Después: Capítulo 43.

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— ¡Paul! —gruñó Linda, golpeándolo con la almohada—. ¿Ya viste la hora que es? ¿Podrías soltar ese maldito libro e ir a dormir?

Colocó el separador en la hoja donde continuaba leyendo y miró de mala manera a su novia, que apenas era distinguible bajo la oscuridad de la habitación. Paul había estado leyendo con la lámpara de noche encendida, lo que estaba irritando a Linda, pero por más que lo intentaba, no podía parar.

—Lo siento, lo siento —gruñó, no muy feliz por haber sido interrumpido—, iré a la sala si eso te hace sentir mejor.

Sin esperar respuesta, tomó su libro y salió de la cama caliente para encaminarse hacia la sala. Ahí era incluso más agradable que en su habitación; el aire frío fluía gracias a la ventana abierta, lo que de inmediato refrescó la piel caliente de Paul.

Aprovechando la interrupción, decidió ponerle una breve pausa a su lectura para asimilar que era lo que estaba sucediendo. Había postergado la lectura del libro de James Stanley durante toda la semana, hasta que ese sábado había tenido un momento libre para comenzar, pero en cuanto lo hizo, sentía que no podía parar. Necesitaba saber cómo terminaba todo.

El libro transcurría principalmente dentro de un tren, donde ambos protagonistas se encontraban todas las mañanas a las 7:30 de la mañana. Anthony tenía problemas de depresión severos, hasta el punto en el que había considerado arrojarse a las vías del tren para terminar con su vida, pero antes de tomar la decisión, había visto a Steve sentado en el tren, y era como si todas sus ganas de vivir regresaran con solo estar cerca de él, lo cual era una estupidez, porque nunca le había dirigido la palabra. Todo el libro era introspectivo, narrando los pensamientos de Anthony sobre Steve, y cómo poco a poco iba construyendo una historia de vida para Steve.

Paul estaba a punto de terminar el libro, lo que lo asustaba terriblemente porque hasta ese punto, Steve y Anthony nunca habían hablado. Sin embargo, Steve era encantador: le gustaba leer, cocinar y frecuentemente se metía en problemas por no saber en qué momento dejar de hablar, lo que hacía reír muchísimo a Anthony, y a Paul.

Esas eran las partes alegres, pero cuando el viaje en tren acababa, Steve bajaba a toda velocidad, y nunca giraba a mirar a Anthony, que regresaba a su depresión inicial hasta la mañana siguiente, cuando volviera a encontrarlo en el tren.

Paul tomó un vaso de agua y le dio un buen trago antes de sentarse en el sillón para retomar su lectura. Revisó la cantidad de hojas que faltaban: solo ochenta y seis.

"Se había quedado dormido, solo cinco minutos, pero eso había bastado para perder el tren de las 7:30. Con todo su esfuerzo, había llegado a las 7:32 a la estación de trenes, sin ninguna posibilidad de ver a Steve esa mañana. Anthony sintió que toda ilusión abandonaba su cuerpo, porque no se sentía capaz de esperar 24 horas adicionales para encontrar a Steve.

—Llegaste tarde —dijo una voz temblorosa, casi asustada. Cuando Anthony levantó la mirada, casi creyó que estaba soñando. Era Steve, sonriendo.

— ¿Disculpa? —preguntó, sin saber qué más decir.

—Todas las mañanas entras al mismo tren que yo, creí que lo habías notado —había desilusión en su voz—. Oh, Dios, seguro crees que soy un raro. Lo lamento.

Steve se dio la vuelta, decidido a alejarse de él, pero antes de poder pensar lo que hacía, Anthony se puso de pie y lo alcanzó.

—Me esperaste."

Paul soltó un pequeño grito antes de cambiar de página, se sentía ridículo, suspirando por un libro romántico, pero de alguna manera, deseaba que Anthony y Steve terminaran juntos en algún tipo de final feliz.

...

"Anthony esperó en la cafetería durante cinco minutos, que se convirtieron en diez, que terminaron en veinticinco, antes de que Steve apareciera despreocupadamente frente a él. Ni siquiera se disculpó por el retraso.

— ¿Por qué no has pedido? ¡Se me va a hacer tarde! —gruñó con disgusto, lo que solo molestó más a Anthony. Pero era Steve, se recordó, así que tendría paciencia, porque eso era una parte fundamental del amor.

Mientras esperaban a que la comida llegara, se quedaron en completo silencio. Anthony siempre había creído que Steve sería carismático, gracioso y parlanchín, pero su versión real parecía ser un poco estúpido.

— ¿Irás a algún sitio después de estar aquí? —preguntó, casi agresivamente.

—Quizá —contestó Steve, encogiéndose de hombros".

Paul rodó los ojos, deseando poder golpear a Steve por ser tan idiota. Si solo demostrara un poco de interés, el libro habría terminado ya.

—Hombres —gruñó Paul, cambiando de hoja—. Son todos unos imbéciles.

Y, por un breve instante, por primera vez en años, pensó en John. "Eso se gana por idealizar a un tipo guapo de la estación" creyó que le diría, antes de quedarse en silencio para permitirle a Paul continuar con la lectura.

Se obligó a dejar esa línea de pensamiento, simplemente porque pensar en John era muy doloroso, y nunca lo había llevado a nada bueno.

Miró la hora: las cinco de la mañana.

Quizá era el cansancio lo que lo estaba llevando a revivir al fantasma de John, pero ni siquiera podía plantearse la idea de ir a dormir: estaba a treinta páginas del final.

...

"—Creo que no eres lo que esperaba —le dijo Anthony a Steve en cuanto sus labios se habían separado.

— ¿Cómo? —preguntó Steve, con esa sonrisa cretina que Anthony había aprendido a odiar.

—No eres real. Todo lo que creí que eras... no existe —Anthony dio un paso hacia atrás, mirando a Steve sin poder creer que estaba ahí por voluntad propia. Luego dio otro paso, y luego otro, hasta que se encontró corriendo a toda velocidad para alejarse de Steve.

A la mañana siguiente, despertó justo a tiempo para poder tomar el tren, pero no lo intentó. Permaneció sentado en su habitación, y para cuando el segundero anunció las 7:30 en punto, sintió que algo en él se liberaba. No más falsedad".

Paul dio vuelta a la hoja, esperando encontrar más párrafos, una línea, una nota, o cualquier cosa que explicara porque Anthony había decidido dejar de buscar a Steve, si durante toda la historia lo que más había querido era estar con él. Le tomó un momento entender el mensaje del libro: de nada sirve tenerlo, si no es real.

Pensó en Linda, dormida en la otra habitación, y entendió todo el coraje que debió tener Anthony para permanecer esperando pacientemente a que el tren se fuera para poder continuar con su vida.

Inconscientemente, una lágrima resbaló por su mejilla, y el recuerdo de John regresó más fuerte que nunca a recordarle que por más que lo intentara, lo más real que había tenido en su vida se había ido.

— ¿Paul? —dijo Linda, acercándose a él—. ¿Estás bien?

Dudó un momento sobre su respuesta, porque era claro que no se encontraba bien, pero no podía revelar el motivo.

Soltó un suspiro.

—Sí, es solo el estúpido libro... —gruñó, apartando el libro como si le quemara—, creo que era real eso de que todos lloran con el final, ¿eh?

Linda sonrió tiernamente antes de limpiar sus lágrimas con sus pulgares.

—Vamos a la cama, estuviste toda la noche leyendo —pidió su novia, mirando los primeros rayos de sol iluminando la calle.

Paul se inclinó a besarla antes de comenzar a caminar hacia su habitación, dejando al recuerdo de John atrapado en la sala, detrás de él, en el lugar que le pertenecía. 

Blind. [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora