III

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"Para qué pensar en lo que fuimos
si ya no somos"
—Mario Benedetti


Louis abrió los ojos de golpe con la respiración agitada.

Miró a su alrededor algo alarmado y gimió frustrado al darse cuenta de que se trataba de otra pesadilla más. Volvió a desplomarse entre las cálidas sábanas pero fue incapaz de volver a cerrar los ojos.

Bufó molesto alargando su mano para encender las pequeñas lucecitas de navidad que colgaban sobre la pared y a su vez alcanzar su paquete de tabaco.

Miró el teléfono y eran las tres de la mañana, y de nuevo, se encontraba con un horrible insomnio. Era como la cuarta o quinta vez, realmente había perdido la cuenta, que despertaba con horribles pesadillas.

Su humor de perros iba acompañado por esta horrible fatiga, sumándole el estrés de exámenes y sus horarios de trabajo.

Inhaló la nicotina cerrando los ojos por un momento y disfrutó de la tranquilidad de la madrugada.

Abrió los ojos de nuevo y su mirada cayó en su reloj que estaba sobre la cómoda de enfrente, miraba directamente hacia él, resaltando las manecillas en las diez y treinta y siete.

Sin poder evitarlo pensó a su vez en cierto chico de ojos verdes que había robado su corazón. Maldecía cada día de su vida de no ser el jodido predestinado de Harry, ¿quién sería?, seguro que una chica alta, hermosa y perfecta.

Volvió a fumar cayendo en una piscina llena de inseguridades.

Negó con la cabeza y cogió su teléfono yendo directo hacia la última conversación junto a Harry, hace más de una semana.

En la cual le contaba sobre su gran ocho en literatura y le agradecía por las clases particulares.

Louis sollozó como un niño pequeño al recordar su supuesta cita que había sido eliminada por completo. Mordió su labio inferior comenzando a escribir algo pero borró el mensaje sin llegar a enviarlo.

Y así estuvo haciendo durante una semana todas las malditas noches.

Suspiró con el tan familiar picor en sus ojos y apagó el teléfono dejándolo a una zona perdida entre las mantas. Terminó su cigarro en segundos más tarde sin dejar de pensar en los preciosos y profundos ojos verdes del rizado, aquellos ojos que habían conseguido adueñarse tanto de su corazón como de sus pensamientos.

-Maldito Harry...-

Gruñó envolviéndose como un burrito y frunciendo su ceño para intentar dormir.






-Harry, ¿me estás escuchando?-

Dijo Kendall cruzándose de brazos sobre su pecho.

El rizado sacudió la cabeza al percatarse de aquello y la miró frunciendo ligeramente el ceño, hizo una mueca con los labios.

-Lo siento, estoy algo cansado-

Justificó terminando de pasar la bayeta por el mostrador, su mente estaba en todas partes menos en lo que debía estar realmente.

Llevaba unos días realmente horribles, daba mal el cambio, se olvidaba de los recados, confundía los pedidos, y para no ser menos no era capaz de atender en clases. Y todo por culpa de unos malditos pero preciosos y cristalinos ojos celestes que le habían robado la respiración.

Kendall suspiró terminando de colocar todos los billetes en la caja registradora.

-Te decía...—volvió a hablar—Que tienes que traer las cajas del almacén, Blake me pidió nueva mercancía para esta tarde-

10:34 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora