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EL SILENCIO SE PUEDE INTERPRETAR de muchas maneras distintas. Para algunas personas significa negación, para otras, ignoración. Incluso hay personas que interpretan el silencio como una afirmación temerosa. Como cuando preguntan algo cuya respuesta ya conocen pero temen oírla de la boca de la persona que aman. Pero para Hydra Selwyn, aquel silencio no era nada. No tenía un significado concreto. Ella solo estaba perdida en sus pensamientos, en sus recuerdos. La última vez que vio a su madre, ella le dijo que iba a estar bien, que todo saldría bien. Pero no fue así, el pilar de la vida de Hydra cayó cual pared de cartón. Y eso a ella le dolía, le dolía demasiado. Como ese sentimiento que se asemeja a un arranque de corazón.
La primogénita de los Selwyn estaba devastada. Su madre, su mejor amiga, su compañera de aventuras; había muerto. Ya no estaba con ella. Le era imposible dormir, solo cerraba los ojos esperando que todo fuese un mal sueño y Caelum Selwyn llegase para darle un cálido abrazo. Las lágrimas eran sus fieles compañeras desde que se encerró en su habitación hacía ya dos noches. Escasamente comía, simplemente se dedicaba a hundirse en su dolor y en sus pensamientos mientras observaba detalladamente una de las paredes de piedra que conformaban su dormitorio. Sus ojos estaban rojos y escocían, su nariz se asemejaba a un tomate y era incapaz de dejar de moquear, unas ojeras más grandes que la mansión Black cubrían sus ojos y su pelo era el nuevo hogar de los pájaros de todo Londres. Hydra Selwyn estaba demacrada, completamente rota.
Bella y Cissy intentaron hablar con la chica, pero ella se negaba a abrirle la puerta a alguien o, simplemente, a mantener una mera conversación. Severus intentó hacerla salir, aunque fue un fracaso total. Hasta Lucius se acercó a su puerta para intentar consolarla. Hydra no respondió a ninguno de sus llamados. Estaba en una burbuja, negándose a aceptar la realidad. Se estaba hundiendo en su propio abismo, ella sola. Pero el trabajo de Regulus Black era sacarla de ahí. El chico apareció varias veces por la habitación, aunque solo para dejarla algo de comida en la puerta. Pero aquella vez fue diferente.
El menor de los Black estaba despeinado, con la corbata fuera de su sitio y el uniforme mal colocado. Cualquiera diría que se acababa de acostar con alguien, pero lo cierto era que el Black estaba demasiado preocupado como para ocuparse de algo sin mera importancia. Tocó la puerta de su amiga. Un golpe, dos golpes, tres golpes. Nada sucedió, nadie respondió. Hydra no dio señales de estar viva, y eso desesperó a Regulus.
- Sé que estás ahí, Hyd- dijo el chico, portando enormes bolsas negras bajo los ojos. Suspiró, sin escuchar aún nada del interior de la habitación.
- No me moveré de aquí hasta que sepa que estás bien- informó el Slytherin, sentándose en la puerta de la morena. Apoyó su espalda en ella y recargó la cabeza.
- Vete, Regulus- murmuró una leve voz dentro de la sala. Los ojos del Black brillaron al escuchar la voz de la Selwyn. Sonrió levemente al saber que ella aún estaba ahí.