Capítulo 20

24 6 2
                                    

En el centro comercial las cosas iban viento en popa, bueno, salvo por la pequeña discusión que tenían la peli negra y su acompañante.

- Déjame verte... - Diamante gritaba desde fuera del vestidor. Le había sugerido un vestido rojo a la chica y quería vérselo puesto. Ella se negaba a salir.

- No estoy segura. - Se miraba al espejo en diferentes posiciones.

- ¡Anda! - Estaba sentado en una pequeña sala de espera. Moría de ganas por verla montada en ese vestido. Desde que lo había visto en el aparador, supo que era para ella.

- No. Tendrás que esperar hasta la fiesta. - Seguía observándose. La verdad es que debía aceptar que su compañero tenía muy buen gusto. El vestido le quedaba como guante, le asentaba la figura y se veía muy elegante. 

Mientras comenzaba a quitárselo, recordó el último evento al que había asistido con Dárien. Se inundó de nostalgia.
Esa noche anunciaron  el asenso de su amado. Fue un evento fabuloso, todo era felicidad y dicha en ese entonces, pero ahora todo era distinto. -  ¿Qué sería de Dárien? - Ya habían pasado más de cuatro meses desde su supuesta muerte, -  ¿Aún la extrañaría? porque ella... - No supo que responder a su propia pregunta.

Ese día, en ese instaste, ahí parada frente al espejo, después de mucho tiempo, no pudo responder. Lo increíble era que apenas hace unos cuantos días juraba que Dárien era el amor de su vida y jamás lo olvidaría.

- ¿Estás bien? - tocó a la puerta preocupado. Hacía rato que no escuchaba nada dentro del vestidor.

El ruido de la puerta la sacó brutalmente de sus pensamientos.

- Sí, ya voy. - se apresuró a cambiarse.

Salió con el vestido en mano. Diamante pudo ver que se veía un poco pálida, como si hubiera visto un fantasma. La siguió hasta la caja para pagar el vestido.

- ¿Segura que estás bien? - Sacó su tarjeta de crédito y se la entregó a la dependienta del lugar.

Volteó a verlo y le dedicó una media sonrisa. - Sí.

- Aquí tiene. - la empleada le entregó una enorme caja en la que había colocado vestido. - Su esposa se verá hermosa - dijo sonriente al peliplateado.

- Gracias. Aunque ella ya lo es. - le devolvió la sonrisa y volteó a ver a su acompañante. Por alguna razón sus mejillas se habían tornado de un tono rosa. - Vayamos a comer... - tomó la caja en la que estaba el vestido y se dirigió hasta la salida.

Star se quedó parada un segundo, mientras lo veía salir. Ahí lo supo, ¡Él era el motivo por el que ya no se sentía igual!.
Su corazón comenzó a palpitar rápido y sus entrañas se contrajeron. Estaba helada por el descubrimiento.

- ¿No piensas venir? - Al darse cuenta que no lo seguía, entró nuevamente la tienda. La miró parada justo dónde la había dejado.

- Sí. Ya voy... - parpadeó un par de veces y trató de controlar su respiración,  luego fue hasta él.

Su repentino descubrimiento la tenía un poco en Shock. Sin embargo, al salir de la tienda, no dudó en tomar la mano de Black.

Él sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral, al sentir el contacto de su mano junto a la de ella. Se sintió feliz.

Ella era otra historia. Quería desmembrar la situación. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué?. No sabía cómo y tampoco cuándo, pero si sabía porqué. Diamante Black era un hombre guapísimo, por demás atractivo, inteligente, fuerte, amable, caballeroso. Tenía una sin fin de cualidades, pero más allá de eso, era él, el que había movido cielo, mar y tierra para encontrarla. No es que Dárien no lo hubiera hecho, pero sólo él había logrado dar con su paradero. Un hombre sin conocimientos tácticos, sin preparación militar, sin medallas colgadas al pecho y sin equipo que lo respaldara, la había encontrado; y no sólo eso, la había rescatado y en su intento había salido herido. Ahora veía que Diamante sin siquiera quererlo se había convertido en una persona sumamente importante en su vida.

CautivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora