1. Ella cambió mi vida

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RITSU POV'S

Cuando abrí mis ojos, resonando con la claridad que entraba por la ventana, encontré la vista más hermosa que había visto jamás. Una chica con el cabello revuelto y saliva asomando en la comisura de sus labios, dormía justo a mi lado.

—Llegaste apenas hace seis meses y arreglaste toda mi vida —dije apartando un mechón de cabello que caía sobre sus ojos—. No sé qué haría ahora sin ti, así que nunca te vayas —pedí incorporándome un poco y pegando mis labios a su frente.

—Rit...su —gruñó ella apretando los ojos y encogiéndose. 

A pesar de tener veintiocho años, esa chica que yo adoraba con toda mi vida a veces parecía de cinco. Yo la amaba, la adoraba, quería poder protegerla siempre.

—Arriba —dije acariciando su mejilla. Ella hizo una mueca y no respondió. Sonreí. Esa vista me llenaba de ternura y felicidad. ¿Dije ya que la amaba? Pues la amaba, la amo y la amaré por siempre—. Arriba, Rika —volví a pedir pellizcando su mejilla esta vez.

—Molesto —se quejó Rika incorporándose después de haber acertado el manotazo que tiró. Abrió los ojos, me miró furiosa y yo le sonreí—. Te odio —gruñó dando suaves brincos en su lugar mientras inflaba los cachetes y fruncía el ceño.

—Tenemos cosas que hacer —le recordé poniéndome de pie y caminando al baño—, si no te levantas ahora no te va dar tiempo de arreglarte. Porque, así sea en pijama, sin peinar o sin zapatos, voy a llevarte a comer con mis padres.

—No quiero ir —dijo dando más brincos y haciendo más pucheros—... Por favor, Ritsu. No quiero —repitió esa frase que no había dejado de decir desde que supo del a reunión con mis padres.

Le sonreí, caminé de vuelta a la cama, me hinqué frente a ella y volví a sonreír.

—No me importa —informé—. Dije que vienes, así que procura mostrarte feliz. No quiero ver triste a mamá.

—No quiero ver triste a mamá —farfulló haciendo una mala imitación de mi voz. 

¿Verdad que parecía de cinco años?

»Yo tampoco quiero verla triste —dijo esperanzando mi corazón.

Rika y mi madre tenían una relación horrible, vivían para pelear y todo porque Rika no quería nada a mi madre, porque mi madre adoraba a Rika tanto o más que yo.

»Ni contenta, ni enojada —añadió—... Yo solo no quiero verla —dijo y sonrió provocando mi enojo.

Furioso, sin decir nada, bajé de la cama llevándome las sábanas conmigo.

—¡Apresúrate! —ordené yendo a darme un baño tras tirar las cobijas en un sofá.

Para cuando salí de la ducha la cama estaba hecha, mi atuendo estaba sobre ella y el ambiente tenía un delicioso aroma a café, tocino y huevos fritos.

Rika y yo desayunamos juntos, como lo hacíamos desde hacía cuatro meses que se mudó a mi departamento. 

En el desayuno la charla se hizo extensa con ella insistiendo en tocar un tema sobre el cual yo insistía no tenía sentido ya.

—Más bien fue cosa de valor —dijo después de dar un sorbo a su café.

—¿Me llamas ahora cobarde? —pregunté un poco ofendido por la insinuación—. Hablar sobre los sentimientos no es fácil —dije y ella sonrió cínicamente.

—Es cierto que expresar lo que sentimos es complicado —concedió—, pero en tu caso todo fue por no atreverte a pronunciar dos simples palabras.

—Y, según tú, ¿cuáles son esas dos simples palabras? —pregunté poniéndome de pie y apoyando ambas manos en la mesa.

—Te amo —dijo con voz firme subiendo más de medio cuerpo en la mesa y quedando a escasos seis centímetros de mí. 

La miré con el rostro sonrojado.

—¡Rika Onodera! —grité. 

Me había tomado por sorpresa. Y yo hice lo mismo, al parecer, pues volteó a mí bastante enojada.

—¡Tsuchiura!... mi nombre es Tsuchiura Rika —dijo.

La miré fijo y respiré profundo, entonces me levanté para llevar mis trastos al fregadero. Así eran las reglas en nuestra casa, ella cocinaba y yo lavaba los trastos.

—Por hacer rabiar a mi madre —dije—, porque incluso legalmente hace años eres Onodera Rika, cariño. 

Rika respiró profundo y, después de terminar su desayuno, se dirigió al fregadero también.

—No puedo aceptar nada que venga de quien aborrece y crítica de tal manera a mi madre —anunció—. Lo siento, cariño.

Rika aseguraba no aceptaría nada de esa mujer, pero a mí me amaba por completo, incluso hacía cosas que no quería cuando yo se las pedía. Como ir a comer a casa de mis padres.

Cerca del mediodía, una castaña de despampanante belleza y yo, salíamos de ese departamento en que cohabitábamos. Ella aún jugaba con mi paciencia y yo solo reía de ver lo tierna que era tratando de meter su nariz en asuntos míos y sin solución posible.

—Es cuestión de práctica —dijo saliendo por la puerta que yo recién había abierto—, te ayudaré —dijo deteniéndose frente a mí, con menos distancia que en la mesa comedor—, repite conmigo —pidió y lento dijo—: Te amo.

—Te amo también —dije y sonreí acorralándola contra el ventanal frente a nuestra puerta, besando su nariz. 

 Rika sonrió, más que apenada, sorprendida y, girando su rostro, hizo reverencia a alguien en señal de saludo.

Movido por la curiosidad volví la vista hacia el elevador, encontrándome con Takano Masamune. Él asintió levemente y yo no pude moverme. Sentí que mi corazón se detenía, estaba petrificado. Ese hombre era como una aparición que me congelaba el alma.

—Ritsu, si no te mueves llegaremos tarde —indicó Rika que ya caminaba hacia el elevador—. Aunque eso para mí es mejor, realmente no quiero ver la cara de tu querida madre.

Sus últimas palabras me molestaron bastante, provocando que me olvidara, por un segundo, del reciente shock.

—Ella también es tu madre —recordé siguiendo los pasos de la despampanante y hermosa rubia. 

Rika rió sarcástica.

—Cuando te conviene, cariño —dijo y, ante los atónitos ojos de un recién llegado, se cerró el ascensor.


Continúa...

UN MALENTENDIDO, UNA APUESTA Y ¡AL FIN! TE AMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora