Will quería un trabajo para poder salvar a su abuela, mientras luchaba con sus pesadillas, y Demian estaba cansado de escribir cosas de amor sin aún conocerlo.
¿Y si lo único que necesitarán es la simple compañía del otro?
Los días transcurrían como un parpadeo para Demian. Cada mañana despertaba con una energía que no era propia de él. La sonrisa que ahora decoraba su rostro se quedaba allí desde el momento en que pensaba en cierto castaño. Sabía bien que ese sentimiento que lo invadía no era un simple afecto pasajero. Lo reconocía en el brillo de sus propios ojos cada vez que lo veía: estaba enamorado.
Sin embargo, no estaba listo para admitirlo, ni siquiera ante sí mismo.
Se sentía como un niño el cual veía a su héroe favorito.
Como de costumbre, Demian estaba en el restaurante, sentado en su lugar habitual. Había pasado casi media hora y aún no había pedido nada. Su atención estaba completamente puesta en Will, aquel castaño de hermosos orbes verdes, quien caminaba entre las mesas con aquella sonrisa forzada que solía regalar a los clientes.
¿Por qué él? Se lo preguntaba una y otra vez. Había tantas personas en el mundo, ¿por qué ese chico lo había atrapado de una manera tan única? Y entonces lo recordaba: las caminatas juntos, las pequeñas risas compartidas, las confesiones tímidas.
-¿Que te gusta hacer en tu tiempo libre?
-Nada en especial.
-Tiene que haber algo. Vamos, dímelo. -La sonrisa juguetona de Demian había conseguido arrancar una respuesta.
-Cantar.- susurró tratando de que no le escuchara.
-Debes tener una voz de angelical.
-Obviamente-contestó con una ligera risa, su primera frente a él.
Reía de sus tontos comentarios, los demás días también se repitieron aquellos sucesos, se reía de sus chistes malos, de sus tonterías.Esa risa... Ese pequeño gesto había sido suficiente para hacer que Demian cayera completamente. Debería creer que es un tonto tan solo amar a alguien porque se ríe junto a él, pero aquello le hacia verdaderamente feliz, le hacía sentirse bien, le recordaba mucho a su madre.
Allí fue cuando se dio cuenta, de que aunque conocía muy poco del castaño, lo amaba, sabía que amaba las pequeñas cosas que sabía de este, y decidió conocerlo más, esta vez no perdería a alguien que amaba.
[...]
La lluvia azotaba la ciudad con furia, y el viento helado parecía atravesar la piel. Will estaba solo en la parada del autobús, esperando algo que sabía que no llegaría. Había pasado todo el día sin ver a Demian fuera del restaurante, y aunque se lo negó a sí mismo, su corazón anhelaba verlo, lo extrañaba. Extrañaba sus bromas tontas, esas conversaciones insignificantes que, sin embargo, llenaban un vacío que nunca había sabido que tenía.
Mientras el agua empapaba su cabello y su ropa, revisó su celular para distraerse. Una noticia llamó su atención, y enseguida marcó un número.
-¿Quién habla? -respondió una voz familiar.
-Abuela, no llegaré a casa. Hay una huelga y el autobús no está funcionando. Lo siento.
-No te preocupes, hijo. Estoy bien. Sara está aquí conmigo.- El castaño suspiró aliviado.
-Está bien. Dale gracias de mi parte.- murmuró.
-Claro hijo.- luego colgó, ya no estaría al menos preocupado por ella el resto de la noche, pero ahora no sabía hacia dónde ir, tan solo empezó a caminar.
Los charcos sonaban con cada paso que él daba. Los hoteles eran una opción, pero no sabía dónde encontrar uno cercano, y la idea de dormir en un callejón comenzó a parecerle una posibilidad real.
-Will,- escuchó detrás suyo, paró sus pasos, volteando. Se giró y, a través de la cortina de lluvia, vio aquella cabellera rizada que ya le resultaba tan conocida. -¿Qué haces vagando por las calles a estas horas? ¿No piensas robar no?- bromeó Demian, riendo mientras se acercaba.
Will negó con la cabeza, pero no pudo evitar sonreír ante su tontería.
-Eres tonto, no voy a robar, busco... algo.- dijo, no quería que el pelinegro se entrometa en sus asuntos.
-¿Qué buscas?- Sabía que Demian era muy curioso, se había dado cuenta desde el primer día que habló con él.
-Nada que te incumba.
-Si me incumbe, soy como las viejas chismosas de mi barrio.- sonrió. Era muy débil ante él, pero no quería tener que contarle siempre todo lo que le pasaba. Pero se ablandó ante su sonrisa, esa tonta sonrisa que le hacía sentir seguro.
-Busco un lugar para pasar la noche, un hotel o motel, solo eso.- mencionó tratando de evitar la mirada del contrario.
-Hotel u Motel... pues te encuentras muy lejos de ellos, deberías ir en el autobús.
-El autobús no va a pasar hoy. ¿Por qué crees que estoy buscando un lugar donde quedarme?- habló algo irritado mientras el otro reía.
-Recién captó lo que me dijiste.
-Es que eres muy tonto. Tardaste como siempre. Debes tener un agujero en el cerebro.
Ambos rieron suavemente, olvidando por un momento la lluvia que seguía cayendo.
-Ven a mi casa.
La propuesta de Demian fue directa, sin titubeos, pero Will lo miró con desconfianza.
-Yo... no quiero ser una molestia. No gracias. -hablo el contrario apartando la mirada.
-No lo serás, y tampoco lo eres.- sonrió -Tengo una habitación vacía, puedes dormir allí, solo será una noche.- pensó aquellas palabras, sabia que nunca nadie le había invitado a alguna casa, porque no había tenido amigos, y desconfiaba mucho de los demás, pero no quería desconfiar de Demian. Sabía que no era como él.
-Solo, está noche.- repitió mirándole a los ojos una vez más.
-Bien.- sonrió.
Demian sonrió, satisfecho, y los dos comenzaron a caminar juntos bajo la lluvia. Para Demian, tener a Will cerca le llenaba el corazón de alegría, aunque sabía que debía controlarse. Para Will, aceptar la ayuda de alguien más era un pequeño paso hacia confiar en alguien por primera vez.
Ambos estaban envueltos en sentimientos que no sabían cómo manejar. Pero, sin darse cuenta, caminaban hacia algo mucho más grande de lo que imaginaban.
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