Escena 4

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Cinco adolescentes jugando a ser policías abandonaron el cuartel general esa tarde. El cateo no duraría más que quince minutos sin contar la idea y vuelta. Carol condujo hasta el distrito Titán para después entrar al estacionamiento de un supermercado. Antes de bajar, repasó el plan.

— Remiel, Samuel, ¿qué les toca?

— Vamos a la vanguardia. Ninguna puerta debe abrirse si no es por nuestra mano.

— ¿Daniela?

— Yo iré en la parte de atrás. Nadie se debe escapar mientras esté vigilando la puerta.

— Perfecto. ¿Adhara?

Adhara lo pensó por un segundo.

— Tú y yo le daremos cobertura a los demás desde el centro. Ellos intentan no estorbarnos y nosotras intentamos que nadie los toque.

Carol asintió. Los cinco bajaron de la camioneta y se reunieron con las dos patrullas de policía que los esperaban para dejarlos entrar al edificio.

— Oficial - Saludó Carol, mostrándole su placa de Alba Dorada.

— Señorita - Contestó el hombre.

— ¿Cuál es el informe de situación? - Quiso saber ella al ver que las patrullas estaban a un costado del edificio y con las sirenas apagadas.

— El sospechoso está en casa ahora mismo. La orden de cateo está aquí - Señaló el oficial - Pueden entrar cuando quieran.

Carol volteó a ver a sus chicos. Adhara tragó saliva, nerviosa. Ella tenía como única arma una pistola de dardos al igual que Adhara. Daniela tenía una pistola en toda regla y tanto Remiel como Samuel llevaban pistolas enfundadas y una macana cada uno.

— Es el departamento 33-A - Señaló el hombre. Carol les indicó a Remiel y Samuel que empezasen a subir para no romper formación desde el primer momento.

Así lo hicieron.

Cuando estuvieron frente al departamento 33-A, Samuel tocó a la puerta. Imediatamente después se escuchó un cristal rompiéndose.

— Se intentará escapar. Daniela, ve a la escalera para incendios y ponte alerta.

Daniela asintió. Ahora que la formación se había fragmentado, Carol dejaría a Adhara sola en medio para cubrir la retaguardia. Remiel le pidió a Samuel que se apartase para embestir contra la puerta y tirarla abajo. Los chicos entraron con sus armas en mano, pero no había nadie en la sala de estar.

— No avancen aún - Pidió Remiel - Sam, tú a la recámara, yo al baño.

Samuel asintió.

— Nada aquí - Gritó Remiel desde el baño.

— ¡Aaahh! - Alcanzó a gritar Samuel desde la recámara. Adhara asomó la cabeza a tiempo para dispararle a un hombre armado que intentó salir a toda prisa a la sala. El dardo le dio en el cuello y Adhara tuvo que retroceder varios pasos en lo que el sedante hacía efecto y el hombre caía noqueado al piso.

Remiel avanzó al cuarto, donde un segundo hombre retenía a Samuel, cogiéndolo del cuello con un cuchillo. Daniela estaba asomándose por la ventana que daba al exterior.

— ¡Aléjense o el niño se muere!

Adhara no podía dispararle. Sabía que si lo hacía, Samuel correría el riesgo de morir y no podía permitir eso.

— ¡Cuidado! - Gritó Carol. Se escuchó un golpe seco a espaldas de Adhara. Un tercer hombre había salido de algún sitio escondido y había noqueado a Carol de un solo golpe. Sin ella para avisarle a la policía, no podrían pedir refuerzos.

La chica del reloj de arenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora