Lo desconocido

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- ¿Donde vamos? - Dijo Roma confundida.

- No te voy a matar asi que relajate - Dijo Caos con una sonrisa y un tono ironico.

- ¿Pero no sientes, que nos estamos alejando mucho?

- Bueno... a veces en la vida tienes que tomar algun riesgo, y eso tambien entra en que haya que alejarse un poco para conocerse uno mismo mejor.

- Eso no tiene sentido yo soy siempre la misma, estando cerca como estando lejos.

- ¿Eso crees?

- Claro. -Dijo decidida.

- ¿Entonces de que tienes miedo?

- No tengo miedo.

- Pues entonces sigueme.

Cada vez era mas oscuro todo, las calles estaban frías, no habia nadie en la zona, solo iluminaba el camino las luces interiores de las casas. Cada vez que veía por una ventana me acordaba de mis padres... deberian estar muy preocupados. Pero no podía quedarme con la curiosidad, tenía que entenderle a que se referia, quería saber quien era. Nos quedamos callados hasta que despues de media hora, en ese momento empece a ver algo, empece a escuchar musica, y un monton de fogatas iluminaban el camino. te Te guiaban para que las siguieras. Empece a sonreir, realmente me quede embobada por la escena.

-¿Te gusta? -Dijo Caos con una sonrisa de medio lado.

- Me encanta - Dijo Jasmine agarrandole de la mano para ir mas rapido. Quería conocer ese lugar, quería conocer Roma en su totalidad.

Llegamos el lugar estaba rodeado de gente. estaban bebiendo, bailando. Eran felices o eso pensaba pues la felicidad que mostraban eran solo exterior. La musica se escuchaba alta asi que para comunicarte tenias que acercarte al oído de la persona que querías comunicarte. Era hermoso ver esas chispas de fuego volar por el aire. Era una fiesta y a mi me encantaba divertirme.

- Venga vamos a tomar algo - Dijo Caos

- ¿Es seguro?

- Roma, tienes que despejar tu mente, relajate y disfruta tomando tus propias decisiones.

- Bueno... un día es un día ¿no?

- Asi me gusta, voy a por bebida y vuelvo.

Cerré los ojos y me dejé llevar. Me sentía una más. Me balanceaba al ritmo de la música, por un momento deje de ser yo, deje de ser esa chica que tanto le preocupaba lo que la gente opinaba, me despreocupe por buscar esa "perfeccion".

- Gracias - Le dije abrazandole por fin al ver que se acercaba con la bebida.

- Gracias ¿Por qué?

¿Cómo explicarle el por qué le estaba agradeciendo? Era algo extraño. Supongo que solo me entenderán aquellas personas con baja autoestima. Llevaba tanto tiempo pensando en lo insignificante que era, que se me había olvidado como era vivir. Como era sonreír de verdad... entonces mi respuesta a aquella pregunta, hizo que sintiera un nudo en la garganta y esa era señal... la señal de que vendría un llanto, y así fue. Empecé a llorar. Él no se pudo quedar inmóvil, me tomó de la mano y me sentó encima suya y me dio un abrazo.

- Nunca permitiré que sufras. Siempre estaré a tu lado.

- ¿Me lo prometes?

- Por supuesto, yo te protegeré.

En ese momento caí rendida a sus pies. No quería despertar de ese sueño, quería en ese momento que se parara el tiempo y fuéramos solo nosotros dos.

Entonces sucedió. Sucedió ese pacto que se firmó con sus labios. Nos besamos. Y para lo que algunos era un simple beso para mi era un "te doy mi vida". Pero maldita mi inseguridad que me creía tan poca cosa. Que no era capaz de disfrutar de las pequeñas cosas y en ese momento mi inseguridad salió, a la velocidad que se escuchaban las señales de alarma que estábamos a punto de entrar en una batalla.

- Me tengo que ir a casa.

- Pero... ¿es por mi culpa?

- No... solo que tengo que volver a casa.

- Lo siento, no tenía que haberte besado. Soy un imbecil.

- No eres un imbecil.

- Entonces ¿Es correspondido?

- Te diré lo más sensato que puedo decir en este momento... Las relaciones son de dos pero con el miedo que tengo seríamos tres y nunca funcionaría.

- Pero ¿Miedo a qué?

- Por favor llévame a casa - Dije con lágrimas en los ojos.

- Claro te llevo a casa - Dijo sin comprender nada de lo que había pasado.

Caminamos de regreso a casa, yo estaba con la cabeza bajada, avergonzada. No podía dejar de pensar que ese fue mi primer beso.

- Sabes yo no te haría daño, yo no soy como esos chicos.

- ¿Y cómo son esos chicos?

- Unos completos imbeciles. Yo no te haría daño.

- Tú eres diferente ¿cierto?

- Te lo demostrare, si me das una oportunidad para hacerlo.

Yo le sonreí, tímidamente. Pero por dentro me sentía amada, me sentía como en una nube, como un sueño hecho realidad. De repente me dio la mano y sentí que jamás queria soltarla. Que seríamos los dos contra el mundo. Seguimos caminando hasta que de repente, alguien nos agarro del hombro a ambos y al girarnos...

Sentirte en ruinas como RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora