Escena 13

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Adhara ahogó un grito.

Iban a matar a la jefa Carol si ella no intervenía.

— ¿Adhara? ¡Adhara! ¡Necesitamos asistencia por aquí!

La chica reaccionó con varios segundos de retraso y en vez de decirle al resto del equipo lo que pedían saber, en su lugar les soltó un quejido desesperado.

— Es Sak. Tiene a la jefa Carol.

Inconscientemente, Adhara se levantó de su silla y abrió el cajón más cercano para coger una pistola glock que tenían ahí guardada por si acaso. Se puso además una pechera del uniforme estándar que, aunque no tenía los colores de Alba Dorada, cumpliría el mismo propósito que un uniforme promedio.

— Voy hacia allá. Reúnanse conmigo a los pies del estacionamiento sobre el Boulevard de Las Ventas.

— ¿Escuché bien? - Preguntó Samuel - ¿La lisiada vendrá con nosotros de nuevo?

— No vuelvas a llamarla "lisiada" - Lo calló Remiel desde su propio micrófono - Es una de nosotros. Es parte de Alba Dorada.

Adhara sonrió al escuchar a su novio defenderla sin saber que ella seguía escuchando. Adhara se colocó su propio audífono para estar en contacto con sus compañeros de misión.

Además, el jefe Saucedo estaba fuera de la ciudad esa noche; al parecer, le surgió un compromiso en Chihuahua, así que no lo tendría ahí cerca para detenerla. Adhara se puso además una muñequera y se echó una porra de metal a la espalda, adherida al soporte magnético del uniforme que traía puesto. Un cuchillo guardado a la altura del tobillo después y ya estaba lista para salvar a la capitana Carol.

Adhara cogió prestada una moto del garage de la base y salió a toda prisa desde May hasta el distrito de Las Ventas. Para haber conducido motocicletas apenas un par de veces antes de eso (y siempre con la ayuda de Remiel), la experiencia le resultó sencilla; quizá tenía que ver el hecho de que la adrenalina estaba inundando su cuerpo desde que escuchó a Sak amenazar la vida de Carol.

"Si no llego, la matarán por mi culpa", es lo que Adhara se repetía en su cabeza una y otra vez durante el viaje. Ella sabía que no era cierto, pero de todos modos lo hacía, como una especie de método de tortura para mantenerse concentrada. Llegó un momento del viaje (apenas tres o cuatro minutos desde que salió de la base) en el que ni siquiera le importaba saltarse los altos ni colarse entre autos en movimiento. Condujo como desquiciada a lo largo del malecón que daba al río que separaba Las Garzas del resto de La Ciudad. Casi derrapa y rueda en el piso cuando se acercó a Las Ventas.

Ni siquiera se detuvo ahí. Dio la vuelta para alcanzar el estacionamiento en el que Sak tenía a Carol.

Entonces, cuando reducía la velocidad, Adhara tuvo otro de estas molestas regresiones.

Durante La Prueba Dorada

Era la prueba de ingenio. Adhara había logrado pasar casi todo con ayuda de sus compañeros de equipo, pero la parte final debían hacerla por separado. Los cuatro entrarían en un laberinto vertical por separado y tendrían que tenderle trampas a los de otros equipos.

Ella recordaba perfectamente lo que hizo en esa ocasión. Fingió haberse atorado en una red, colgando cabeza abajo con el pie atorado ahí. Ella era suficientemente liviana como para no romper la red con su propio peso. Cuando un chico de otro equipo la vio ahí atorada, naturalmente pensó primero en usarla como escalón en vez de ayudarla a liberarse.

En cuanto puso un pie sobre la red en la que Adhara estaba atorada, ella sacó su pie y pateó el gancho que sostenía la red a uno de los soportes estructurales de ese laberinto vertical. El chico cayó al menos cinco metros hacia abajo; no solo eso, sino que además se llevó consigo varias otras redes hasta chocar con el peldaño firme más cercano. En el camino se había llevado a más de dos competidores.

Adhara se agarró del poste estructural y siguió trepando. Afortunadamente para ella, su bajo peso le hacía relativamente fácil escalar, debido a que no tenía que impulsar tantos kilos hacia arriba. En cuanto Adhara llegó a la cima del laberinto vertical, se encontró a sus actuales compañeros de equipo.

Poco después, durante La Prueba Dorada

Estaban en la prueba de supervivencia. Sus compañeros ya estaban gravemente lesionados. En parte, Adhara se sentía culpable porque los había usado para salvarse ella, sin embargo eso no le importaba lo suficiente; ellos eran los débiles por no poder sobrevivir. Ella llegaría a la final pase lo que pase.

— No tan rápido, imbécil.

Era ese bully idiota que la estaba acosando durante la primera prueba.

— ¿Qué quieres? Hay espacio suficiente para que tú y yo pasemos a la última ronda - Le espetó Adhara - ¿Podrías dejar las cosas en paz por una sola vez?

— Me dejaste en ridículo durante la prueba de ingenio, Khalil. Será por mí que de aquí no pasas.

El chico le llevaba al menos una cabeza de estatura y tenía el doble de peso que Adhara en musculatura. Adhara intentó evadirlo durante un rato tan sólo para darse cuenta de que probablemente sería su fin, sin embargo, de repente otro competidor salió de donde estaba escondido para atacar al bully por un costado.

El bully se dio la vuelta hacia él y lo recibió a medio salto con un golpe directo a la nariz. El chico cayó al suelo; si no estaba noqueado cuando el bully lo golpeó, definitivamente quedó inconsciente al caer de espaldas al piso.

Adhara cerró los ojos en cuanto sintió venir el golpe. Después del primer impacto, aún tuvo que chocar de espaldas al piso y sintió cómo sus huesos gritaban internamente. Realmente tendría suerte si no se había fracturado algo en esa ocasión.

Se hizo la muerta hasta que el bully se largó. Después, respiró hondo, intentando concentrarse y dejar de lado su dolor; se levantó, se apoyó brevemente contra un pilar estructural del domo en el que los habían soltado.

Ella tenía que calificar como una de los veinte sobrevivientes. Tenía que mantenerse en pie.

Actualmente

Y se mantuvo en pie.

Adhara sintió como si el bully hubiese vuelto para sacarle el aire nuevamente, pero controló sus nervios tras pellizcarse un par de veces.

Remiel, Daniela y Samuel la esperaban en la entrada del estacionamiento.

— Al fin llegas - La abrazó Daniela.

Una vez su amiga la hubo soltado, Adhara abrazó también a Remiel, quien, no contento con eso, decidió besar la frente de Adhara.

— ¿Está lista, jefa? - Preguntó Remiel.

— No me llames jefa. Es extraño - Sonrió Adhara.

— ¿Estrellita es mejor para ti?

Adhara se sonrojó.

— Sí. Debe tener a Carol en los últimos dos pisos. En la azotea no hay elevador y de todos modos, nos escuchará llegar si lo usamos. Tendremos que hacerlo a la mala.

— ¿Significa que vamos a subir diez pisos a pie? - La retó Samuel - ¿Estás idiota o masticas agua, lisiada?

Remiel lo cogió del cuello y lo estampó de espaldas contra la pared exterior del estacionamiento.

— Te dije que no volvieses a llamarla lisiada.

Remy soltó a Samuel justo después, dándose cuenta de que Adhara aún seguía viendo.

— Lo siento, estrellita.

Adhara tomó aire.

— Probablemente Sak ya tuvo tiempo para traer a varios de los suyos a cubrir cada piso, así que tendremos que pelear con un par de ellos en cada nivel. Si nos saltamos un piso, lo más probable es que nos encierren entre ellos y Sak. No hay atajos. No hay una vía rápida.

— Ni siquiera podremos usar las escaleras - Pensó Remiel en voz alta - Nos escucharán caminar sobre el hierro.

— Usaremos la rampa para vehículos - Sentenció Daniela - Tardaremos más pero llamaremos menos la atención.

Samuel no pudo discutir; eran tres contra uno y Remiel parecía haber dicho algo que Daniela también pensaba: Adhara era la jefa ahora que Carol estaba fuera de combate.

La chica del reloj de arenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora