CAPÍTULO 3

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Una limosina larga y negra esperaba en la acera. Ninguna sorpresa allí, pensó TaeMin con frialdad. A los hombres como Mino Choi no les importaba si mantenían a sus empleados esperando en la mitad de la noche, mientras ellos se divertían. ¡Oh sí, definitivamente conocía a los de su tipo!

Pero los hombres como él no indicaban a sus conductores que no bajaran mientras abrían las puertas por sí mismos. Choi lo hizo. Bueno, ¿y qué?

Todavía era lo suficientemente arrogante como para mantener a un hombre esperándolo, a su entera disposición y...

—¿El vuelo de tu hermana salió a tiempo?

TaeMin se giró hacia él, pensando que estaba hablando con él. Pero no. Estaba hablando con su chofer mientras se alejaban de la acera.

—Exactamente, Sr. Choi.

—Estupendo. Lo supuse cuando vi que ya estabas en la acera.

TaeMin frunció el ceño. Está bien, tal vez no era tan fácil de encasillar como la mayoría de los hombres de su clase, pero eso no lo hacía un buen tipo y cuando le mostró otra de esas sonrisas aflojarrodillas, supo que tenía razón. Ahora venía el "subamos a mi piso" de rutina.

—¿Te gusta la comida italiana?

—No me digas —dijo TaeMin con dulzura — tu cocinero justamente dejó un ragú recién hecho en su refrigerador.

—Tengo un ama de llaves, no un cocinero, y si me dejó un ragú, no sabría qué hacer con él.

Se le daba bien hacerla sentir estúpido, pero esto no iba a continuar. Él era un doncel adulto, educado y mundano. Él había captado su actuación.

—No tengo —dijo Tae, cambiando inmediatamente el tono de superdulce a frío como el hielo— la más mínima hambre.

El suspiro de Choi fue profundo y, lo sabía, tan exagerado como la respuesta de él. Estaba muerto de hambre, su cena había sido una botella de agua y diez almendras. Estaba haciendo una dieta baja en carbohidratos, desesperado por bajar cinco libras. A los diseñadores americanos les gustaba que sus modelos fueran delgados. Y en cuanto a la comida italiana... él la adoraba. Claro que Mino no necesitaba esa información.

—A Daliese's —le dijo al conductor mientras le brindaba a TaeMin otra sonrisa—. Puedes hacerme compañía mientras como. Tengo un hambre de oso.

—¿Demasiado ocupado divirtiéndote esta noche como para probar el buffet?

—Demasiado listo como para comer nada que no se parezca a comida. Y odio decepcionarte, pero nada de esta noche fue muy divertido.

Tal vez lo más inteligente sería mantener la boca cerrada y sólo sobrevivir a Daliese's, el cual estaría, por supuesto, ubicado en un lugar de primera, elegante, caro y con exceso de personal.

Nuevamente equivocado. Daliese's estaba en el centro de Little Italy y el dueño saludó a Choi Mino como a un viejo amigo que no se ve desde hace mucho. Hubo algo de charla agradable y la sorpresa de percatarse de que Mino hablaba italiano. Lo sorprendió, por supuesto, pero mantuvo su expresión en blanco mientras eran guiados hasta una mesa a la luz de las velas, en un jardín. Unas campanillas de viento repicaban suavemente por el soplo de una suave brisa.

Choi Mino corrió su silla. Sus manos rozaron sus hombros y él sintió el toque susurrando a través de su sangre, lo que lo hizo echar hacia atrás, con el corazón acelerado. ¿Qué pasaba con él esta noche?

—Gran lugar, ¿no? Nunca pensarías que estás en la ciudad.

Tú no lo harías, ¿pero para qué decirle eso? TaeMin se sentó rígidamente, mientras que Mino ordenaba. Pronto en la mesa había una botella de Chianti forrada de paja, una cesta de pan crujiente y una enorme bandeja de antipasto.

—¿Seguro que no quieres nada? —preguntó cortésmente.

—Definitivamente —TaeMin miraba fijamente su reloj y luego a Mino cuando sirvió dos vasos de vino—. Ya te lo dije, no tengo...

—Hambre, pero puede que tengas sed —Él bebió un poco de vino—. Muy bueno, no como esa asquerosidad que sirvieron en el "Salve cosas Whosis".

—Nadie estaba salvando Whosis.

—Nadie estaba salvando nada. Sólo lo hacen para sentirse bien consigo mismo —Le dio un mordisco un trozo de pan—. Increíble. El esposo de Daliese hace todo al horno.

TaeMin lo miraba mientras comía el pan, comía un poco de queso, comía un tomate cherry. Para su horror, su estómago gruñó. Mino la miró, enarcando las cejas, y el, rechinando de ira, agarró un pedazo de pan y se lo metió en la boca.

Daliese llegó apresuradamente, empujando un carrito de servicio. TaeMin lo miró y negó con la cabeza.

—No —dijo TaeMin—. No puedo.

Daliese puso una mano contra su corazón.

—¿El signorino no quiere probar la cocina de Marcus?

—No es eso. Es... Está bien. Pero sólo un poco...

Él lo dio a entender. Estaba a dieta, y allí estaba la arrogancia del Choi que pensaba que lo podía coaccionar a disfrutar de la noche.

Pero la comida era increíble. Y Choi MinHo era... bueno, no era exactamente como él se lo había imaginado. Estaba relajado, encantador... y divertido. ¿Cómo podía no reírse de sus historias de otras fiestas de Salve a Whosis? Era atento, también, preguntándole sobre su trabajo, riéndose cuando le contó de la vez que se había tambaleado en una pasarela con los pies metidos en zapatos dos tallas más pequeñas que la suya.

Y la forma en que se sintió cuando se estiró para alcanzar algo al mismo tiempo él, rozándole las manos accidentalmente...

De repente, la música llenó el pequeño jardín. Y no fue una versión almibarada de O Sole Mío, sino la voz sensual de Norah Jones, cantando quejumbrosamente sobre el dolor por un amor perdido.

Daliese sabe que Norah Jones es una de mis favoritas —dijo Mino, y de pronto TaeMin supo con terrible certeza que quizás había juzgado mal a este hombre. Él se puso de pie y le tendió la mano—. ¿Quieres bailar conmigo?

Tae sabía que la respuesta correcta era no, pero tal vez esta noche no había respuestas correctas. Tomó su mano, se dejó rodear por sus brazos y cuando él la apretó contra sí, sintió su corazón latir alocadamente.

Los labios de él estaban contra su sien y los suyos contra su garganta. Y después de estar un rato meciéndose, no bailando, TaeMin miró hacia arriba y Mino hizo lo único que podía hacer.

Lo besó.






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El Amante del Príncipe (2Min)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora