Nuestra pequeña Roma

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Hay un refrán muy famoso que dice: ''Todos los caminos conducen a Roma.'' Yo creo que todos hemos visitado esta famosa ciudad o nos hemos sentido ser parte de ella. El sentirnos estar en ruinas, pero a la vez ser una historia que necesita ser contada.

Quizás por eso solo conozco este lugar. Pues me acostumbre a sus paisajes arruinados, a su gente, al sonido del aire que sopla entre las grietas, a las noches estrelladas, a su oscuridad, al sentir el frío de las rocas al pasar la noche. Supongo que me sentía en casa. ¿Quién no se acuerda de ese lugar que le hemos llamado hogar durante años?

Podéis llamarme Roma, pues esta historia va más allá que de una sola persona. Soy un montón de ruinas. Pero igual que la ciudad no empece estando rota. Era un templo, un coliseo. Lleno de emociones, como los de antes. Llena de gente eufórica viendo luchar hasta dejarse la piel en cada segundo. Esa era yo, era mi yo interior. Hasta que un día todo cambió. Supongo que me sentía igual que cuando mataban a tu gladiador favorito. Destrozada, dolida y llena por dentro de rabia de no poder hacer nada para ayudarlo, ¿Te imaginas ser alguien del público que saltara para estar dentro y ayudar sabiendo que morirías en el intento? Yo no sería capaz de entrar y verme rodeada de gente gritando, queriendo más sangre. Lo más triste es saber que mi gladiador favorito era yo... y no pude hacer nada para salvarme. ¿Pero como paso todo? ¿Qué hice para estar en esa situación?

Aquí sin más dilación. Bienvenido o bienvenida a mi historia. Tomate un café, un té o hasta una coca-cola pues esto va para largo.

Yo era una niña acostumbrada a estar en Roma, a no conocer más allá del horizonte. Pero no me importaba, me encantaban sus paisajes. Subirme a lo más alto y sentir el aire y ver como el viento movía mi pelo. Esa sensación de tener el mundo bajo mis pies. Es maravilloso ¿No crees?

Pero un día estando en lo más alto, conocí a alguien. Y me di cuenta de que el mundo ya no me parecía tan grande, me miró y me dijo que construiría un coliseo y que todo el mundo lo adoraría. Yo me limité a sonreír, y sin mirarle a los ojos pues estaba concentrada en no caerme.

— ¿Para qué quieres la aprobación del mundo cuándo, el mundo siempre termina cambiando a nuestro al rededor? — Dije con una media sonrisa.

— ¿Sin el mundo que seriamos nosotros? ¿Acaso no estamos hechos de la gente que nos rodea? — Dijo Kaos devolviendome la sonrisa.

Supongo que un ápice de verdad tenía. Por desgracia nosotros estamos hechos de las personas que más amamos y aprendemos de las que más nos hacen daño. Y es que ¿alguna vez se te ha pegado una palabra de tu mejor amiga o amigo? ¿O una manía que tenga tus padres? ¿O te han dicho algo que te recordara a esa persona que te traiciono? Nosotros estamos hechos de ellos. Somos un mosaico de la gente que queremos y a la vez de la gente que nos destroza.

Él solo se limitó a mirarme, ya que no pronunciaba ninguna respuesta. Sentía que no tenía nada que decir, pero él no quería terminar así.

—¿Cómo te llamas?

— Mi nombre es Roma.

— ¿Crees realmente que Roma se construyo en un día? - Dijo Kaos intrigado.

— ¿Por qué lo preguntas? — Le dije extrañada pues era un simple desconocido.

— Solo quiero saber tu opinión — Me respondió inocentemente.

—Todo necesita un tiempo, hasta lo que pensamos que ya está hecho en un solo día.

—¿Y tú cuanto tiempo tardaste en construirte?

Era algo raro pues ¿Cuánto tarda una persona en construirse? ¿9 meses, 5 años, 25,  30, 90, 100? ¿Cuándo se sabe? ¿Cómo estamos seguros? Era algo que no podía responder con cierta certeza pues siempre me sentí incompleta, insegura ¿acaso podríamos decir, que así nos quedamos? Yo sentía que me construía a diario, pero que cada día era diferente, unos días me gustaba construirme como si fuera necesaria como el agua, otros frágiles como el cristal, fuerte como el diamante o a veces me construía siendo todas a la vez ¿Como explicar a alguien, que tú eres todo eso, pero que había días en los que la vida te destruye, y no quieres construirte de nuevo?.

—Supongo que siento que me tengo que construir a diario aun que a veces lo que construyo sea un caos. — Dije con un ápice de tristeza.

—Así es como me llamo.

— ¿Cómo?''— Dije sorprendida

— Mi nombre es Kaos — Dijo echándose su pelo negro para atrás.

—No puede ser — Dije entre risas pues sentía que ese nombre era imposible que fuera real.

—No me creas, total la gente dice que parezco bueno y que ese nombre no pega conmigo.

Me giré al verle, pues sentía curiosidad sobre Kaos, era de estatura mediana, con el pelo negro corto azabache, y unos ojos marrones grandes. Cuando decidí contestarle, sentí que me resbalaba, pues las piedras empezaron a desvanecerse y sus restos caían por el precipicio. El corazón me empezó a latir con más fuerza pues creía que caía. Hasta que él me agarro de la mano y yo caí bajo sus pies.

—Tranquila te he salvado. — Dijo decidido.

Mientras yo seguía perdida y confusa en su mirada. Y aquí señores y señoras cometí mi error. Mi primer y no último error. Confíe en un desconocido  que por el simple hecho de decirme que su nombre no pegaba con él le creí. ¿Quién no comete errores?

—Tengo que irme pues tengo que construir mi coliseo, que obviamente no se construye en un día, pero si fuera posible me gustaría verte cada día. — Me dijo con una sonrisa picaresca. Yo me limité a sonreír, a veces con una sonrisa podemos contestar y de diferentes maneras y hasta le podemos cambiar el significado. Mi sonrisa era honesta era un 'yo también quiero'.

Volví a casa, y no paraba de darle vueltas ¿A caso todo fue una coincidencia? Si no hubiera estado él allí me hubiera caído, quizás hubiera muerto o me hubiera hecho tanto daño que pudiera haberme roto algún hueso. A veces lo único que queremos hacer es autoconvencernos y darnos la razón a toda costa, ¿Pero qué es lo que me hizo caer? Fue en el momento que me gire al verle, me desconcentre de lo que estaba haciendo. Sin darle importancia de que perder la vista a lo que hacía era tan peligroso que me pudiera haber muerto en el intento. No era echarle la culpa a que él estuviera ahí. Me autoculpaba, pues no mire primero por mí, por mirarle a él primero y darle más importancia que a mi misma casi había costado mi vida. Pero lo más trágico es que esto era el principio de una guerra que tenía perdida de hace siglos. Pues como decir que nunca vas a ver a esa persona más. Cuando Roma no es tan grande como parece.

Sentirte en ruinas como RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora