Capítulo 4

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Milagros con ayuda de Arturo, secaron y vistieron nuevamente al chico, y lo llevaron de regreso a a la habitación.

Aaron no tardó en quedarse dormido, como si su mente hubiera colapsado en ese momento en que su cabeza tocó la almohada. La azabache sólo lo miraba, no podía quitarse esa mirada de terror por parte de él, había descubierto su propia identidad, pero la mayor parte de esta debía encontrarse en los archivos que quedaron en aquél abandonado lugar donde fue creado.

Arturo posó su mano en el hombro de su nieta, así llamando la atención de esta.

— Hemos dado un pequeño paso, pero lo dimos. —

— Si, pero aún así, no logro comprender cómo es que tiene un nombre tan humano. —

Ambos quedaron en silencio, sólo velando por el sueño de Aaron. Se lo veía tan tranquilo, pese a lo que había sucedido antes.

El mayor se retiró y fue a la cocina, decidió preparar algo para el pequeño, cuando este despertase.

Como de costumbre, hacía frío y solía anochecer antes de lo previsto, una blanca cortina se hizo presente en la ventana de la habitación, esa podría llegar a ser una larga noche, pero por suerte, el muchacho comenzó a abrir sus ojos.

— Hola, ¿estás mejor? — Preguntó ella.

Él guió la mirada a la contraria, y asintió lentamente. Volvió la vista al frente, cosa que preocupó a Mili, ya que su mirada parecía haberse oscurecido.

— ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente...? Parece que ya es de noche, ¿verdad? —

— N-no te preocupes por eso. Si aún deseas descansar, puedes hacerlo. — Respondió, forzando una sonrisa.

Él se ha ido incorporando en la cama, con la vista hacia la nada misma. Pequeños fragmentos de aquellos recuerdos iban y venían por su cabeza, acompañados de voces entrecortadas. Las mismas resonaban como zumbidos en sus oídos.

— ¿Aaron...? — 

No obtuvo respuesta. No la estaba escuchando.

— ¡Aaron! — 

De un momento a otro, este se había abalanzado sobre la pelinegra. Al impactar contra el suelo, fue sujetada con fuerza por las muñecas y con sumo terror miraba al hombre sobre ella. La mirada de un depredador, sediento de sangre.

Lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de ella. Mientras la imagen frente al azabache se fue aclarando, encontrándose con la muchacha muerta de miedo.

— ¿Q-qué te pasa...? — Cuestionó, mientras las gotas salinas le recorrían el rostro.

El abuelo de la chica se acercó a ellos, dejando sus manos en las garras del chico, así aflojando de a poco el violento agarre.

— M-mili... Y-yo... —

Al momento de liberarse, se levantó y huyó del cuarto. Dejando atrás a su abuelo y el chico de escamas, quien solo la veía alejarse. Una horrible sensación de culpa lo invadía, mientras observaba sus propias manos.

El mayor se mantuvo en silencio y acarició la cabeza del chico.

La noche se instaló por completo. Aaron yacía en una de las sillas del comedor, con la cara estampada sobre la mesa, mientras el anciano se encontraba preparando la cena.

— Mi niño, ¿puedes hacerme un favor? —

— ¿Cuál...? — Preguntó con desgano.

Levantó un poco la cabeza y vio una bandeja frente a él.

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⏰ Última actualización: Sep 24, 2024 ⏰

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