Capítulo 3

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Los olores hogareños se me hacían más repugnantes con los días, ya estar en la cocina era un castigo para mí

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Los olores hogareños se me hacían más repugnantes con los días, ya estar en la cocina era un castigo para mí. Mi graduación había pasado ya hace dos meses. Pensé que estaría contenta pero resultó ser lo contrario, extrañaba estar afuera porque así, no toleraría este calvario.

¡Otra vez! ¡Otra vez no pagaste los servicios! ¡Sabes que me molesta no pagarlos a tiempo!—mi madre le enseña una factura a mi papá con mucha furia.

Mientras corto algunos vegetales desde la cocina puedo ver y lamentablemente escuchar como comienza una de tantas de sus discusiones diarias.

Cariño, es sólo una factura—la despreocupación de mi papá en el sofá saca de sus casillas a mi madre.

Mi padre es un mecánico muy conocido en el pueblo de Kiama, con un nuevo taller en proceso de apertura de venta de repuestos muchos de nuestros vecinos lo contactan y algunos talleres de autos. Un hombre muy trabajador y humilde ha ganado una buena cantidad de dinero para mantener nuestra casa y a nosotras, pero de responsabilidades no sabe nada. A la hora de arreglar cuentas, nunca pasa por su cabeza pagar servicios y eso molesta a mi madre mucho. Bastante, mejor dicho.

¡No! ¡Estoy cansada de esta actitud!—observo como mi madre le tira la factura a la cara y comienza a caminar alrededor de la sala con sus manos a la cintura.

¡Yo trabajo Lilly! ¡¿Qué más quieres?!—mi papá se levanta del sofá y comienza a agitar las manos con fastidio.

Mis ojos bajan a los vegetales. ¿Por qué tuvieron que hacer una cocina que conectara con la sala? ¿No puedo al menos cocinar en paz?

Sólo corta, sigue cortando...

Las preguntas de mal gusto por parte de ambos se transforman en nuevos insultos... un día pueden estar felices de la vida al otro día no parecen una pareja de casi treinta años de matrimonio.

Estas discusiones interminables de mis padres fue el origen de mi fuga a Sídney.

El pueblo de Kiama, mi lugar de nacimiento, donde la palabra tranquilidad representa este lugar costero se volvió un infierno y una asfixia cada vez que pasaban los meses. Necesitaba un respiro, un sitio donde pudiera tener la paz que merecía y Sídney, sentía que podría ser la independencia y liberación de años y años de escándalos, gritos y peleas que no me pertenecían y que parecían eternas.

En definitiva, cada vez que comenzaban una discusión y estaba presente ansiaba salir huyendo. Ese día llegó, una noche, viendo a mi madre dormir en su cuarto y mi papá en el sofá de la sala, me transporté a los siguientes meses y años estando en el medio de esto. La necesidad de otro estilo de vida se transformó en un pasaje de bus para las diez de la noche.

Ahora resulta gracioso, mirar desde mi ventana del bus con todas mis pertenencias en el puesto de al lado, la ciudad que me otorgó una oportunidad de ver las cosas diferentes, fuera de lo que solamente pensaba que era Kiama. El lugar que llamé hogar, se fue derrumbando mientras hacíamos camino en la carretera. Decirle adiós a Sídney no era más que cuatro horas de rodar. El bus me dejaba en una estación no menos de cuatro cuadras de mi casa, bueno, mi antigua casa.

OLD ME ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora