Quinta parte

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A cada día que llegaba y se iba, Jacob esperaba que fuera uno en los cuales podía tener alguna otra charla con Dante; desde aquella tarde que tuvo que salir corriendo y alejarse para evitar un muy seguramente nada agradable encuentro con aquel oso que se propuso atacarlo por sabra que motivo, ya no volvió que encontrase con su ahora “amigo". O al menos eso pensaba el joven inglés, ya que era lo más cercano que tenia, obviamente aparte de Fenrir, pero claramente con su lobuno amigo no podía mantener una conversación.

Ahora más que nunca se la pasaba mirando por la ventana cuando estaba dentro de la casa para ver si divisaba el característico resplandor del otro, o cuando estaba fuera esperaba percibir ese peculiar olor a quemado que ya tenía más que bien grabado en la memoria y en su sentido del olfato. La espera era simplemente agónica por decir menos; quería seguir preguntándole más cosas y esperar que se las respondiera, pero también quería su compañía.

Una tarde particularmente fría para la época del año que era, una fuerte tormenta se había hecho presente y dado lo oscuro y cargado de nubes tan negras como la noche misma, daban a entender que eso iba totalmente para largo. Antes de que la lluvia se soltara con la bravura que ahora arreciaba, Jacob improvisó una protección para su preciado huerto, pero eso le había costado empaparse por completo. Una vez bañado, seco y bien cubierto, Jacob estaba sentado en la sala mientras acariciaba a Fenrir quien estaba acosado a su lado y con su cabeza descansado en el regazo de su dueño. Sus pensamientos vagaban de un tema a otro mientras sus verdes ojos miraban las danzantes llamas que felices devoraban la madera que ardía en la chimenea.

–Algo me dice que esto va para largo ¿tú que opinas? –dijo mientras jugueteaba con las orejas de Fenrir, las cuales eran particularmente suaves.

Evidentemente no obtuvo respuesta a su pregunta, Fenrie simplemente se movió un poco para acomodarse aún mejor. Jacob sonrió cuando su fiel compañero movió un poco su oreja en un intento de decirle “suficiente con mis orejas", pero Jacob siempre seguía porque al final de cuenta nada pasaba de ahí y Fenrir terminaba dejando que siguiera. Mientras hacía eso, se puso a pensar en que hacer de comer en esa ocasión, aún tenía algo del pan que había hecho, bastante carne y verduras, aunque también se le venía antojando algo dulce, pero para su mala fortuna ya no tenía más porciones de frutas y salir definitivamente no era un opción.

–Tal vez un sándwich estaría bien, es sencillo y delicioso –dijo.

Tampoco era que quería estar horas metido en la cocina, no tenía nada mejor que hacer, pero igual no estaba en ese modo. Mientras seguía pensando en el asunto, creyó escuchar un par de golpes, golpes que en un inicio ingnoro ya que se lo atribuyó a la tormenta y al viento, pero entonces volvió a escucharlos mientras al mismo tiempo Fenrir se levantó de golpe y salió corriendo hacía la puerta sentándose frente a ella moviendo la cola de un lado a otro. Enseguida Jacob lo siguió y muy extrañado se le quedó viendo a la puerta como hipnotizado, pero entonces ya no escuchó nada más. Por no dejar, abrió la puerta y justamente a sus pies estaba aquella canasta de corteza de árbol repleta de frutos, bayas, setas y hierbas varias; pero para su mala suerte Dante ya no estaba y tampoco se veía en los alrededores. Parecía como si de alguna forma supiera de la situación de Jacob o como si le hubiera leído la mente.

–Gracias –dijo mientras sonreía y miraba en dirección al bosque en el cual los árboles se agitaban con fuerza debido a los vientos.

Fenrir tomó la canasta con sus enormes fauces y la llevó a la cocina mientras Jacob se quedó un momento más en la puerta. Luego al fin la cerró y fue tras su compañero. Ahora ya con esa canasta llena de cosas deliciosas y frescas, Jacob amplió el menú y sus ganas de estar en la cocina un poco más de tiempo, regresaron. Con algunas de la hierbas hizo un té que extrañamente era bastante dulce de forma natural, lo cual sin duda era muy conveniente dada la situación y que debía racionar el azúcar lo mejor posible. Terminado de comer y viendo todo lo que Dante le había traído en esta ocasión, Jacob pensó en que hacer, pero justamente cuando sus ojos volvieron a posarse sobre lo último del pan, entonces supo en que sería.

–Mermelada –dijo mientras volteaba a ver sonriente a Fenrir, el cual lo miró ladeando la cabeza con curiosidad.

Se quedó pensando un poco tratando de recordar el cómo su madre preparaba el relleno de las tartas que horneaba; si su memoria no le fallaba, tenía en la mente las palabras de su madre diciéndole que era el mismo procedimiento para la mermelada. Así que se puso manos a la obra, primero con una porción bastante pequeña para evitar que se desperdiciaran tan preciados recursos. Una vez terminó, se le quedó viendo al recipiente y sin duda tenía una muy buena pinta. Tomando un poco permitió que se enfriara y al probarla casi sentia que tocaba el cielo con tan delicioso sabor y consistencia.

–¡Oh, por todos los...! –se quedó a medias tratando de asimilarlo, en verdad que era casi perfecto.

Sin perder tiempo cortó una rebanada de pan y lo untó con mermelada y enseguida lo devoró como si no hubiera comido en mucho tiempo. Sin demorar se dispuso a prepara una porción más generosa de tan dulce manjar y por ende más pan para así tener con que acompañar. Una vez todo eso estuvo listo, Jacob miró por la ventana y con una sonrisa combinación de felicidad y nostalgia, agradeció a su madre y al como poco le había importado la opinión de los demás en cuanto a su convicción de enseñar a sus hijos a poder valerse por si mismos en la mayor cantidad de aspectos posibles. Él aprendiendo “cosas de mujeres", como solían decir, e Evie había aprendido “cosas de hombres".

Al final, como Jacob había previsto, la tormenta duró varios días, por lo que no había demasiado que hacer y dado que estar encerrado y comer no era la mejor opción, ni tampoco la mejor decisión, se puso hacer ejercicio, aquellas rutinas que hubo aprendido en su tiempo de servicio y que sin duda eran bastante buenas y agotadoras.

Pasada la tormenta, Jacob se puso manos a la obra una vez que tomo detalle de todo lo que se daño con la lluvia y los fuertes vientos. Esas actividades lo tendrían algo ocupado y de nueva cuenta se vería en la necesidad de sacar todas esas enseñanzas que fueron proveídas por sus progenitores. Últimamente venían bastante a su mente, ellos y su hermana, a quien sin duda era a quien más extrañaba. Con esos pensamientos en mente y la cantidad de trabajo por hacer, Jacob se había olvidado por completo del hecho de que no había visto a Dante en al menos un par de semanas, ya que cuando la canasta con provisiones estaba a la puerta, no se le veía por ningún lado.

Los trabajos de reparación le tomarían más o menos una semana, ya que debía de cortar madera a medidas y ahora preparar algunas cosas extras que le ayudarían a evitar futuros daños. Pasados unos tres días, Jacob tomaba un descanso afuera, estaba sentado cómodamente en una silla mientras lanzaba una pelota que había improvisado con pedazos de tela vieja, Fenrir corría a toda velocidad e iba por el juguete y lo traía de vuelta esperando a que su amo la lanzara de nuevo, todo con la actitud y energía de un cachorrito.

–Puedes hacer esto todo el día ¿no? –dijo mientras tomaba la pelota de las fauces de su compañero y se preparaba para lanzarla de nuevo.

Fenrir agitó la cola con energía, viendo la mano de Jacob con impaciencia, pero un segundo después se volteó y corrió hacia la línea de árboles, Jacob se quedó un poco desconcertado por eso, ya que aún no había hecho ningún movimiento

–Hey, aún no he lanzado nada –dijo, pero entonces se dio cuenta del porqué de la acción de su compañero.

–Buenos días, Jacob Frye –saludó Dante mientras acariciaba la cabeza de Fenrir.

–Bue...buenos días –se sorprendió un poco al verlo, pero realmente estaba feliz de que estuviera otra vez por ahí.

Dante caminó tranquilo al encuentro con Jacob, mientras Fenrir brincoteaba felizmente de un lado a otro, luego Jacob le dio la pelota y se echó a su lado empezando a morderla. Justo entonces, y antes de que Jacob se pusiera de pie, Dante hizo una leve seña con la mano y enseguida se sentó en el suelo, quedando así frente a frente. Fue recién  entonces que Jacob cayó en cuenta que en ningún momento percibió aquel olor a quemado, eso sí que era raro, pero no preguntó, consideró que sería de alguna forma de mala educación mencionar aquello.

Into the Eternal FireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora