Un paso hacia Roma

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La luz de la ventana era mi alarma favorita. Es una maravilla abrir los ojos y descubrir que no todo es oscuridad, que la vida esta llena de colores. Aun que a veces, veamos la vida en tono sepia. Me vestí y bajé las escaleras donde se encontraba mi familia.

Todo estaba organizado, como siempre. Vivimos todos en una rutina, pero no me importa porque, me pasaría toda mi vida y no me cansaría de ella.

Mis padres eran los mejores padres que una hija pudiera tener. Mi madre se desvive por sus hijos y quiere que nunca les falte de nada en sentido emocional, ni en sentido físico. Mi padre es un guerrero importante del ejército romano, peleaba en las batallas más duras. Nunca se rinde. Él siempre nos dice: 'La verdadera guerra que tenemos que ganar, es vivir. Y las demás, evitar que nos maten.' Yo me quedó fascinada con ellos, los quiero mucho. También tengo un hermano mayor, nos pasamos la vida discutiendo, pero, nos queremos es una relación amor y odio. Pero tenemos claro una cosa que siempre estaríamos dispuestos a echar una mano.

Termine de desayunar, me levante de la mesa di un beso tierno a cada uno pues estaba dispuesta a salir a la calle. Antes de salir por la puerta me quede mirándoles un par de segundos. Era una chica muy afortunada. Pero sentía algo dentro de mí, algo que me envenenaba. Pues a veces quería gritar. Pero no me atrevía, ya que me sentía incapaz de pedir ayuda. '¿Por qué?' Era la pregunta que siempre rondaba por mi cabeza.

Supongo que todo empezó cuando era pequeña. Mi hermano sufrió un accidente. Yo era pequeña, pero sentía lo que pasaba, veía en sus caras la preocupación y la tristeza. Tanto de mis padres como la de mi hermano. Buscaron los mejores médico de toda Roma, pero la recuperación sería lenta. ¿Cómo te sentirías si vieras a tu hijo en esas condiciones? ¿O cómo, te sentirías viendo a tus padres preocupados, y con el corazón devastado, por qué quieren aliviar tu dolor? Yo necesitaba respirar, salir de esa situación. Así que, tome la decisión de salir un rato, necesitaba huir del problema, pero cuando el problema es interno te seguirá allá donde vayas.

Me encanta dar un paseo, poder dejar volar mi imaginación y quitar cualquier problema que tuviera mi familia aun que la realidad fuera otra cruda verdad. Caminando por la calle me encontraba con mis vecinos que rápidamente me decían inocentemente: 'Tienes que portarte bien ahora'. 'Ser obediente'. 'Tus padres tienen ya mucho trabajo'. 'Sigue siendo así de buena'. Esos comentarios que pensaba que eran puntuales se hicieron habituales. Quizás para el resto fueron simples palabras y pensaron que caerían en un saco roto, pues a mí me encantaba la rebeldía, ser un alma libre. Pero esas palabras se volvieron para mí, una jaula. Para mí era la búsqueda de la perfección inexistente. Tenía que ser la perfecta hija costara lo que costara. La fuerte, la que podía con cualquier problema.

La perfecion se volvio mi espejismo, pues al principio buscaba la perfeccion en lo interior, el no causar problemas, el callarme las cosas, el morirme por dentro si hiciera falta. Pero poco a poco se volvio en buscar la perfecion absoluta en tambien lo exterior. Cabe mi propia tumba sin ni siquiera pensar en como matarme. Quizas por eso me dolio más pues no me pude dar ese luto que necesitaba.

Escuchaba insultos sobre mi fisico día tras día pues no era lo que esperaban de mi, esa chica con ojos grandes, con pestañas largas, pelo perfecto, arreglado y sano, con pecho grande, espalda delgada y grandes caderas, con piernas y brazos delgados y uñas siempre bien hechas. Yo no era así, yo no cumplo esos estereotipos que me metí en la cabeza pensando que todos los cuerpos eran validos excepto el mió.

Maldigo el momento que empece a odiar comer, que me mataba intentando saltarme comidas, intentando comer lo minimo para terminar atracando con todo lo que viera a mi paso, transformando mis miedos en monstruos, en monstruos que no me dejaban vivir, que ya no comía pensando en que es una necesidad, que se convirtio en un 'no me lo merezco'. Intentando desafiar mi cuerpo pensando que llorar por las noches pensando en el hambre y soñando que comía era normal. Pues me volvi adicta autolesionarme tanto emocionalmente como fisicamente.

No estaba preparada a amar a nadie, pues no me amaba y aun asi sigo sin amarme. ¿Cómo puedes amar a alguien si tu misma no te amas?

Os cuento todo mi ser, porque quiero que entendais esta historia. Que yo estaba batallando con mas luchas de las que podía aguantar... mis luchas internas y la culpable era yo, era yo por no pedir ayuda, que no estoy culpando a nadie, que nadie es mi cabeza de turco mas bien fui yo quien puso mi cabeza en esa estaca solo por intentar callar esas voces, esas voces que alimenté, esas voces que escucho en mi cabeza. Esas voces que quiero callar, pero no puedo... porque cada vez se hacen mas fuertes. Que esas voces las callaba cortandome, haciendome daño, a lo que tú llamabas 'mi manera de llamar la atención', pero ahora no... ahora he sentido que no puedo, que ya no consigo callarlas más.

Seguía caminando por las calles de Roma, sus suelos de rocas, mis sandalias destrozadas por el calor abrasador que desprendían las piedras. Miraba al cielo pensando que insignificantes somos. Estaba sumergida en mis pensamientos, me preguntaba que había más allá de estas murallas, de esta Roma que se me había quedado pequeña... Hasta que una voz me distrajo, su voz... un amuleto que me hechizaba.

— No pensé en verte tan pronto — Dijo Kaos con una sonrisa de medio lado.

— Ka-os — Dije tímidamente con mi flequillo echado para adelante.

— No sabía que las oraciones eran contestadas tan rapidamente — Dijo él echándome el flequillo hacia un lado. 

— ¿A qué te refieres? — Dije extrañada.

— Le pedí a Dios que tenía que encontrarte y ahora estás aquí — Dijo Kaos.

Como si fuera la única mujer en toda roma. Así es como me sentía ahora mismo. Una obra de arte valiosa, una diosa romana, una guerrera que acaba de ganar una batalla, orgullosa de sí misma.

— ¿Pero qué quieres hacer? Por qué si querías encontrarme, sería por un motivo—  Dije segura de mi misma. Por un momento volvía a tener el control. Volvía a tener los pies en el suelo.

— Quiero enseñarte Roma - Dijo Kaos ofreciéndome su mano.

— ¿Roma? Llevo toda mi vida aquí, conozco cada calle, cada parque, cada gente, cada monumento, ¿Qué puedes enseñarme que yo no conozca?— Dije con un tono irónico.

— Quiero  enseñarte otra manera de vivir en Roma — Dijo Kaos.

— ¿A caso se puede vivir de otra manera? — Dije extrañada.

—¿Confías en mí? — Dijo mientras seguía ofreciéndome su mano. Y acepte pues le agarre la mano y estaba dispuesta a no soltarla.

Acepte... como si hubiera vendido mi alma, pensando que conocería más allá. Que pudiera ver aquello que es imprescindible para los ojos. Acepte sin ver las consecuencias, simplemente confiando en alguien que no conocía, pero me hacía sentir como si le conociera de toda la vida. ¿Te has sentido alguna vez así con alguien? Dar tus alas alguien y pensar que te sostendría toda tu vida. Yo en un instante le entregué mi vida sin saber el alto precio que iba a tener que pagar. Pues si fue verdad que me enseño Roma... pero no me enseño la ciudad... Me enseño, una parte de mí que nunca pensé que tendía.

Sentirte en ruinas como RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora