Ante la confrontación con papá, decidí llevar la fiesta en paz y acompañar a mamá al mercado. Quiero evitar, por los momentos, tener que escupir todo y sincerarme con ellos. Mientras los mantenga contentos aceptando sus gestos de amabilidad no me presionarán para saber acerca de mi venida a Kiama.
Mamá estaciona el auto en unas aceras más atrás, antes del comienzo de puestos de comida. No había estado en esta especie de concentración desde que me fui de aquí. El calor es insoportable y mis ojos están de acuerdo conmigo cuando la luz del sol cae sobre ellos. Gracias al cielo antes de salir tomé una camisa de tirantes, unos pantalones holgados, que dejaran a mis muslos respirar y me amarré una pañoleta en la cabeza para evitar que la brisa hiciera que mi cabello molestara.
Siento una línea de sudor bajando por mi espalda y comienzo a pensar que esto es un asco. Este calor infernal es un asco.
Camino al lado de mamá y nos acercamos a la multitud de personas en las avenidas y a cada lado un millón de puestos con frutas, verduras y mucha comida. El ruido de las personas me hace recordar como odiaba el restaurante donde trabajé hasta el día de ayer. Una terrible jaqueca comienza a aparecer.
Diablos.
Mi madre no se percata de mí incomodidad, simplemente camina y con mucha atención observa todos los puestos. Imagino que, buscando las cosas que necesita comprar.
Nos detenemos en un puesto de frutas, mi mamá saluda a la dueña detrás del mostrador improvisado que tiene. Parece que se conocen ya que comienzan a hablar y hablar. Me apoyo de uno de mis zapatos y vuelco mi vista hacia otro lado con una mueca.
Todavía no se me olvida como no me mencionaron a ese amigo, conocido o lo que sea que es de mis padres. No porque quiero que sepa de mí. No. Sino que me borraron de su historia. Me tomaron como inexistente. Sin embargo, procuro no sacar a relucir eso en mi boca, ni en las facciones de mi cara.
—Ella es Bethany...—escuchar mi nombre hace que me voltee a ver a la mujer del puesto con su boca en forma de "o" y su dedo índice señalándome—¡Que grande está, Lilly!
Mamá me mira risueña y afirma el comentario de la señora.
—Lo sé, crecen muy rápido.
—¿Cómo estás, cariño?—La mujer se dirige a mí, impresionada, mirándome de arriba abajo, pero no le respondo.
Parece que ella si sabe de mí. Solamente le muestro una sonrisa y me volteo a ver otra cosa. Sé que soy descortés, pero el sudor que ahora siento en la parte baja de mi espalda y al comienzo de mi frente, la molestia que tengo indirectamente con mis padres y todo lo demás que traigo desde Sídney, hacen que me comporte así.
Logro oír como mamá se despide y segundos más tarde aparece con un par de bolsas en sus manos. Las observo y luego, seguimos caminando.
No hablo y procuro no verla, sólo la sigo con los brazos cruzados y un ligero dolor de cabeza.
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OLD ME ©
Teen FictionNo conoces verdaderamente acerca del amor hasta que te rompen el corazón. -Luke Davies.