Promesa de otra vida

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Una pareja caminaba de la mano por aquel parque, admiraban todos y cada uno de los girasoles que adornaban aquel jardín tan famoso.

La pareja desprendía amor por todos lados, la felicidad en sus ojos la podía notar cualquiera, ese brillo tan especial solo se veía en parejas como estas, parejas que verdaderamente estén tan enamoradas, que lo demuestran con simples acciones.

Pero en ellos no todo era color rosa.
Si realmente se veía como por dentro de sus ojos también se desprendía el miedo, miedo a que los separaran de algún modo.

Aún así, no querían demostrarlo, ya que estando juntos, habían prometido que dejarían de lado los problemas que los atormentaban desde que comenzaron su relación.

Querían disfrutar cada día, cada minuto y cada segundo.
Querían disfrutar de las caricias, los besos, abrazos y miradas que se daban cada que podían verse.

Su relación era más que complicada, no podían verse sin estar escondidas, sin estar al pendiente de cualquier persona que pudiera acercarse a ellos.

Pero afortunadamente nadie sabía sobre su lugar, ese parque lleno del color amarillo, ya que los girasoles eran lo único que resaltaba.

Acudían a este siempre que querían, de hecho, la pareja ya era amiga del dueño del lugar.

Como el lo decía, eran como la atracción de ese bello lugar, bueno, eran como una motivación para las demás parejas, todos querían amarse como lo hacían esas dos lindas personas.

Con el tiempo, ganaron fama en ese lugar, y claro, ellos contaron su historia, con la que todos se conmovieron, y algunos de ellos ya habían prometido que no dirían nada fuera de ese lugar.

La historia que ya era tan común en esos tiempos, el típico padre que se interponía entre la vida su hijo o hija.
Las familias de clase alta tenían estrictamente prohibido acercarse a las familias de clase baja, como ellos lo llamaban.

Germaine Khaler, una chica preciosa que había crecido en una muy linda ciudad de Francia, Clermont-Ferrand, había sido su ciudad natal.

Y también la ciudad en la que su corta vida había terminado.

Germaine, jamás había sido libre, nunca tuvo la oportunidad de saber que era lo que se sentía la libertad de hacer lo que quisiera.
Era como una princesa encerrada en la torre de un muy colorido y hermoso castillo, por fuera, pero por dentro, era todo lo contrario, era una casa llena de autoridad y control.
La linda chica pelinegra, solo esperaba que algún lindo príncipe, llegara por ella después de atravesar al dragón, como lo decían los cuentos.

Eso era casi imposible, por no decir que realmente imposible, Germaine no tenía ninguna esperanza de lograr vivir su vida como cualquier persona normal a su edad.

El dragón, como Germaine lo llamaba, era su padre, la única persona que se oponía a su felicidad, era aquel hombre millonario y gruñón, que sólo pensaba en él, en su imagen frente a todos, y claro, en el supuesto bienestar de su pequeña familia. Era una persona de menos de 40 años de edad, que creía tener una vida perfecta, pero solo se dedicaba a hacer infelices a esas dos mujeres.

Las únicas dos mujeres que "lideraban" en esa aburrida casa, eran la bellísima madre de Germaine, y por supuesto la joven.
Pero realmente no podía llamarse que estas dos mujeres, fueran a liderar esa enorme casa, si a caso lo único que podían decidir era lo que querían comer cada día.
Era simple, pedían a la servidumbre lo que quisieran comer, y sí, eso era lo único de lo que ellas podían tomar decisión.

One Shots [MewGulf] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora