Antes: Capítulo 15.

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—Lo siento —susurró John, alejándose del cuerpo de Paul y tratando de desviar la atención de sus lágrimas, aunque sabía que Paul era bastante consciente de que estaba llorando.

— ¿Quieres... hablar? —preguntó Paul, pero, ante la idea de que eso pudiera alterar más a John, se apresuró a agregar—: O me esfumo. Puedo tirar la invitación.

John pareció considerarlo un momento, antes de negar con la cabeza y secar sus lágrimas con el puño de su suéter.

—Déjala ahí, Mimi se encargará de ella más tarde —John buscó a tientas el sillón y, cuando lo encontró, se dejó caer completamente derrotado.

Paul se sentía tremendamente mal al verlo en ese estado, tenía el cabello revuelto, los ojos hinchados, y su pecho subía y bajaba en espera de que el ritmo de su corazón volviera a la normalidad. No supo qué hacer, así que permaneció en silencio, con la mirada clavada en la nuca de John.

— ¿Sabes? Ni siquiera me sorprende —John se cruzó de brazos y se hundió más en el sillón—. Sabía que se atraían, les apasiona el arte y todo ese tipo de basura, pero no esperaba que lo hicieran tan pronto.

— ¿Cuánto tiempo llevas...? —Paul no pudo terminar de formular la pregunta.

— ¿Ciego? —gruñó el chico—. Casi siete meses. Y ella y yo terminamos hace 6, así que... bueno. Son veloces, ¿no es así? Apenas si pudieron deshacerse de mí corrieron a encerrarse a una habitación.

Paul se sintió confundido, sin entender por qué alguien se apresuraría a casarse pero, como si John le leyera la mente, agregó—: Está embarazada.

La voz de John se quebró y, sin poderlo evitar, comenzó a llorar de la misma manera incontrolable que minutos atrás.

—Lo siento mucho, John.

—Ni siquiera es por ella. Solo... me siento condenado. Porque nunca voy a poder conocer a alguien, porque todo el mundo me mira con lástima.

El pelinegro dudó un momento en si debería lanzar su comentario o no, pero antes de poder evitarlo, ya se encontraba hablando, en un tono mucho más agresivo de lo que había planeado.

—Te tienen lástima porque eso es lo que quieres —John giró a encararlo y, a pesar de tener esa mirada inexpresiva, Paul sabía que estaba comenzando a meterse en un terreno que era mejor dejar—. Ser ciego no te ha restado mucho en comparacion a tu necedad. Si quisieras, habías aceptado esta basura y continuarías con tu vida, pero en cambio, pasas tus días encerrado, creyendo que lo mejor que puedes hacer para pasar el tiempo es golpearme e insultarme. ¿Y sabes algo? Me da igual, John. Sé que cuando me golpeas con el bastón o me llamas inútil lo haces solo porque necesitas sacar todo tu resentimiento.

— ¿Ahora te crees terapeuta?

—No, te digo la verdad que nadie está dispuesto a decirte. Sí, es una basura, pero eso no ha condenado el resto de tu vida. Si quisieras, saldrías de aquí y continuarías con tu vida, no alejarías a tu tía, o a tu familia, ¡tu novia seguiría contigo! Pero no, es mejor vivir pasando tus días tramando estrategias para deshacerte de mí, y cuando lo consigas, lo harás con mi reemplazo, y con el reemplazo del reemplazo, porque te da miedo admitir que lo que ha hecho que tu vida pierda el rumbo has sido tú mismo, no tu ceguera.

John soltó un sonido gutural y casi bestial, antes de frotar su rostro con fuerza.

— ¿Terminaste? —susurró, poniéndose de pie, esta vez sin evitar que Paul notara que estaba llorando.

—John... —Paul trató de sujetarlo y decirle que no esperaba ser tan duro, especialmente ahora que parecía necesitar a alguien que lo escuchara, pero John ni siquiera se mostró interesado. Subió las escaleras sin reparar en Paul.

Para cuando John desapareció tras las escaleras, Paul se dio cuenta que en realidad parecía haber metido la pata hasta el fondo. 

Blind. [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora