01 | Svartungr

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13 de abril del 85 d. S.

Edificio secundario de Valhalla Corp. (Sector 3)

Su humor era... cuestionable. Normalmente ya lo era, pero en aquel momento... Oh, no era cuestionable, era claro que estaba de un terrible mal humor. ¡Esos malditos humanos! De todos los vampiros de mierda a los que podían ir a joder le escogían a él. ¡A él! ¡Que había votado a favor de dejarles la libertad para creer que se gestionaban ellos mismos! De acuerdo, era porque los humanos en cautividad no sabían igual... Pero fuera cual fuera la razón, no era de los que querían tratarles como ganado. ¡Si incluso tenía sirvientes humanos! Algunos en los que confiaba más que en nadie...

Pero, así habían sido las cosas...

Y lo peor. Los de seguridad no se habían enterado de una mierda. Si no llega a aparecer por allí y haber percibido los pensamientos de esos tristes infiltrados por las alcantarillas... ¡Las alcantarillas! El edificio secundario habría quedado destruido, los humanos se creerían algo y él sería el hazmerreír del resto de inmortales.

Sus ojos de color azul intenso se quedaron observando a esa rata. Le habían mantenido encerrado y drogado durante días, esperando su turno, como el resto de sus compañeros, para ser interrogados antes de ir ante la justicia. En aquel momento, entrecerró los ojos para contemplar a ese humano pelirrojo pecoso, desnudo de cintura para arriba y atado a una silla en el centro de la sala, y escuchar dentro de su cabeza.

Él mismo se había ofrecido a hacer los interrogatorios porque ese ataque se lo tomaba como algo personal y porque, con su habilidad para leer mentes—algo no muy extendido entre los inmortales, aunque los mitos decían lo contrario—acabarían antes. Y quería verlos, a todos.

Y sin embargo aquel en particular parecía... Distinto. En su cabeza había más silencio para él que con el resto, lo cual solo ocurría con su hacedor, su hermano o vampiros realmente poderosos.

Tal vez eso le llevara a fruncir el ceño. Una y otra vez. Se puso en pie y caminó por el lugar, pensativo. Contempló como el humano se relamía los labios, debía sentirlos muy secos, estaban visiblemente deshidratados, una pena, con lo carnosos que eran en buen estado debían ser muy apetitosos... Si no fuera una rata sedienta.

— Agua. Por favor... — Suplicó el mortal al escuchar los pasos de Svargntur cruzar la sala. Pudo sentir cómo detestaba tener que pedir aquello, tener que suplicar a uno de los suyos, un vampiro... ¡Una rata terrorista y con orgullo!

—Has intentado matarme... ¿Por qué debería preocuparme a mí que tengas sed? —Preguntó mientras se cruzaba de piernas.

Se había sentado en un asiento de mármol negro al final de un pasillo creado por una alfombra en una sala prácticamente vacía. Tan solo había esas decoraciones, algunos candelabros y muchos reflejos por las superficies impolutas del mármol en suelo y paredes. Era un poco teatral, pero... ¿Qué era la vida sin esos caprichos?

Los ojos del inmortal brillaron por encima de la oscuridad en cuanto hizo la intención de observar al humano con detenimiento. No necesitaba más luz para poder observarle, pero esos destellos en sus ojos delataban que no era humano. Aunque pudiera ser fácilmente deducible.

— Así que la cabeza pensante... ¿He atrapado el jefecillo pues? —Dijo el inmortal cuando pudo percibir ese pensamiento de esa rata.

—No soy jefe de nada —le aclaró el humano entonces, frunciendo el ceño bajo aquella venda negra que todavía la cubría los ojos. No podía ver nada, pero la sola voz de aquel hombre que le hablaba ya resultaba imponente y estremecedora. Y quizá alguna otra cosa más... pero eso debía ser culpa de las malditas drogas.

Ciudad de Cristal CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora