Jimin ama a Jungkook. Jimin es ignorado a pesar de vivir juntos. No comprende el porqué de la indiferencia. ¿Por qué no puede salir de casa? ¿Por qué no puede tocarlo? ¿Por qué sus palabras no son escuchadas? ¿Por qué no recuerda nada?
¿Prevalecerá...
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Estoy desesperado dando vueltas por la casa, me abrumó tanto la sensación de oscuridad que comenzó a esparcirse por mi cuerpo cual nube oscura, que salí corriendo del sótano.
¿Qué está pasando conmigo? ¿Por qué me consume esta sensación tan ambivalente? Hay una lucha interna entre las ganas de amarte y las de devolverte con creces todo ese suplicio que mi cerebro no logra recordar, pero atormenta mi cuerpo. Cada recuerdo feliz a tu lado se comienza a superponer con la verdad de la que acabo de ser testigo.
Escucho la puerta abrirse y te veo entrar como si nada, vistiendo tu pulcro y ordenado traje, luces agotado, pero eso no hace desaparecer el aura elegante y hermosa que te rodea. Reafirmar que tu vida sigue como si nada mientras ocultas tu pecado, tan cerca de ti, hace un sabor amargo impregnar mi boca y una extraña y más profunda oscuridad recorrerme.
—Hola, Jungkookie. Bienvenido a casa. —Me pongo de pie frente a ti, solo para ser magistralmente ignorado—. ¿Puedes verme, o solo te haces el ciego para lo que no deseas ver?
Que pases de mí se convierte en el detonante para que mi ira se salga totalmente de control. Subí las escaleras tras de ti y cuando estabas cambiándote frente al espejo, me coloqué detrás. Puedo apreciar mi reflejo, al parecer tú sigues sin divisarme. Todo mi enojo se enfoca en ti con gran y concentrada fuerza. Ver el cristal quebrarse, manteniendo sus pedazos sin desplomarse, y nuestros reflejos distorsionarse en los distintos fragmentos me asusta un poco, pero notar tu miedo me saca una sonrisa maliciosa.
Mi imagen en el espejo se está transformando, mi piel se torna más pálida y mis ojos se vuelven completamente negros.
—Minnie, ¿eres tú? —Observar tu mirada fija en mi reflejo hace más amplia mi oscura sonrisa. Sin embargo, cierta calidez me recorre al saber que me viste.
Te volteas, pero tu mirada perdida recorre la habitación en mi búsqueda, clamando mi nombre a la nada. Sales y bajas corriendo las escaleras, buscándome inútilmente como un loco. Ya no puedes verme, otra vez.
—Así que… esta es la clase de emociones que necesito mostrar para que puedas sentir mi presencia. Prepárate, cariño, me encargaré de que no seas capaz de apartarme de tu retina. —Volví a sonreír.
Olvidé por completo la calidez que me transmitió tu percepción de mí. Olvidé tu voz desesperada llamándome y tu mirada de dolor. Esta sensación enfermiza y oscura me controla.
¿Qué es esta felicidad tan perturbadora y maliciosa?
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