En las madrugadas, cuando mis pesadillas me hacen despertar, él esta allí, en la orilla de mi cama sonriéndome con sus lindos dientes de conejito...me acostumbre a verlo en sueños también pero de vez en cuándo me asusta.
¿Cómo te llamas, niño de...
—Te dije que cambiaría mientras dormías, y no es mentira.
—Sigo sin e-entender aún niño, explícame.
—¿Recuerdas al demonio del que habló tu madre?
No, no, no. ¿El monstruo estaba aquí todavía? ¿Dónde? Oh no, Oh no.
Mi barbilla tembló, de verdad la sola mención de ese demonio, espectro, o sea lo que sea me causaba demasiado miedo. Él pudo percibirlo.
—Es un muy buen amigo mío pero yo te estaré protegiendo de él, así que viviré contigo por un tiempo.
¿Vivir conmigo?
¿El niño de la oscuridad viviendo conmigo y viéndome, hablándome, cantandome todo el tiempo?
Eso sería genial.
—¿Hablas en serio?— Mi voz salió en un chillido emocionado, apenado, me obligué a bajar el tono de voz, el sonrió.
—Sí, ¿y sabes algo más?
Negue entusiasta.
—Ese demonio es igualito a mi, por lo que eso significa que el demonio del que temes, que se parece a mi, se presenta en tus sueños y te hace daño, pero no soy yo.
Eso robó un suspiro de mi boca, estaba totalmente asustado y mis nervios comenzaron a provocarme espasmos en todo el cuerpo, de seguro esta noche no podría dormir.
Recordé que en la tele habían dado un dibujito que hablaba sobre la valentía, sobre los niños fuertes.
Supongo que yo debía ser uno de esos para cuándo creciera más.
Pero aún tenía mucho miedo.
—No hay nada que temer, Taehyungie. Yo estaré contigo hasta que te duermas, ¿lo olvidas?
Mis ojos asustados volvieron a él y negué una vez más.
—Pero no quiero que estés conmigo hasta que duerma, quiero que duermas conmigo aquí— Palmeé mi cama, un poco ruborizado. —Prometo prestarte a Osito si no puedes dormir.
El niño de la oscuridad carcajeó como si hubiese contado un chiste. Pensé que me diría que no y diablos, se sentía hundido. Realmente sentía que no podría dormir. El dolor de mi trasero, el miedo en mis manos, brazos y piernas, el ardor de mi labio más el frío. Era mucho para mí.
Sentí que lloraría cuándo él me dijera que no, pero para mi sorpresa no lo hizo, de hecho, se acostó a mi lado. Mirándome.
Yo giré de igual manera.
Y así sin decir nada, sin acercarnos más, sentí calor y seguridad cuándo decidí cerrar los ojos.
Quería dormir, pero aún tenia una duda.
—Niño, ¿por qué mi labio está roto?
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