Capítulo 5.

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- Vaya, vaya- dijo el comerciante con voz de rana, al ver que el elfo se acercaba - nada más ni nada menos que el líder absenta de la guardia de Eel- miró brevemente a Gardienne - ¿y su novia?

Antes que ella pudiera articular una cara de asco, él la interrumpió.

- Efectivamente, necesito estos libros- le dijo tendiendole un papel. El hombre tomó la lista con sus dedos ásperos y arrugados, y la leyó achinando sus ojos.

- Me parece ser que tengo una gran parte aquí- le dijo chasqueando repetidamente la lengua contra sus dientes, y desapareció emitiendo el sonido entre las pilas y pilas de libros.

- ¿Por qué le has dicho eso?- lo cuestionó de inmediato.

- Jamás estaría con una humana, así no sospechará.

Tanteó el mostrador esperando a que regresara el viejo. Aquel lugar incitaba al apuro.

- ¿Y cómo consigue estos libros?- curioseó al notar la infinita cantidad.

- Son robados... pone precio y los vende más accesibles.

- Aquí viene la primera tanda- dijo el hombre trayendo unos gordos libros de tapadura, los dejó golpearse contra la madera - si ignoras el polvo...- dio un fuerte soplido que los hizo toser- están en perfecto estado, compruebalo tu mismo.

Volvió a meterse a su guarida sabionda.

Ni dos segundos tardó el elfo en desarmar la pila y empezar a ojear el primer libro.

- ¿En serio vas a ponerte a revisar?

- Por supuesto y tu también- le ordenó tendiedole un libro - busca páginas arrancadas, manchas de húmedad, moho o cualquier cosa que impida la correcta lectura del contenido.

Dubitativa abrió el libro y comenzó a revisarlo, intentando copiar los ademanes y movimientos que realizaba su compañero al inspeccionar.
El comerciante siguió trayendo más y más tomos, anotaba con suma paciencia los libros a los que ellos le daban el visto bueno.

- Estos aquí son de lo más primordiales de la alquimia- indicó la última tanda que dejó en el mostrador. Las tapas de ellos se daban a entender solos, gordos y decorados con sumo lujo de detalles.

- Coincido...- dijo él acariciando sus lomos. Hasta que de pronto desvió su atención hacia algo en la lejanía.

- ¿Qué ocurre?- preguntó Gardienne.

- ¿Qué hacen ellos aquí?- le preguntó al señor. Tanto él como Gardienne miraron a aquella dirección.

Con obesidad morbida y verrugas del tamaño de dedos, las dos macizas figuras se abrían paso entre los faeries. Más bien les hacían paso, ya que el olor que emanaban empezaba a darle arcadas a nuestros protagonistas.

- ¡Ogros de pantano! La primera vez que veo unos en esta región.

- Lo mismo digo- se apresuró Ezarel a sacar los maaná. Debatió consigo mismo si llevarse o no la última tanda - A la mierda, me llevo estos también- los acomodó rápidamente en el carrito y les colocó un impermeable encima.

- En total serían 50000 maaná.

El elfo casi le arrojó el dinero y emprendió el camino de vuelta, arrastrando a la desconcertada humana con el ligamento.

- ¿Qué ocurre? ¿son los ogros? ¿son peligrosos?

- Sí, para ti- le explicó sin gran detalle sacándose la chaqueta y tendiendosela sobre los hombros de ella.

- ¿Qué haces?- preguntó perpleja. Y aún más estupefacta estuvo cuando el elfo se refregó contra ella energéticamente.

- Te impregno mi olor, vamos- la soltó y caminó acrecentando la velocidad.

Con una gran tensión apretando sus nucas contemplaron la salida con alivio.

Un gran erupto rebotó por las paredes del callejón.

- ¿Qué ese olor tan rico?- preguntó con voz de ultratumba y burbujas de agua estancada.

Todos los poros de Gardienne se erizaron.

- Como tienen ese olfato con la peste que tienen- refunfuñó Ezarel por los bajos.

El elfo agarró el manulio del carro y juntos echaron a correr sin mirar atrás, sintiendo rebotar el suelo bajo sus pies. Gardienne se animó a mirar sobre su hombro, los ogros atravesaban la muchedumbre haciendo volar a las personas a golpes.

- ¡¡Corre!! ¡¡Corre!!- gritó desafinadamente utilizando todas sus fuerzas para empujar el carro.

- ¡Que piensas que hago!- le contestó él.

Finalmente lograron atravesar la pared con gran impulso, y al llegar al C.G. derraparon con un puesto de bayas ácidas.
Quedaron tendidos contra los cajones llenos de alimento.

Gardienne se arrodilló adolorida y miró a Ezarel, quien a su vez se estaba sentando.
Él había caído de cara contra las bayas, por lo que ahora, parecía un payaso.

- ¿Q-qué te pasa?- preguntó quitándose la pegajosidad en su rostro.

- Pareces cagado por un Bowsa- rió.

En venganza él le arrojó un puñado de bayas a la cabeza

- ¡¡Wah!! ¿Qué te pasa?- quejó intentando limpiarse.

- Así vamos combinados- le sonrió elocuente.

- Ejem- tosió la joven comerciante. Ambos voltearlo a verla con sus sonrisas más genuinas.

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- No puedo creer que gastamos 1000 maaná en dos racimos de bayas ácidas- comentó indignada Gardienne, quitandole el impermeable al carrito.

Ya se encontraban en la sala de alquimia, listos para una larga tarde de acomodar libros y pegar marcadores.

- Que más da...- dijo él tomando un tomo y empezó a pasar las páginas.

Ella echó un vistazo general a la colección y agarró uno cuya tapa le resultaba prestigiosa. Un enmarcado dorado complementaba su color azul. Unas elegantes letras escribían el título de la primer página "Las plantas Eldaryanas y sus  usos I". Al lado había una marchita de moho en forma de corazón, le pareció tan linda, que en vez de rascarla la acarició y la dejó allí mismo.

No pararon de ojear los libros hasta tarde por la noche.

Juntos. (Ezarel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora