Tercera parte

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Echaba tanto de menos el salir que todo el trayecto de su casa al lago lo disfrutó como nunca, le daba la sensación de que había estado encerrado por años y no por tres meses. Fenrir iba también bastante contento de poder salir como estaba acostumbrado, y no es que no pudiera salir por el clima, después de todo era un lobo y estaba más que adecuado para esa clase de climas y mucho más, pero Jacob realmente aún tenía algo de temor por lo ocurrido con aquellos tipos que no quería dejar a su fiel compañero sin su supervisión.
Tras andar un buen rato por entre aquel denso y hermoso bosque, ambos al fin llegaron al lago y sin esperar demasiado Jacob empezó a preparar todo lo que había llevado para pasar la mayor parte de día ahí. Extendiendo una gruesa manta que había confeccionado él mismo, colocó sobre ella los bocadillos que preparó y se sentó para comenzar a alistar la caña de pescar. Mientras se ocupaba de eso Fenrir corría de un lado a otro como un cachorro lleno de energía, hasta el momento en el que encontró una rama de árbol y empezó a jugar con ella.
Jacob veía feliz como el enorme lobo de pelaje negro brincaba de un lado al otro lanzando la rama de árbol al aire y atrapadola nuevamente. Luego de unos minutos de estar preparando la carnada, al fin echó el sedal al agua y espero pacientemente mientras tarareaba una vieja canción que le había enseñado un excompañero del ejército.

Estando tan concentrado en su tarea de atrapar peces, Jacob había perdido por completo la noción del tiempo, al punto en que incluso nisiquiera se percató de que Ferir jugaba con alguien. El enorme lobo corría de un punto a otro saltando muy alto en el aire para después ir de regreso. Tras sacar su tercer pescado, el joven inglés volteó y vio como su compañero corría a toda velocidad y saltaba para atrapar la rama en el aire, y fue tras un par de segundos que al fin pudo hacer la conexión de todo ¿quién estaba lanzado la rama para que Fenrir la atrapara? Entonces sus ojos se dirigieron hasta aquel punto y ahí estaba, en la línea de árboles yacia de pie Flama, quien lanzaba una y otra vez la rama de árbol para que Fenrir fuera por ella. Atónito se quedó viendo la curiosa escena hasta que sus ojos se encontraron con los del imponente ser que simplemente se limitó a hacer un leve movimiento con la cabeza a manera de saludo.

—¿Cuánto tiempo lleva ahí? —se preguntó en voz baja mientras respondía el saludo con un movimiento de cabeza similar.

Luego de haberse dado cuenta de eso, Fenrir regresó de nuevo hacia Flama con la rama entre sus enormes fauces y se sentó frente a él moviendo la cola de arriba abajo. El enorme ser se arrodilló y acarició a Fenrir con bastante cariño, para después señalar en dirección a Jacob quien seguía mirando todo bastante atento. Tras eso Fenrir se levantó y camino tranquilo hasta donde su dueño se encontraba, echándose junto a él nada más al llegar y comenzar a mordisquear la rama. Mientras Flama se daba media vuelta y se perdía entre la espesura del bosque. Por su parte Jacob se quedó viendo a ese punto por un buen rato mientras sus neuronas intentaban procesar toda la información recibida a través de sus ojos, al menos hasta que el jalón de la caña de pescar lo regresó a la realidad.

Mientras Jacob y Fenrir seguían pasando el día en el lago disfrutando del buen tiempo, Jacob no dejaba de pensar en la escena que presenció horas atrás; recordaba vividamente los primeros encuentros con Flama, el como lo había perseguido aquella vez y en la que creyó que era su fin, para después ver como ayudaba a aquel lobezno y por último como había salvado la vida de Fenrir. Todas esas imágenes más un montón de preguntas le daban vueltas en la cabeza una y otra vez, hasta el punto que se sintió un poco aturdido.

—A cada día que pasa, tengo más dudas sobre qué es y que hace aquí —dijo mientras miraba atentamente su reflejo en el agua.

Tras un par de horas más en aquel sitio, finalmente decidió regresar a casa; llevaba los peces a cuestas junto con su caña y todo lo que había llevado, caminaba aún algo pensativo mientras Fenrir iba a su lado bastante tranquilo pero de alguna forma se le veía diferente, tanto que Jacob creía firmemente que el haber jugado de esa forma con Flama le había hecho que se llenara de alegría.

Al pasar algunos días, Jacob no podía dejar de pensar en eso, por alguna razón era lo único que rondaba por su cabeza y siempre que tenía la oportunidad se asomaba por alguna de las ventanas para ver si de casualidad lo veía, pero para su mala suerte no eras así. Parecía ser que esos días eran en los que Flama desaparecía por sabra él que motivos, por lo cual optó por intentar ocupar su mente en otras cosas y dejar el tema por la paz.
Curiosamente no le costó mucho, esos días su tiempo se ocupó en el pequeño huerto que tenía y del que además estaba bastante orgulloso. Sus pequeñas cosechas de variadas verduras le permitían poder experimentar un poco en la cocina; claramente no era un cocinero profesional, pero eso no lo detenía para seguir intentando y mejorar, lo cual sin duda hizo ya que como decían “La práctica hace al maestro".

Un día temprano por la mañana, Jacob fue despertado por el intenso ruido de la lluvia golpeando todo lo que se encontraba a su paso. Al ir a la cocina y mirar por la ventana se percató de que era una fuerte tormenta y parecía que ya tenía un buen rato lloviendo. Con tal escena llevándose acabo afuera, sabía bien que no haría mucho.

—Bueno, de cualquier forma siempre se puede hacer mucho aquí adentro ¿no amigo? —dijo, mientras volteaba a ver a su compañero quien estaba echado muy a gusto bajo la mesa.

Todo fue tranquilo, preparó el desayuno,  se puso a arreglar un par de cosas, acomodo otras tantas, se puso a limpiar su rifle para después sentarse a leer un rato un viejo libro que ya había leído tantas veces que ya ni recordaba cuantas. Así estuvo hasta que su estómago le recordó que debía alimentarlo otra vez, por lo que Jacob se puso de pie y tras estirarse un poco se dispuso a ir y preparar algo.
Mientras cortaba algunas verduras y carne para preparar un estofado, que sin duda era perfecto para disfrutar en días como ese, Jacob de pronto volteó hacia la ventana, no supo porque, fue como si sus ojos hubieran sido atraídos como un imán, entonces lo vio, vio ese cuerpo resplandeciente caminar por entre los árboles a la distancia para verlo perderse en la espesura del bosque unos segundos después. Por alguna razón eso le hizo sentir mejor, como si luego de días al fin se sintiera completo, extraño, sí, pero así era como lo sentía.
Luego de que Flama hubiera regresado, la rutina lo hizo también, cada ciertos días volvía a aparecer a la entrada aquella peculiar canasta de corteza de árbol llena de bayas, setas y otras cosas. Era ya una especie de ritual; Jacob la tomaba y simplemente cuando quería más de aquellos presentes dejaba la canasta vacía en la entrada y a los días volvía aparecer repleta. También volvieron los saludos cada vez que Jacob lo veía, hasta que en una de esas ocasiones esa rutina dio un giro que casi le ocasiona un infarto al joven inglés.

—Buenos días —dijo como de costumbre cuando lo vio de pie contra un árbol.

—Buenos días —le respondió con una voz cavernosa y tan inusual que reverberó por todos lados.

Al escuchar eso Jacob se puso pálido como una hoja de papel, su corazón empezó a latir como un loco haciendo que su pulso se acelerara, incluso sintió que estaba a punto de desmayarse de la impresión. Pero por suerte no fue así, tardó un momento en recobrar un poco la compostura, pero aún así las palabras no le salían, sólo se quedaba viendo a aquel ser que tiempo atrás creía que no tenía la facultad de hablar y que ahora luego de tantos saludos le había respondido. Entonces vio como Flama se giraba y empezaba a caminar hacia el interior del bosque, Jacob quiso detenerlo, decirle algo más, pero simplemente no pudo, parecía que su cerebro seguía desconectado por la anterior impresión, por lo que le fue imposible hacer algo más que observar como se alejaba.
Cuando al fin lo perdió de vista, fue que cayó de espaldas, como si alguna clase de hechizo hubiera perdido su efecto. Su latir, pulso y respiración se normalizaron y el color le volvió al rostro, pero se quedó ahí sentado en el suelo intententado procesar todo. Pero ¿Cómo? ¿En verdad sabía hablar?¿Entonces qué era realmente? ¿Podía mantener una conversación normal? ¿Querria tener una conversación con él? Un montón de preguntas se formaron y agolparon en su mente dejándolo aturdido otra vez.

Los días siguientes se la pasaba observando por la ventana para ver si lograba divisar a Flama e ir a hablar con él, o al menos averiguar si podía hacerlo, porque a ese punto comenzaba a dudar de su cordura y de si mismo. Cuando lo veía, quería salir corriendo a su encuentro, pero no podía, una parte de él se quedaba paralizado y al final no hacía nada, se frustraba consigo mismo por eso, y así fue durante días. Incluso dados los hechos, Jacob había empezado a tener sueños raros al respecto, por lo que se despertaba a mitad de la noche completamente sobresaltado, y todo eso no hacía más que ponerlo algo irritado y frustrado, por lo que luego de meditarlo y de armarse de valor, finalmente decidió hacerlo.

—Muy bien, muy bien, vamos, tú puedes —se decía una y otra vez a si mismo como si de una especie de mantra se tratara.

Por esa actitud tan extraña que había estado teniendo, Fenrir se le quedaba viendo como si creyera que su amo se hubiese vuelto completamente loco. Y bueno ¿quien podía culparlo?, quien lo viera así pensaría exactamente lo mismo.
Ese día como todos los anteriores, Jacob miraba por la ventana atentamente a cualquier movimiento, ya que en cuanto lo viera iba a salí corriendo a su encuentro, y contra todo pronóstico así fue. En cuanto lo vio caminar por entre la línea del bosque salió disparado como un loco y por tal actitud Fenrir salió tras él.

—¡Hey! ¡espera! —exclamaba para llama la atención de Flama mientras corría a su encuentro.

Al escucharlo Flama detuvo su andar y volteó o verlo, ladeo la cabeza hacia la derecha y se le quedó viendo con esos extraños pero fascinantes ojos llameantes. Jacob se quedó un poco hipnotizado por esos ojos, pero un golpe en su costado por parte de Fenrir le hizo reaccionar. Jacob volteo a verlo, luego regreso su vista a Flama quien seguía ahí de pie totalmente imponente en su enorme altura aún viéndolo. Jacob tragó saliva e intentó poner sus ideas en orden.

—Eh... yo... umm... ¿puedes hablar? —preguntó bastante nervioso, sentía como un sudor frío le bajaba por la espalda y como sus manos temblaban un poco y estaban empapadas también de sudor.

—Sí, puedo hablar —respondió Flama con esa cavernosa voz que reverberó por todo el cuerpo de Jacob.

Otra vez sintió un montón de sensaciones, pero esta vez se controló, necesitaba saber más, quería hacerle un montón de preguntas, pero se detuvo ya que no tenía idea de si la conversación seguiría o si llegaría a algún lado.

—¿Por... por qué no lo dijiste antes? —preguntó inseguro.

—No preguntaste —le respondió de forma muy casual.

Jacob se quedó sin palabras por un momento ya que era algo tan pero tan obvio y sencillo que lo había pasado completamente por alto, y por eso justamente en ese instante quería darse de topes contra un árbol o una roca.

—¿Podemos hablar? —preguntó, temiendo un poco por la respuesta.

—Sí —le respondió tranquilamente.

Pensó en comenzar por lo más básico de una conversación, y después ir por las preguntas que más le estaban carcomiendo por la curiosidad.

—Bien, primero que nada, me llamo Jacob, Jacob Frye, un gusto ¿tú cómo te llamas? —dijo de forma bastante educada, todo un ejemplo de galantería inglesa.

—Un gusto Jacob Frye —respondió de forma inusualmente educada— Yo, no puedo decirte mi nombre.

—¿Y eso por qué? —preguntó intrigado.

—Porque no serviría de nada, no podrías pronunciarlo, además de que no tendría sentido para ti ya que es en una lengua antigua —respondió tranquilo.

—¿Entonces cómo puedo llamarte? —preguntó ya que consideraba incorrecto decirle "Flama" luego de saber que no era simplemente un ser salvaje y sin raciocinio.

—Eso lo dejo a tu consideración —dijo.

Jacob lo pensó por un instante pero no se le ocurría nada en el momento, además de que creía que no podía decirle de cualquier forma, sin duda mejor lo iba a meditar con más calma.

—Está bien, y dime... ¿por qué estás aquí? —eso sin duda le carcomida por dentro, hasta ese punto Jacob seguía considerando que quien tenía en frente podría ser un demonio.

—Éste es mi hogar, aquí vivo —le respondió tranquilamente.

—¿Qué eres? —preguntó al fin, necesitaba saberlo.

—¿Qué soy? Soy... —se detuvo y volteó hacia atrás.

Jacob lo seguía mirando esperando la respuesta, pero entonces varios sonidos se hicieron presentes, entre ellos los rugidos que parecían ser de un oso, entonces Flama volvió de nuevo su atención hacia Jacob.

—Debo irme, hasta luego Jacob Frye —le dijo mientras se daba media vuelta y caminaba hacia lo profundo del bosque como era de costumbre.

Quiso detenerlo, pero no lo hizo, simplemente se quedó de pie mientras lo seguía con la mirada y con aquella extraña sensación en el cuerpo que le había dejado la forma en la que su nombre sonaba con aquella imponente voz salida de su aún más imponente interlocutor.

Into the Eternal FireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora