VENGANZA Y ALIVIO.

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“Es pobreza de espíritu obstinarse en devolver el daño que se ha recibido”

- Nietzsche


Samuel repite la misma pregunta con los ojos entreabiertos, mirando a Daniel:
- ¿Quién eres tú, y qué haces aquí? – Preguntó con dificultad.
- Maldito, me alegro que estés despierto, así sabrás el porqué de tu muerte. – Respondió Daniel.
- ¡Enfermera! ¿Alguien? – Intentó gritar Samuel.
- Nadie te va a escuchar, estás demasiado débil como para gritar o hacer algo, ahora quiero que veas mi rostro, observa mis ojos, ¿Lo ves? ¿Ves la tristeza? Tú la provocaste maldito bastardo.
- No …. No entiendo. – Respondió Samuel.
- Tuviste un coche automovilístico, chocaste con un coche donde venía una pareja de casados, mis padres, los asesinaste, me quitaste a mis padres, y ahora yo te quitaré tu vida, pero antes quiero que te disculpes con ellos por haberlos asesinado y aceptes que eres una maldita basura.
- Fue, fue … un accidente.
- Me importa una mierda, posiblemente estabas ebrio, ¿No es así?, pero ¿Por qué me dirías la verdad?, aun cuando estás a punto de perder la vida no te atreverías a confesar la verdad. – Soltó Daniel con rabia.
- Yo .… yo lo …. Lo lamento.


La rabia de Daniel se apoderó de él cuando escuchó esas palabras, era como si las hubieras pronunciado directamente en su oído, se dejó llevar por sus instintos y soltó un golpe en la caja del camionero lastimado.


- ¡Ouch! Reaccionó Samuel, mientras volvía lentamente la cabeza, mirando nuevamente a Daniel con lágrimas en los ojos del dolor, pero con la mirada más despierta por el golpe.
- ¡Cállate!, no te perdono, mis padres no te perdonan, ¡Eres un maldito asesino!, y ahora morirás.


Daniel observaba el rostro del camionero, era como si el tiempo se hubiera detenido, observaba cada detalle de su rostro golpeado por el coche, observaba cada imperfección, cada arruga, cada herida, no pudo moverse más. Decidió que si iba a asesinarlo debía de hacerlo en ese instante, de lo contrario ya no tendría el coraje para hacerlo, así que tomó la navaja, la apretó con todas sus fuerzas y se rigió al cuerpo del camionero indefenso, paro unos segundos, cerró los ojos y antes de que el camionero pudiera mencionar otra palabra había sangre en el piso.
Daniel abrió los ojos y observó al caminero con los ojos cerrados y con un poco de sangre salpicada en su rostro, la sangre no era de él, era de Daniel, había pasado la navaja por su mano izquierda para reaccionar a la tontería que estaba a punto de realizar.
- Lo ….. lo siento. – Repitió el camionero.
Daniel temblaba con sangre en su mano izquierda por la herida que él mismo se había provocado.
- Si lo sientes o no, eso ya no importa, te asesine o no, tampoco traerá de regreso a mis padres, y tampoco estoy seguro de que llenará éste vacío dentro de mí. – Decía Daniel mientras miraba hacia el piso, viendo cómo escurría la sangre de su mano.
Daniel reaccionó por fin, mirando hacia el piso se dirigió a la puerta y antes de salir dijo:
- No diré lo siento.
Y se retiró cubriendo su mano ensangrentada y saliendo del hospital.


Daniel sabía que tenía que salir del hospital, podía atender la herida que tenía fuera, pero si el camionero le decía a alguien de lo ocurrido, iban a buscarlo y tendría posibles problemas, quizá lo podrían acusar de intento de asesinato.

Mientras salía del hospital cubrió la herida con la sudadera que llevaba, era color negro, como toda la ropa que llevaba ése día, una vez fuera del hospital, rompió una de las mangas para aplicar presión a la herida y dejar de sangrar, después de todo no era tan profunda, pero al final era una herida que se debía atender.

El regreso a su casa fue muy breve, era como si no estuviera en su propio cuerpo, era como si estuviera dormido y su cuerpo se estuviera moviendo por si solo, llegando a la parada del autobús, bajó y caminó alrededor de 5 minutos para llegar a su casa. Al llegar a su casa con la mirada perdida a 5 metros de la puerta pudo observar a Jill parada con unos chocolates en la mano, la observó y con la mirada pidió auxilio, se acercó lentamente a la puerta, la miró a los ojos y no dijo nada.

Jill lo miró a los ojos y dijo: - Está bien, no muerdo.
Daniel la abrazó y comenzó a llorar, no era un llanto normal, era un llanto que rompía corazones al escucharlo, era un llanto vacío y lleno de sentimientos al mismo tiempo, era un llanto que no se podía controlar, era un llanto desgarrador.

Jill tomó las llaves de la casa que tenía Daniel en su bolsillo derecho, tomó a Daniel por el brazo, estaba débil y ambos procedieron a ingresar a la casa.

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⏰ Última actualización: Apr 23, 2021 ⏰

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