Capítulo 30- Sarah

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Nota: ¡Hola! Antes no había escrito este tipo de notas pero... ¡es el capítulo número 30! Muchas gracias por darle vida a Sarah, a Mason y a su historia. Espero que leer esta historia te de un escape de la realidad, tanto como a mí me da escribirla. Poco a poco nos vamos acercando al final, ¿tienes alguna idea de lo que podría pasar?

¡Gracias por el apoyo, por tu voto y también tus comentarios!

Con mucho mucho amor, Sofía.

Sentí un poco de ardor en la mejilla después de la cachetada que me había dado Megan, pero no me enojé, solo sonreí con más ganas. Las cachetadas de mi madre eran mucho peores. Mason se puso instintivamente frente a mí. Ander perdió el poco control que le quedaba.

-¡¿Es que eres imbécil?!

-Meg, lo mejor es que te vayas -no recuerdo haber escuchado a John tan furioso como esa vez. Tenía un puño apretado sobre la mesa y hablaba entre dientes, utilizando esa mirada intimidante que mi madre nos había hecho practicar hasta la perfección a todos nosotros.

-No hace falta -lo interrumpí-. Yo me largo.

No esperé si quiera a saber que Mason iba detrás de mi, algo estúpido si tomamos en cuenta que habíamos llegado en el mismo coche y solo él tenía las llaves. Caminé erguida y como si lo que iba dejando atrás no fuese digno de mi presencia hasta que estuve fuera del mugroso lugar en donde todo tenía que ser ecológico. Odiaba esas urgencias de intervención que nos habíamos inventado cuando éramos pequeños, pero ¿cómo no?, yo las había inventado. Lo que no me gustaba es que mis hermanos las aplicaran en mi.

-¡Eh, Sar! Espera -escuché que Mason decía a mi espalda.

Sin decir palabra, ambos subimos en la Range Rover negra y todo el camino lo pasamos en silencio mientras él conducía

Cuando el silencio me desesperó, escupí aquello que me había aguantado durante los primeros diez minutos.

-¿Por qué los llamaste?

La forma en la que apretó la mandíbula me hizo entender que había dado justo en el blanco. No era estúpida, esas intervenciones o llegaban por sí solas, y la excusa de que mis abuelos venían de viaje era una excusa que John se había sacado de la manga. Claro, él no podía perderse una vista de los abuelos porque era el nieto favorito, ese al que le hacen regalos y le felicitan cada vez que respira, pero no me conocía en absoluto si pensaba que eso me haría volver. Los abuelos solo venían a América durante el cumpleaños de mi madre, y para eso todavía faltaba un mes.

-Sar, yo... -se rascó la nuca con nerviosismo. Era como si estuviese debatiéndose entre contarme algo o no-. Yo no creo que sea seguro que sigas estando en mi casa.

Por muy enfadada que estuviera, traté de entenderlo. No era ciega, sabía que algo extraño pasaba en la Mansión Miller; tenían demasiada seguridad para ser una casa a la que un extraño com Dee habría podido entrar sin problema, había algunas zonas donde el olor que te inundaba la nariz era putrefacto, y llamenme loca, pero podría jurar que, en las noches, algo debajo de la casa cobraba vida.

Wow, ahora que lo nombraba hasta a mi me daba mala espina.

-Ya. Pues podrías habérmelo dicho a mi y no a todos mis hermanos -contesté tratando de seguir enojada, aunque esa quijada afiliada y esos labios que los míos anhelaban a gritos no me lo ponían fácil.

-Eh, Villita -su enorme mano se posó en la mía, que estaba arriba de mi muslo. Muy cerca de mi entrepierna para el bien de mis hormonas. Tan solo con el tacto sentí la necesidad de apretar las piernas con fuerza para alivianar un poco ese punto de presión en mi anatomía, pero me contuve porque Mason lo iba a notar-, lo siento, ¿si? Es solo que tú también necesitas de ellos. Si yo te hubiera sugerido que lo hablaras con John, ¿habrías aceptado?

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