Primera perspectiva de un personaje sin nombre

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I

Entre tantos ires y venires de un estado emocional dudoso, ciertamente hay momentos sobrios, como aquel que va por la calle y se detiene a pensar si debió escoger otro par de zapatos, y entre una trivialidad y otra, atrapa la octava crisis existencial del día. Así de fácil como devolver un saludo y cuando menos lo espera, ya está abrazándose a sí mismo, reteniendo los fríos del corazón.

Pero resulta que uno se cansa. Siempre. Caminar lo que un exagerado diría mil horas buscando insignificancias no particulares. Si uno lo mira desde lejos, enredarse sin razón hace parte de todo, como respirar. Es un absurdo demasiado cotidiano como para ser un absurdo. Yo lo llamaría gajes del oficio cuando tuviste que venir en forma humana al mundo.

Cansarse hace parte de lo que podría considerarse una salvación, un salvavidas o una compasión que suelta la vida cuando dice ''ya tuviste suficiente'' y se acomoda sola, a su manera claro, porque que se acomode no quiere decir que uno se sane; no existiría este escrito de ser tan fácil. Y resulta que también cansarse es un sinónimo de pintar con colores diferentes el paisaje, y hacer juegos de sombras a gris, negro, y más de lo mismo, con escalas increíblemente poco favorables, casi que un insulto para un pintor.

El arte me ha enseñado que la musa es una perra, y uno no debe esperarla nunca porque ella se pasea como quiere. No he tenido la suerte de aquellos que la llaman con el dolor o con la tristeza, así que me he dedicado a vivir en rutinas simples que no valen la pena redactar, pero quiera aceptarlo o no, hacen parte de ese cansancio.

Para una mente inquietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora