Escena 2

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Durante La Prueba Dorada
Desierto de Chihuahua

— ¡No se queden atrás! - Gritó el examinador Keith.

Adhara siguió corriendo a través de la arenosa planicie, no muy distinta a las calles del pueblo a las afueras de Marrakesh que colindaba con la mansión familiar. Keith les estaba exigiendo de más y ella sintió cómo sus pulmones de repente no pudieron coger suficiente aire.

Trastabilló por un segundo, pero siguió corriendo. La meta estaba cada vez más cerca. Un chico la sobrepasó.

— Es una lástima, Khalil, eras muy bonita - Le dijo el patán - Me habría gustado tener tiempo para, ya sabes, probarte.

El chico tropezó con una pequeña saliente que no alcanzó a ver por estar acosando a Adhara y se cayó de cara al suelo sin siquiera alcanzar a meter las manos. Adhara sintió que sus propias piernas le fallarían, pero no iba a permitirse fallar. No ahora.

La vista de Adhara comenzó a emborronarse. Escuchó a su corazón latir estruendosamente, pero los oídos se le habían tapado. Estaba escuchando los latidos con todo su cuerpo.

Casi tropieza y cae. No veía casi nada. Entonces, cruzó la línea de llegada y contuvo el impulso de dejarse caer al suelo y descansar a sabiendas de que si lo hacía, correría el riesgo de sufrir una fractura grave.

— Vale, está bien, pueden irse tan pronto como hayan llegado.

Adhara ni siquiera recordaba cómo había llegado de regreso a su cuarto. Estaba muy mal, su vista seguía bastante borrosa y su corazón palpitaba tan fuerte que corría el riesgo de explotar.

— ¿Quién es? - Preguntó Adhara al escuchar a una persona abrir su puerta.

— Me dijeron que te sobreexigiste - Reclamó la familiar voz de su doctor particular - Tu evaluador dice que mostraste signos de estar al borde de un colapso total, ¿te das cuenta de lo peligroso que ha sido?

El examinador... Keith May debió delatarla con su doctor particular. ¿Por qué no lo había hecho aún con el resto de los examinadores? Adhara vio cómo su doctor dejaba un maletín sobre el escritorio al lado de su cama y extraía un par de instrumentos. Con uno de ellos, comenzó a golpearle los huesos de ambas piernas y en el pecho.

— No hay señales aparentes de fractura. ¿Puedes ver bien?

— Chocó varias veces de regreso a su habitación, así que yo diría que está bastante cegada ahora mismo - Intervino Keith antes de que Adhara pudiese mentirle al doctor.

— Ya veo, sus pupilas están demasiado dilatadas, quizá siguen deslumbradas. ¿Algo más? Sé sincera porque si me mientes, lo sabré - Le exigió el doctor.

— Me cuesta... me... respirar.

El doctor volteó a ver a Keith con aquella expresión severa que, aunque Adhara no podía ver, sabía que estaba haciendo a juzgar por la postura de aquella sombra emborronada que lo representaba ante los ojos de Adhara en ese momento.

El doctor se marchó pocos minutos después, pero Keith, el examinador, seguía ahí.

— Debería denunciarte y que te den de baja del programa - Le recriminó su examinador - Sería muy negligente de mi parte permitirte continuar.

Adhara quiso replicarle, pero aún no respiraba del todo bien e iba a sonar ridícula tratando de darse a entender así, por lo que decidió dejarlo hablar hasta que se aburriera.

— Sin embargo - Añadió Keith - Debes ver esto.

Adhara ya veía un poco mejor ahora mismo, así que al ver a Keith desabrochándose la camisa, se asustó un poco, pero al distinguir las cicatrices en el pecho del chico, entendió mejor el contexto.

— ¿Qué te pasó? - Preguntó Adhara.

— Doce tiros. Dos en un brazo, uno en el mentón y nueve en el pecho y vientre. Me operaron de emergencia y no había muchas oportunidades de que sobreviviera. Nora Vera y los demás altos mandos de Alba Dorada me tienen prohibido volver al servicio activo por un tiempo. ¿Crees que estoy entrenando gente imbécil por gusto?

Adhara se sintió ofendida por haber sido llamada imbécil, pero Keith vio que iba a replicar y la detuvo.

— No, tú también Khalil. Alteraste tu expediente médico con tal de entrar a las fuerzas de élite de Alba Dorada. Fue algo estúpido, egoísta y autodestructivo.

— Entonces me echarás.

— Aprecio esas cualidades. Quizás es porque yo igual he sido así la mayor parte del tiempo - La sorprendió Keith con lo que parecía ser una repentina demostración de apoyo de su parte.

— ¿Puedo ver de cerca las cicatrices? - Preguntó Adhara - Es decir, desde tan lejos no puedo ver bien, aún.

El examinador Keith se le acercó, subiendo una pierna a la cama para acercarse lo más posible a Adhara, quien hizo un esfuerzo adicional por impedir que su rostro mostrase señal alguna de satisfacción por ello.

— Ah, sí...

Inconscientemente, Adhara pasó su mano por el pecho de Keith para poder sentir sus cicatrices.

— Usualmente no dejo que toquen mi pecho costurado - Puntualizó Keith, apartándose lentamente mientras se volvía a abotonar la camisa.

— Y respecto a lo de... - Empezó a sugerir ella.

— Me haré de la vista gorda por ahora, pero si llega a sucederte algo así de nuevo, tendré que reportarte.


Actualmente
Cuartel de Alba Dorada en La Ciudad

Y sí que pasó de nuevo. Durante la ronda final de peleas, supervisada directamente por el guardaespaldas personal de Nora Vera, (un tal Sam), Adhara sufrió un golpe demasiado fuerte en las costillas superiores, cerca del hombro. Casi queda fuera, pero al final, otro fue descalificado y ella fue admitida dentro del grupo de diez vencedores.

Apenas media hora había pasado desde que Ezra Saucedo los presentó entre sí, sin embargo, alguien tocó a la puerta de la recámara de Adhara.

— Pase - Le indicó ella. Estaba en pijama, pero poco le importaba ahora.

Era uno de sus nuevos compañeros de equipo. Remiel, según ella recordaba.

— Es que no bajaste a cenar y pensé...

— Pensaste mal - Espetó ella. Inmediatamente después, se dio cuenta de que había sido innecesariamente grosera y por bastante - Perdona, gracias por... ¿traerme la cena?

— ¿Son volovanes?

— Sí, Carol los trajo antes de que llegaras. ¿Te los dejo o..?

— Sí, tráelos aquí por favor - Pidió Adhara.

Remiel los dejó sobre la cama, a un lado de Adhara al tiempo que se sentaba al lado de ella para comer los suyos, pues aparentemente había decidido aguantarse para que ella no cenase sola.

— No pensabas cenar en absoluto, ¿verdad? - Preguntó Remiel - No te juzgaré. Todos tenemos una historia.

— ¿De qué hablas?

— Sí, por ejemplo, yo fui parte de los malasangres antes porque solo así dejarían en paz a mi familia en la Zona 2. En cuanto pude, los saqué de ahí y acepté el trabajo en Alba Dorada. Me reclutaron como miembro de élite por mis conocimientos sobre el territorio malasangre. ¿Y tú? ¿Cuál es tu historia?

Adhara consideró que decir "falsifiqué mi historial médico para ser aceptada" era demasiado perjudicial para su imagen, así que se limitó a decir una versión parcial de los hechos.

— Me inscribí al programa porque quise y pasé La Prueba Dorada. Creo que eso es todo.

Remiel le sonrió.

— Me basta con eso por ahora.

La chica del reloj de arenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora