: nos llevaron al veterinario (siempre odiaré ese sitio), para que nos hiciesen todo tipo de pruebas: nos tomaban la temperatura cada dos por tres, nos pinchaban, nos pesaban... En fin, nada agradable, y luego nos metían siempre en el mismo sitio, una caja con una puerta que tenía agujeros y tres paredes a través de las que veíamos humanos todos los días, muchos humanos.

Nunca podré olvidar el día en el que unos humanos se pararon delante de esa pared transparente, me señalaron, hablaron con otro humano y me sacaron de esa horrorosa caja, en la que no podíamos jugar por falta de espacio, por lo que nos pasábamos horas y horas durmiendo, muy aburridos. 

Tras sacarme de la caja y del sitio en el que estaba la caja, me llevaron en brazos a un sitio pequeño, que se movía demasiado, por lo que me maree y vomité. Los humanos, que eran dos niños, una hembra llamada Paula y un macho llamado Mario y dos adultos, otra hembra (Julia) y otro macho (Miguel) se enfadaron, no paraban de gritar, y eso me hacía daño en los oídos. Pararon ese cacharro infernal, me pegaron en el culo y limpiaron mi vómito. Por desgracia para mí, tuve que volver a subir a eso que ellos llamaron "coche" y volvimos a movernos, un ratito más. Cuando por fin llegamos a su casa, yo me encontraba fatal. Los niños me dejaron con cuidado en mi preciosa y mullida camita, me pusieron auga y comida y dejaron cerrada la puerta, para que no me escapase.

Durante la noche, lloré y lloré. Lloraba por mi madre, porque me separaron de ella. Lloraba también por mis hermanos, porque seguramente no volviese a verles. Lloraba porque me sentía solo.

No me dejes soloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora