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*Una semana después de los sucesos de Forest Hills*

Tras unos días la noticia de la mujer de Forest Hills cayó un poco en el olvido y parecía que AstraZeneca empezaba a recuperar la confianza perdida. Además, la situación con el covid no estaba como para permitirse un parón en el calendario de vacunación.

El transcurrir de esta última semana fue aburrida y monótona, así que cuando acabó yo ya estaba deseando volver a mi casa como todos los fines de semana. 

Cogí el tren en la estación de Sami y en menos de una hora ya había llegado a mi ciudad natal.

- Que tal te ha ido la semana Pete?- me preguntó mi tía mientras subía la maleta a mi cuarto.

- Bien, no hay mucho que contar.

- Y como está Harry?  Que pena me da su padre, si no fuese por él seguiríamos sin vacuna y aún así le caen críticas por todos los lados.

- A él solamente le da pena su bolsillo.

- Pues a mi no me cabe duda de que Tony es un buen hombre. Gracias a él a partir de mañana podré andar más tranquila por la calle, justo hoy me dieron cita para vacunarme.

*Dos meses después de los sucesos de Forest Hills*

Ese maquinista es un zombie, y  está muerto, pero no cabe duda de que lo es. Quizás estaba vacunado y contrajo el virus. No sé cuanto tarda en hacer efecto pero  está claro que pasó mientras conducía.

Empecé a entrar en pánico y ahora el dolor se sustituía por el miedo. 

Antes de salir del vagón no había rastro de mi mochila, aunque de todas formas no tenía nada muy útil. Ahora mismo lo único que llevo encima es mi móvil (por suerte mi bolsillo tiene cremallera y no salió volando) y el cargador (que de poco me va a servir porque estoy en pleno monte).

Afortunadamente mi móvil está vivo. 

Desafortunadamente todas las líneas o redes sociales están colapsadas.  

Para ponernos en situación:

Dos semanas después de la noticia de Liz Allen comenzaron a llegar más noticias negativas desde Estados Unidos. El gobierno tenía la prensa completamente censurada en cuanto a ese tema y las conclusiones que se sacaban con la poca información que salía del país eran que probablemente cuando la vacuna y el virus entraban en contacto, sin importar el orden, en vez de desaparecer mutaba. 

Los vacunados que contraían el virus en vez de mejorar empeoraban, y lo mismo pasaba con las personas que tras haber pasado el virus se vacunaban. 

En conclusión, lejos de combatir la enfermedad, la vacuna de AstraZeneca parecía potenciarla.

Como es obvio, se volvió a parar la vacunación completamente, por lo que desde el caso Allan solamente se estuvo vacunando a la gente un total de 7 días.

Otra semana después Estados Unidos entra en cuarentena absoluta y estado de sitio; no solamente nadie puede salir del país, sino que nada a secas puede hacerlo. Se quedaron completamente aislados.

Como es lógico el resto de países empezaron a entrar en pánico. Nadie sabía nada de lo que estaba pasando ahí y Estados Unidos no tenía ningún reparo en usar la violencia para que esa situación de alto secretismo se mantuviese así. 

En los siguientes días lo único que se sabía a ciencia cierta era que las personas que empeoraban se ponían en cuarentena bajo la mano del ejército.

Pasado ya un mes del caso de Allan, Estados Unidos da por fin la cara y propone un tratado internacional: El tratado de Forest Hills, por el cual todos aquellos que estuviesen vacunados estaban obligados a ponerse en cuarentena preventiva evitando cualquier tipo de contacto. 

La mayoría de países comenzaron a poner esto en marcha, pero el descontento de la población era insostenible. No daban ningún tipo de información pública y todo aquel vacunado que no se encontrase bajo custodia de los hospitales militares era llevado a la fuerza.

Por desgracia mi tía, junto a muchos otros, tuvo que obedecer, y durante el último mes solamente tuvimos contacto telefónico.

Pasados ya casi dos meses empezó a reinar el caos en Estados Unidos. En los hospitales médicos y enfermeros (quienes por el mismo tratado no podían volver a sus casas) contraían este nuevo virus mutado. 

En Liz Allan, la paciente 0, se había empezado a desarrollarse la pandemia más grave y mortal que jamás había visto el ser humano. 

Era imposible contener la situación y los infectados comenzaron a salir de los hospitales. 

En cuestión de días todo el país se enfrentaba a una horda de personas (si es que así se les podía definir) que actuaban como depredadores. 

La relación simbiótica del Sars-cov-2 con lo que debería haber sido una vacuna que lo matase hizo que todos sus huéspedes quedasen reducidos a seres cuyas únicas funciones vitales eran correr y morder.

Si eses seres te muerden, eres uno de ellos. Si estás vacunado y te infectas con covid, eres uno de ellos.

Y no puedo aceptar la idea de que por una razón u otra mi tía sea uno de ellos. Es por eso que cogí este tren, pero puede que sea demasiado tarde: Estados Unidos ya no es el único país que se enfrenta a esta horda.

- Ayudaaaaa!!!!- escucho mientras sigo perplejo ante el vagón del maquinista.

- AYUDAAAA!!!!- Esta vez reconozco esa voz. 

Gwen?!





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