Me habían advertido muchas veces ya lo que podía llegar a hacerme esa niebla.
Tardé en creerlo y porsupuesto, tardé en reconocer cuando se volvió parte de mí, parte de mi aliento, de mis risas y no corduras, parte de mis sí y de mis no, de mis excusas y mi procrastinación hasta para arrojar a la basura una bola de papel.
Me quedé esperando la tranquilidad que nunca busqué. Un punto absurdo hasta para el más recursivo.
La niebla se volvió yo, y yo dejé de entender quién era. Perdí toda noción de cualquier existencia y ya no había principio ni final, no había ni ahora ni después, no había nada.
La niebla se volvió yo, y no había arte en mí que justificara la calma.
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Para una mente inquieta
PoetryPoemas para las noches de insomnio y las mentes intranquilas