Capítulo 5: Oro de Ley

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19 de Diciembre del 2018, 7:15 p.m.
Hotel "El Emporio", Acapulco.

   Una copa de vidrio se llenaba con el más fino licor que había en el hotel "Emporio" en las cercanías de la Diana. El gobernador Miguel Artudillo tomó del vaso y luego suspiró mientras miraba la gran televisión plana que había en la habitación.
   El hombre media menos de 1.70 metros de altura, su piel era morena clara y su cabello casi estaba por caerse en su totalidad; tenía una actitud bonachona y hasta cierto punto molesta ante otros.
   Volvió a darle otro trago al licor y luego se limpió el sudor.

   —Toda una tragedia... —susurró una voz joven y firme— ¿Desde hacía cuánto no ocurría un escenario tan desolador para el puerto? ¿1995?

   Un joven de altura considerable, más no grande, se puso detrás del sillón donde estaba el gobernador Artudillo. Vestido con un traje negro de corbata roja que combinaba a la perfección con su piel blanca y pálida, sus labios casi rosados y un par de ojos color cafés de una tonalidad más claras, casi parecían de miel.

   —Espero que tu padre tenga un muy buen plan... —contestó el gobernador dando otro trago al licor— No sé me ocurre ni un puto milagro para que la prensa no venga a matarme.

   —Claro que lo hay... —le dijo una chica apoyada sobre una ventana mientras veía las ambulancias y camiones de bomberos pasar por la avenida— Dígame, señor Artudillo...

   La chica giró, mostrando su rostro que notaba el recuerdo que tuvo con Sandy Valey en la noche de Palladium y la muerte de Santana.

   —¿Usted cree en los fantasmas? —le preguntó Trixie sonriendo.













Media hora antes...

   Sandy giró para darle un último golpe a un hombre de negro hasta dejarlo sangrando en el suelo.

   —¡Sandy! —gritó Héctor para saltar sobre Viridiana antes de que una ráfaga de balas los tocara.

   Valey sacó un cuchillo de su traje y lo lanzó con una precisión inhumana; el hombre de negro quedó en el suelo con un cuchillo en su frente.
   Héctor y Viridiana se pusieron de pie, sin embargo, un hombre de negro logró embestir a Héctor; el chico le gritó a Viridiana que corriera antes de que el hombre empezara a golpearlo.
   La chica corrió por todo el paseo del pescador hasta llegar a las cercanías de un malecón. Héctor seguía batallando con aquel hombre de negro que estuvo a punto de matarlo si Sandy no llegaba justo a tiempo para darle una patada en la cara que lo dejó inconsciente.
   Tendió una mano a Héctor y ambos miraban alrededor para luego subir a la motocicletas.

   —¡¿A dónde mierda vamos?! —le gritó Héctor exaltado.

   —¡Un prostíbulo sería una muy buena idea! —exclamó Sandy poniéndose el casco— ¡A tu casa! ¡Llévate a Viridiana!

   Ambos empezaron a moverse con bastante velocidad, Sandy se deslizó para tomar una especie de palanca que estaba cerca de una caja, justo a lado de lo que parecía ser un taller para los yates.
   Siguieron en movimiento hasta que Héctor y Sandy lograron tomar a Viridiana, el chico del saco negro subió a Gómez de un movimiento que la asustó; en cuestión de segundos ya estaba abrazando el vientre de Héctor con total pánico.

   —¡Entren por los maxi-túneles que dan para-! —intentó explicar Sandy antes de que subieran por una colina empinada.

   Otro par de motocicletas bajaron y casi embestían a Héctor, pero Sandy se interpuso y con un pie hizo a un lado a la primer motocicleta.

La Masacre de Wayne²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora