Capítulo 4

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Sueño con cómo suena mi nombre escurriéndose entre los labios del alemán, nunca antes lo había escuchado pronunciarlo a pesar de todos estos años.

La ducha esta mañana se encuentra más concurrida de lo habitual. Espero mi turno en silencio mientras observo el techo, podría aprovechar estos minutos para revisar mis redes sociales, pero prefiero dejar el celular en la habitación antes de exponerlo a que se moje o sea robado. No sería la primera estudiante que le pasa, ni la última.

Dakota, aparece por los pasillos y camina junto a la fila entrando en el baño, ninguna chica se anima a hablar, ni yo, a pesar de haberla vencido prefiero mantener mi bajo perfil.

Entro al baño, recojo mi cabello en un moño alto para no mojarlo, el agua fría de la ducha roza mi cuerpo, mientras lavó mi cuervo veo movimientos algo inusuales, soy la única aquí, todas las chicas han salido apresuradas al mismo tiempo.

Giro para lograr tener una mejor vista del lugar, mi sexto sentido grita con que encontraré a Dakota, ansiosa por una revancha, quizás junto a algunas chicas para ganar ventaja, espero que sean más de diez, si no sus intentos serán nulos.

Trago en seco, mi sexto sentido no ha aceptado del todo en su predicción.

A unos metros de mí, sentado en uno de los bancos que se encuentran dentro del baño hay una persona, pero no es Dakota.

—Buenos días —saluda, Ander Salazar, el más joven y secretario del consejo estudiantil.

—¿A qué se debe tu presencia? —respondo sin detener mi aseo.

—Alex ayer intento hablar contigo, y por lo que nos contó no tuvo mucho éxito, por lo que he venido a intentarlo en su lugar —confiesa risueño, mientras rasca su nuca.

Algo en Ander me desconcierta, no sé si es el hecho de desconocer todo sobre él, o que no allá bajado la mirada de mis ojos a pesar de permanecer sin ropa.

—Si estás aquí por eso puedes irte, perderás tu tiempo, no lograras mucho más que tu amigo, mi negación —puedo ver en su mirada como repite la oración en su mente y analiza cada palabra.

—¿Por qué nos odia? —me toma desprevenida, incluso me saca una ligera y casi invisible sonrisa.

—No los odió —Camino fuera de la lucha dejando un rastro de agua a cada paso que doy más cerca de mi acompañante.

Este se aparta del su asiento en el banco de donde no se ha movido en toda la plática, con una toalla blanca en sus manos, elevó mis brazos y el chico con mucho cuidado de no rozar más de lo necesario envuelve el pedazo de tela sobre mi tronco.

—Ya te vas, no hemos terminado de hablar, creo que estás siendo mal educada —protesta cuando ve que camino hasta la puerta.

—Esta conversación ya ha terminado —son mis únicas palabras antes de desaparecer por la puerta.

•••

—Buenos días, Ophelia, ¿Orestes está? —hablo con la secretaria, fuera de la oficina de mi padre.

—Buenos días, el director ha salido, si quieres dejarle algún recado me lo puedes decir y le haré saber cuándo regrese —dice, dejando su trabajo a un lado para atenderme.

Niego con la cabeza alejándome del lugar, venía a plantarle cara a Berlusconi, hacerle saber que tan descontenta me encuentro con su decisión de poner niñeras atrás de mi culo las veinticuatro horas del día, no pienso aceptarlo, ni siquiera me puedo duchar en paz. Con un poco de suerte lo apuñalaría con uno de los bolígrafos que tiene sobre su escritorio terminando con su vida y mi pesadilla de una vez por toda, pero el maldito mal nacido tenía que haber salido justo hoy.

Academia de asesinos: Black SwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora