Capítulo 8.

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Varias semanas transcurrieron, interminables semanas, eternas semanas.

Cada mañana se despertaban con ganas de seguir durmiendo y simplemente dejar de existir.

En la sala de alquimia estaban ambos haciendo pociones básicas como antídotos o ungüentos. Durante todo el mes se dedicaron a recolectar por todo el bosque para los preparados en reposo.

Especialmente Gardienne se encontraba saturada mentalmente, tanto que apenas diferenciaba un componente de otro. Traía unas ojeras prominentes y sus fugaces miradas con el elfo ya no eran perspicaces sino opacas.

Luchando con el cansancio llevaron adelante sus tareas de forma simultánea, coordinados como las manos de un pianista.

En un momento, esperando que la cazuela terminara de hervir, se tomaron un breve respiro. Ezarel acomodó la mesa por tercera vez, no comprendía porqué las cosas simplemente desaparecían y cambiaban de lugar, estaba saturado.

- Hacer antídotos es muuuuy aburrido- comentó Gardienne contemplando las incesantes burbujas de la olla.

- Pensé que estabas emocionada.

- Sí, en la primera tanda, esta ya es la sexta- estiró los brazos desconsideradamente, acompañando un bostezo.

Él vio como ondeaba sus manos peligrosamente cerca de la cazuela, mas no pensó que fuera tan estúpida.

Pero la subestimó.

Ella chilló una queja inaudible a volcar agua hirviendo sobre su brazo.

- Serás...- quejó por los bajos el peliazul, liderando el camino a la enfermería.

Para su sorpresa, aquella sala estaba deshabitada. El elfo tomó la iniciativa revisando los estantes por unas vendas e irónicamente, el ungüento para quemaduras que produjeron ayer.

- Mañana podrías tomarte un veneno de Ornak, así vemos si funcionan los antídotos- se burló tomando su brazo al rojo vivo para vertir en él agua purificada.

- La próxima te toca a ti ¡ay!- lloriqueó al sentir arder la herida.

- Tranquila- la consoló de forma inesperada. Ella contempló como colocaba el ungüento en su brazo, pispeando curiosa sus expresiones. Conociéndolo se imaginaba que pondría la medicina como una mamá curando una herida con saliva. Sin embargo le desconcertaba la dulzura y cautela con la que la acariciaba. Sus yemas marcaban suaves circulos sobre su quemadura.

- Pensé ibas a ser más bruto- se sinceró, ella no meditaba mucho antes de decir las cosas.

- ¿Por qué clase de bestia me tomas?- dijo ya tapando su herida con una venda, también meticuloso ¿este Ezarel considerado, con una sonrisa reconfortante, era el que sabía poner laxante en su comida?

Al terminar le devolvió la mirada tan insistente que tenía sobre él. Anclaron sus pupilas como Miiko ató sus almas.

Se sorprendieron al no poder cortar el contacto visual, encontraron los iris del otro especialmente cautivadores, absorbentes.

Un sentimiento incómodo empezó a rascar su pecho. En estas últimas semanas no podía desmirar que... le parecía linda. En cada momento reconocía algo que le gustaba y le agradaba contemplar.

En la soledad de la enfermería, compartieron un momento suspendido en el tiempo, distinto, a sus otros momentos en soledad.

- ¡¡Gardienne!!- gritó Nevra azotando las puertas de la enfermería. El dúo logró desenganchar sus miradas del susto - ¡te oí! ¿qué te sucedió?- preguntó preocupado tomando su brazo.

- Qué drama...- bufó por los bajos el elfo.

Salieron los tres de la enfermería antes que llegara Eweleïn.

- ¿Hace cuánto que están encerrados en el laboratorio?- curioseó Nevra - ¿no piensan descansar?

- De lo que necesito descansar, es de él- dijo ella apuntando a su compañero. Él levantó una ceja, un poco ofendido.

- No me vendría mal un poco de privacidad, sabes hace cuanto que no...- dijo haciendo una mímica sexual.

- Ay por favor, no quiero saber nada de ti teniendo sexo con alguna chica al lado mío- se asqueó ella agarrándose la cabeza con trauma. Era una imagen mental que le molestaba.

- Hallar una forma de no tener que verse no me parece mal, es normal que estén agotados- comentó el vampiro pensando.

- ¡Tengo una idea!- se iluminó de pronto Gardienne.

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- ¡Auch!- quejó Gardienne golpeandose contra la pared, tiró de su ligamento produjendo un estruendoso ruido del otro lado.

- ¡Maldita sea!- juró la voz de Ezarel.

Aún con una pared de por medio seguían peleando, Alajéa y Karenn se acomodaban en el césped mientras reían de la situación. Estaban del lado de afuera de la habitación de Gardienne, y dentro Ezarel junto a los chicos.

- ¡Quédate quieto!- dijo autoritaria.

- ¡Tú también!

- Debe ser molesto tener que medir todo el tiempo la distancia de los dos metros-  comentó la sirena sacando los sanguches que preparó para la ocasión.

- Constantemente, sí, pero ya estamos acostumbrados... es como llevar una piedra a todos lados, y siempre recordar levantarla para moverte- meditó dando un mordisco a su emparedado.

- ¿Al menos se llevan mejor?- preguntó Karenn sentándose como indio.

- Es menos insoportable- se encogió de hombros.

- Quien sabe... tal vez se terminen enamorando- rió Alajéa traviesa.

La humana de atragantó con las migas.

- Paso- respondió tosiendo y sobandose el cuello.

- Te has puesto más romántica desde que oficializaste con Sonze- la codeó su amiga, Gardienne alzó las cejas, de esa no se había enterado.

- Han estado saliendo mucho tiempo ¿ya son novios?- quiso ponerse al tanto. Alajéa se sonrojó y ocultó una sonrisa enamorada asintiendo - ¿por eso no has venido a trabajar?

- Algo... así- evadió el tema - siento mucho dejarte sola en esto, pero prometo que lo voy a compensar- dijo tomando sus manos con determinación en los ojos.

- ¿Okey?- dijo desconcertada, viendo como Karenn mostraba sus colmillos en una sonrisa cómplice - hablando de la alquimia- cambió el tema - ¿tú sabes quién es el que reorganiza la sala todos los días?

- ¿No eran ustedes?- se sorprendió la sirena.

- No...

Se miraron desconcertadas, pero de igual forma, continuaron con el picnic y las charlas.

Un par de horas más tarde, Gardienne se estampó contra la pared de vuelta. Era Ezarel quien se levantó para asomarse por la ventana.

- ¡Elfo!- le gritó - avísame si te vas a mover- tiró fuerte del ligamento para que se golpee la frente contra el vidrio aún cerrado. Él abrió la ventana de un palmazo.

- ¿Pero qué te pasa agresiva?- vociferó molesto, sobandose la cabeza.

- ¡Tú empezaste!

- Creo que deberíamos calmarnos- apaciguó las aguas Valkyon colocando su mano en el hombro de su amigo.

- Es verdad, es hora de volver al trabajo- se sumó Nevra saltando la ventana.

El dúo se miró reacio mientras caminaban en dirección al laboratorio.

Al abrir la puerta, detectaron inmediatamente un desorden que no era el propio. Además alguien dejó una gran cantidad de vendas y ungüentos sobre la mesa.

Juntos. (Ezarel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora