Cuarta parte

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Tras aquel último encuentro, Jacob sintió que el tiempo cambió, de alguna forma tenía la extraña sensación de que todo pasaba más lento cuando no veía a aquel ser; además también había estado pensando mucho al respecto del nombre y de que definitivamente no podía seguir refiriéndose a él como lo venía haciendo hasta ese momento.
Su mente era un caos y no entendía porque; cada vez que tenía un momento de descanso de sus actividades sus pensamientos automáticamente lo llevaban a lo mismo, pensar en él. Aunado a todo aquello, cuando había días que no lo veía, lo sentía eterno, como si los segundos fueran horas y los días meses, estaba volviéndose loco.

–Basta, basta, esto es ridículo, si sigo así voy a acabar muy mal, no es para tanto –se dijo ya algo harto de si mismo.

Decidido a cambiar eso se dispuso a terminar de cortar leña, de esa forma se cansaría física y mentalmente, luego tomaría una ducha y disfrutaría de alguna bebida caliente para relajarse y dormir. No era el mejor plan, eso estaba claro, pero por algo debía comenzar. Por su parte Fenrir lo miraba como si creyera que su amo se hubiera vuelto loco, pero ciertamente poco le faltaba, claro que de todas formas estaba ahí para darlo algo de apoyo y soporte a su manera.
Por suerte para Jacob el inicio de su plan funcionó bastante bien, empezó a relajarse y pensar en otros asuntos y proyecto que quería iniciar. Tras pensar en todo aquello y terminar lo que tenía pendiente, tomó una merecida ducha tibia, se preparó algo de beber y seguido por su fiel compañero, Jacob se acostó en su cama a leer aquel desgastado libro que ya básicamente se sabía al derecho y al revés de memoria. Con lo que no contaba era que justamente al comenzar con su lectura y cuando sus ojos se posaron en las letras que formaban el nombre del protagonista de aquella aventura, su mente de inmediato le trajo la imagen de Flama, y entonces ahí supo que, dado el hecho que no sabía su verdadero nombre, le iba a decir de aquella forma de ahora en adelante, claro, sí el otro estaba también de acuerdo.

Unos cuantos días pasa pasaron antes de que ambos se volvieran a encontrar, y fue más que nada cuando Jacob andaba caminando por el bosque que percibió aquel característico olor, y nada más al sentir aquello, su corazón dio un brinco e inmediatamente tragó saliva, estaba nervioso. Trató de buscarlo con la mirada, pero no lograba verlo, al menos hasta que ese resplandor se dejó ver detrás de un enorme árbol.

–Hola de nuevo, Jacob Frye –lo saludó nada más se dejó ver.

–Hola... –fue todo lo que su cuerpo le permitió.

–¿Cómo has estado? ¿Qué tal tu amigo? –le preguntó de forma amable.

–Eh... estamos bien, gracias ¿tú cómo estás? –sentia como se le quedaba la lengua pegada y su garganta se secaba.

–Me alegro, yo estoy bien –respondió mientras hacia un leve y cordial movimiento con la cabeza.

Jacob se le quedó viendo, su mente estaba que andaba a marchas forzada, no sabía que decir pero al mismo tiempo quería preguntar mil y un cosas. Tal vez ahora tendrá la oportunidad de responder algunas dudas y saber más sobre él, entonces fue que lo recordó, recordó el como iba a llamarlo, pero primero debía saber si estaba de acuerdo con eso o no.

–Yo... yo estuve pensando mucho y... dado que me dijiste que no podía saber tu nombre porque no iba poder pronunciarlo pues... ¿puedo llamarte Dante? Claro su tú quieres y te agrada... –dijo, para después desviar la mirada, una parte de él no pudo seguir viéndolo, ya básicamente podía escuchar la inconformidad.

–¿Dante? Me gusta como suena, claro que puedes –le respondió– ¿De dónde lo elegiste?

Jacob de inmediato volvió la vista al otro, realmente estaba sorprendido de la respuesta y en verdad que se alegró en demasía por el no haber sido rechazado. Era raro, pero se sentía inusualmente bien eso.

–Pues, es de un viejo libro que me gusta leer, es el nombre del autor y el protagonista de la historia –respondió un poco apenado.

–Entonces así será de ahora en adelante –dijo– pero por ahora debo irme, hasta luego.

De nueva cuenta Jacob volvió a quedarse ahí, con las terribles ganas detenerlo y de preguntar de todo, pero sabía que debía de ser paciente y que de seguro debía tener cosas que hacer, sea lo que sea que un ser como Dante tuviera de que ocuparse, cosa que sólo hizo que más dudas surgieran en su interior.

–Hasta luego... Dante –dijo en voz muy baja mientras el contrario ya era apenas visible entre los árboles.

Para la siguiente vez que se encontraron, no hubo que pasar demasiado tiempo. Jacob estaba muy tranquilo en su pequeño huerto cuidando de sus tomates cuando de pronto sintió el peculiar aroma de Dante, y apenas voltear ya estaba a unos cuantos metros detrás de él.

–Oh, hola –dijo al verlo, poniéndose de pie enseguida y limpiándose las manos en el pantalón.

–Hola otra vez –le regresó el saludo– ¿te interrumpo?

–No, no, para nada –dijo ensegida– solamente me aseguraba que mis tomates estuvieran bien.

–Ellos están bien –le dijo así sin más.

–¿Huh? ¿Lo están? ¿Y cómo lo sabes? –preguntó confundido ante esas palabras.

–Ellos me lo dijeron –respondió de lo más normal.

Jacob se quedó perplejo y algo confundido ¿había escuchado bien? ¿Cómo que sus tomates se lo dijeron? Seguramente debía ser alguna clase de broma, pero ¿Dante sabía de bromas? A éstas alturas ya básicamente creía que todo podía ser posible, pero mejor estar seguro.

–¿Cómo? –preguntó.

–Ellos, tus tomates me dijeron que están bien, así que no te preocupes, en unos cuatro días estarán listos –volvió a decir de lo más natural.

–¿Puedes hablar con mis tomates? –seguía asombrado por las palabras.

–Con ellos y con cualquier otra forma de vida –dijo mientras se acercaba al pequeño huerto.

Lo siguió con la mirada y vio cómo se arrodillaba junto a las plantas y tomaba un redondo tomate entre sus enormes y llameantes manos, las cuales básicamente tragaban por completo el pequeño fruto debido a su tamaño.

–Para la próxima vez tal puedas agregar algunos nutrientes a la tierra, te enseñaré como, así tus tomates y otras cosas que siembres estarán más que felices y sanos –le decía mientras se ponía de nuevo de pie.

–Claro, gracias –dijo de forma automática, aún procesando lo que estaba pasando.

–Con todo gusto –respondió– ¿tienes tiempo?

–¿Tiempo? –se sorprendió– cla...claro ¿por qué?

–Caminar y charlar –dijo– es evidente que tienes muchas preguntas.

Jacob simplemente movió la cabeza de forma afirmativa, y en cuanto Dante comenzó a caminar, enseguida fue tras de él y trató de mantener el paso, pero aún intentando mantener la distancia ya que a pesar de que lo había visto muchas veces, aún tenía la sensación de que si se acercaba demasiado, aquel llameante cuerpo podía quemarlo y reducirlo a cenizas en cuestión de segundos.

De más esta decir que Dante lo intuía, pero aún así no dijo nada, dejó que el joven inglés tuviera su espacio y ¿cómo podía culparlo? Después de todo era un mortal que apenas estaba descubriendo que había cosas en este mundo que sobrepasaban por mucho su entendimiento. Así que mientras se adentraban en el bosque ambos estaban en silencio, solamente rodeados por el rumor del bosque y sus habitantes que les observaban con curiosidad a la distancia; al menos hasta que Dante rompió el silencio.

–Sé que tienes muchas dudas, pregunta sin problema –le dijo de pronto sin voltear a verlo.

Jacob se quedó pensativo ¿qué debía preguntar primero? Era tanto que no sabía por dónde empezar, así que haciendo una especie de ruleta en su mente simplemente eligió una pregunta al azar, y de ahí seguiría con su cuestionamiento.

–¿Estás tú solo? –comenzó– Me refiero a si hay más como tú.

–Los hay, pero no aquí, aunque ya quedamos pocos –le respondió.

–¿Dónde están? –preguntó.

–Por todo el mundo –dijo.

Con esa respuesta no pudo evitar callar y pensar mientras seguía caminando; nisiquiera supo cuanto tiempo estuvo así, al menos hasta que fue sacado de sus pensamientos cuando Dante habló.

–Aquí –dijo, mientras señalaba un claro.

Jacob entonces miró en donde estaban y ciertamente jamás había estado en esa parte del bosque. El claro era amplio y la luz del sol que ya iba camino a ponerse se asomaba de forma cálida y agradable mientas las ramas de los árboles se mecian con el suave viento. Enseguida Dante caminó un poco más y se sentó en el suelo, un momento después y de dudarlo un poco, Jacob hizo lo mismo.

–¿De dónde vienes? –continuó con las preguntas así nada más.

–De aquí, soy tan antiguo como la Tierra misma –respondió.

Esa respuesta dejó en silencio una vez más a Jacob, y también lo dejó imaginado como sería él y los de su especie andando por el planeta hace muchos años atrás, ¿se verían todos iguales?. Además, con esa respuesta ya no creía del todo que Dante fuera un demonio como había estado pensando desde que lo vio por primera vez tiempo atrás.

–Aquella vez ¿por qué me perseguiste? ¿De verdad tenías intención de acabar conmigo? –soltó de pronto, de verdad quería y necesitaba saber.

–Una simple lección, quería que supieras que debías andarte con cuidado. No eres el primer humano, y hablando con total honestidad, tu especie no es mucho de fiar –le respondió.

–Cierto –concedió.

Antes de seguir con las preguntas, Jacob vio como Dante juntaba algunos frutos secos que estaba en el suelo del claro, luego se percató de que algunas aves se posaban en el hombro de Dante y en sus enormes cuernos, y éste los alimentaba. Era una imagen bastante contrastante de asimilar; el como un ser tan imponente como él podía ser tan amable y gentil con criaturas más pequeñas que la palma de su mano.

–Eres un guardián –afirmó más que preguntar.

–Algunos nos consideran así, ¿pero no somos todos protectores de nuestro hogar? –dijo mientras seguía alimentando a las aves.

–Tu cuerpo, ese fuego que lo envuelve ¿por qué no quema? –preguntó, casi en un tono como si tuviera la intención de querer comprobar aquello por el mismo.

–Lo hace si tiene que hacerlo –dijo, mientras tomaba una enorme nuez en su palma y se la ofrecía.

Jacob lo miró, y luego volvió la vista a la nuez que yacía en medio de la enorme y llameante palma de Dante. Dudó si tomarla o no, pero era ahora o nunca en al fin salir de es duda. Levantó su mano y fue acercandola de forma lenta y algo dudosa, hasta que tomó la nuez y regresó su mano con lentitud, viendo con asombro y tranquilidad que no había sufrido ningún daño y que aquella enorme mano simplemente desprendía una calidez muy reconfortante. Jacob entonces pasó su vista de la nuez a la rostro de Dante, el cual parecía haberle sonreído levemente, por ese gesto, Jacob bajo la mirada y centró su atención en el fruto.

–Esa cabaña en la que vivo ¿conociste a sus antiguos habitantes? –preguntó aún sin voltear a verlo.

–Poco, recién llegaban cuando el conflicto de tu especie estalló por segunda vez –respondió mientras le ofrecía otro trozo de fruto seco al ave sobre su hombro.

–Entiendo –dijo.

Y con esas palabras volvió a quedarse en silencio, recordando todo lo que vivió dado el estallido de la segunda guerra mundial, del como ahora mismo estaría con sus padres y su hermana, todos muy felices haciendo lo que normalmente acostumbraban, incluidas las tontas peleas que tenía con su hermana. Ante ese cambio tan repentino, Dante lo miró y con intuyendo que algo andaba mal, hizo un leve movimiento con la cabeza, y con eso una de las aves que yacía sobre un de sus cuernos fue a posarse sobre el hombro de Jacob. Una vez ahí lo tocó suavemente con el pico para llamar su atención, la cual funcionó enseguida, y Jacob al verlo sonrió y le ofreció un poco de la nuez que ya había abierto.

–Aquí tienes amigo –dijo.

Ya un tanto mejor, Jacob se disponía a continuar con la charla, pero entonces un fuerte rugido lo sobresaltó, volteó y vio como un enorme oso iba a su encuentro. Justo en ese momento Dante se puso de pie y se colocó justamente detrás de Jacob mientras veía al oso acercándose.

–Vete, ahora –le dijo con voz autoritaria.

Jacob obedeció y enseguida se puso de pie para empezar a correr por donde habían llegado. Volteó un par de veces y simplemente pudo ver el resplandor del cuerpo de Dante y al oso que seguía acercándose apenas visible. Corrió un buen tramo y después empezó a andar con tranquilidad cuando ya no era audible nada más que los grillos, algunas aves y el viento moviendo las hojas. En todo su camino, Jacob pensaba en todo lo que Dante le respondió, en como las platicas eran muy civilizadas y lo verdaderamente agradable que era estar con él. Si alguien años atrás le hubiera dicho que estaría viviendo algo así, claramente lo habría tachado de loco.

Into the Eternal FireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora