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Nick corrió por el bosque sin dirección fija, como si su vida dependiera de ello. Lo cual era verdad de cierta manera.

Nadie recordaba lo que aquel pequeño angelito había descubierto y eso era malo, ya que ese descubrimiento podría significar un antes y un después en la manera en la que el pueblo veía a sus líderes: el padre de Nick y su abuelo.

Líder. Persona con la capacidad de influir, motivar y hacer que todos los integrantes del equipo trabajen con entusiasmo enfocados cada día en la consecución de logros, metas y objetivos.

Líder. Una palabra que desentonaba completamente con él, aun cuando dentro de unos pocos años, o tal y como su padre quería, meses, él sería el encargado de garantizar el bienestar de los suyos al llevar tal título.

Se cayó. Se manchó sus regordetas piernas al haber caído sobre un gran charco lleno de fango. Sus manos, su cara y su torso no se salvaron del barro. Nick se levantó exhausto, después de que sus niveles de adrenalina hubieran descendido significativamente, y siguió corriendo.

De repente paró y se quedó quieto. Tan quieto como si le acabaran de ordenar, a punta de pistola, que lo hiciera o si no le disparaban. Tan quieto, que si una mosca se posaba sobre su hombro, esta, no se apartaría aunque pasaran las horas.

Una respiración acelerada. Eso es lo que escuchó y, al mismo tiempo, lo que le hubiera causado la muerte más letal que un dragón pudiera llegar a tener o a imaginar.

Nick había salido a buscar a Adara, ya que pese a haber asistido al colegio esa misma mañana y haberla visto, ella no se había presentado, como ya era costumbre, esa tarde en la puerta de la casa del pequeño para ir a jugar al campo o, según la hora del toque de queda Omega, para quedarse a pasar la tarde en su casa. Por esa razón, Nick decidió que era hora de ser un poco más sociable y salir a buscarla, como un buen Alfa haría. El problema era que el heredero no se consideraba un buen Alfa, o al menos no lo suficiente como para reinar y mandar a todo un reino. Mucho menos a sus tempranos 9 inviernos.

Al llegar a la plaza, la esperó. Se sentó en una de las bancas, marrón claro y ennegrecida por el paso de los años, que había por el parque. Lo que Nick tenía claro es que la paciencia no la había heredado de su madre, si no de su padre. Y ahí empezó la búsqueda.

Pronunció su nombre en voz alta varias veces por los alrededores del parque, desplegó sus alas negras como el carbón y sobrevoló el techado de algunos de los edificios cercanos a este, esperó en el porche de su vecina Davis para ver si se había quedado charlando con ella, como la mitad de las veces que llegaba tarde a sus quedadas diarias. Y nada. No la vió. No la escuchó. No visualizó su cabellera pelirroja ni sus rizos saltarines y definidos. Así que decidió buscarla por el bosque.

Tal vez se había caído mientras intentaba recolectar margaritas silvestres para sus trabajos del colegio o para las cartas que le escribía a Nick cuando le extrañaba.

A el pequeño le encantaban esas muestras de afecto por parte de la Omega. Más bien, de su Omega.

Él intentaba siempre que iba a verla marcarla con su olor, para que ella se sintiera segura al volver a casa por las tardes, ya que a Nick le habían prohibido saber la ubicación de la casa de la pequeña, por culpa de la bestia que llevaba en su interior. Un dragón. Tan fuerte, rápido, ágil e intimidante, que provocaba terror por donde quiera que se manifestara. Por eso y por ser tan posesivo con la pequeña desde muy temprana edad, decidieron ocultarle la dirección hacia la casa de esta. Y decidieron darle un  collar que ocultaba su aroma para cuando se fuera a su hogar. Por si a la bestia se le antojaba seguir su aroma.

Aun que si Nick no fuera tan ingenuo, hace años que él hubiera ido a su casa a robarse a la pequeña.

El Alfa suspiró. No había rastro de Adara y, aunque lo intentara, no sabría donde vive, ya que pusieron una barrera de protección alrededor de su casa para alejarle de ella. Y eso, más el collar, hacían que la búsqueda de su Omega fuera cada vez más poco probable de lograr.

El quinto eslabónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora