Aquí me quedo

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Don Beto, el señor de la tienda dejó entristecidos a todos sus clientes, ya no veremos de nuevo a aquel singular señor con bigote gracioso despachando con una gran sonrisa.

Niños que comenzarán a sentir frío por la ausencia de esos padres que ya no están. El hogar ya no será el mismo.

O como yo, que perdí al amor de mi vida y que por esa despedida tuve que sacar fuerzas de lugares recónditos por el bien de mis 2 hijas.

Fue frustrante perderla, ver como poco a poco se consumía a mi lado, como poco a poco su brillo se perdía.

Nos contagiamos ambos, fue una lucha brutal por seguir vivos, fue como si fuésemos 2 contra todo un ejército invisible, una lucha con el amor como motor.

Recuerdo cuando su salud empeoró, estábamos en la sala, intentando jalar aire a nuestros añejados pulmones que en ese momento eran campos de guerra.

Mi chaparra comenzó a delirar, diciendo cosas que no comprendía, realmente me asustó porque no sabía que tenía. La vi débil, pálida y sin fuerzas. No lo pensé y rápido la llevé al hospital. Fue como caminar con vidrios en los pulmones pero era capaz de todo por ella.

Una vez en el hospital, nos separaron, ella tenia que estar en cuidados especiales, la podía ver desde uno de los pasillos, la vi sentada con el oxigeno postrado a un lado suyo, mirándome complaciente y señalándome con su mano que me fuera a descansar. Pero yo le decía de igual forma, con lenguaje corporal que no, que aquí me quedaba. 

-Ya vete a descansar mi amor. —Imaginé que me decía tras aquella separación de vidrio.

-Aquí me quedo. —Señalé con mi dedo índice el suelo— No me iré hasta que me digan que estas mejor. 

-Ya vete mi amor... —Sus lagrimas salían y su expresión se transformó en dolor.

-¡Aquí me quedó! —Señalé de nuevo con mi dedo índice el suelo— 

Juro que con su mirada me decía te amo, esa dulce mirada y esa sonrisa tan cálida.

-Ya vete mi amor... 

Su mirada me decía que realmente me tenía que ir, que no era lugar para mi... pero ¿Cómo podía dejarla? 

-¡NO! ¡YO AQUÍ ME QUEDO!

Y me quedé, no como tenía pensado, me quedé sin ella, y ahora creo que a lo que se refería era a que me fuera a vivir la vida que me quedaba, que me fuera a cuidar a nuestras princesas, que me fuera, aunque con el corazón roto, por el bien de ellas, que  me fuera porque ella me iba a estar esperando en aquel lugar en el cual tanto creía, tal vez en nuestra casa celestial, tal vez cuidando a muchos niños, tal vez con los brazos abiertos con una mesa llena de velas para tener una larga platica y solo tal vez, con vasos llenos de refresco como en los viejos tiempos. 




Palabras muertasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora