Jimin ama a Jungkook. Jimin es ignorado a pesar de vivir juntos. No comprende el porqué de la indiferencia. ¿Por qué no puede salir de casa? ¿Por qué no puede tocarlo? ¿Por qué sus palabras no son escuchadas? ¿Por qué no recuerda nada?
¿Prevalecerá...
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Esa noche lloré como nunca. Lloramos como nunca. Te quedaste dormido en el suelo pidiendo perdón una y otra vez, cada una de tus palabras era una nueva espada de culpa que atravesaba mi ser. Antes de darme cuenta, perdí el conocimiento de lo que sucedía a mi alrededor.
Al recuperar la claridad de mi mente, observo mi figura, notando que mi apariencia es similar a la del inicio de todo: totalmente pulcra y brillante, sin esos quebradizos estigmas en mi cuerpo, mis ojos también tienen el color avellana de siempre. Recordar el deplorable estado en que estabas antes de mi despertar me hace correr por todo nuestro hogar buscándote, no estabas en el salón ya. Busco por todas partes, pero no te encuentro por ningún lado.
Mi mirada se dirige a la entrada del sótano. La puerta está abierta. Bajé, solamente para encontrarme un espacio totalmente vacío, me preocupé al no verte y no verme. Cerré mis ojos tratando de ubicar mi cuerpo, su presencia se me transmite desde un lugar lejano, pero que reconozco. Un mal presentimiento me hace transportarme ahí a toda velocidad.
Estás de pie, con una enorme maleta desde donde siento mi presencia, en el mismo lugar donde te encontré por primera vez: el borde de ese puente desde donde intentaste quitarte la vida, donde mis palabras te salvaron y se comenzó a crear el nosotros. ¿Qué pretendes?
—Jimin… Te prometí tantas cosas que no pude cumplir. Te hice tanto daño… Me equivoqué tanto —sollozaste—. Sin embargo, la eternidad que nos prometimos, al menos, te la entregaré.
—¡Jungkook, no! —Intenté sostenerte incontables veces, pero mis manos ya habían dejado de ser capaces de tocarte, de detenerte—. ¡No te vayas! ¡No me dejes, todo es mi culpa! —No me escuchas.
—Minnie, espero que, estés donde estés, seas capaz de perdonarme…
Cerraste los ojos y saltaste. En esta ocasión, mis palabras no pudieron salvarte. Yo solo grité un sinfín de inútiles veces, alargué mis brazos en vano, lamenté una vez más que no pudieras verme, escucharme o tocarme.
Lloré. Lloré y mi espíritu, sin previo aviso, comenzó a desvanecerse entre lágrimas, sin saber a dónde se dirigía. Solo una silenciosa plegaria que suplica volver a encontrarnos, sea en el cielo o en el infierno, es lo único que queda en ese lugar.
Si me espera la eternidad, para bien o para mal, ojalá sea contigo.
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Y aquí termina este mini proyecto, distinto e inesperado, que quise acabar de desarrollar después de tenerlo guardado por tanto tiempo. Espero les haya gustado y no haya sido demasiado extraño —hasta para mí XD—. Nos leemos.
Haré un apartado extra con aclaraciones que considero necesarias sobre esta historia.
