CAPÍTULO 10 (FINAL)

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MinHo regresó a Karas y su padre renunció al trono. MinHo argumentó que estaba demasiado ocupado como para preocuparse de la celebración pública, por lo que la transición se manejó de la forma más sencilla posible. Su padre discretamente miraba a su hijo asumir el liderazgo. MinHo claramente sería un rey excelente. Pero estaba callado y retraído.

Eso preocupara al hombre mayor.

Cuando le preguntó, MinHo insistió en que simplemente estaba ocupado con sus nuevas funciones, pero el ex rey no quedó convencido. ¿Lamentaba su hijo la pérdida del doncel que casi lo había engañado para casarse? La pérdida había sido necesaria, y, sin embargo, MinHo no era tonto. Haber caído en la trampa de un doncel parecía imposible.

Y entonces el ex rey puso en marcha las antiguas formas en que los privilegiados siempre habían conseguido información: Sirvientes que oían cosas, y dinero, que, con frecuencia, podía comprar lo que habían oído.

Días más tarde, se enfrentó a MinHo.

—Hay algo que tal vez quieras saber acerca de Lee TaeMin.

MinHo se puso tenso. Todo el mundo en el palacio sabía que era mejor no nombrar a TaeMin.

—No hay nada que quiera saber de él.

—Él se peleó con su padre, el jeque.

MinHo esbozó una sonrisa amarga.

—Estoy seguro que él no estuvo muy feliz de que TaeMin pusiera el gancho y no lograra enrollarme dentro.

—Él se negó a casarse con un hombre que había elegido su padre. Le dijo que el matrimonio debe ser por amor, no por dinero o poder. Le dijo que nunca se casaría, pero que, al menos, había conocido el amor. Luego se fue de la casa de su padre y dijo que nunca regresaría.

La apariencia helada de MinHo se mantuvo unos segundos, pero luego se desvaneció.

—Él me mintió —dijo en voz baja—. Tendría que haberme dicho quién era realmente.

—¿De la misma forma en que tú le dijiste quién eras en realidad?

Un músculo se tensó en la mandíbula de MinHo.

—Él no es de sangre real. Es calistano y su padre no es un hombre de admirar.

—¿Y?

—¡Y tú y tu Consejo tendrán que lidiar con eso porque, maldita sea, lo amo!

El ex rey sonrió.

—Una nueva dirección, hijo mío —dijo en voz baja —Para todos nosotros.

Los compañeros de habitación de TaeMin se habían mudado. Una se había mudado a Chicago y él otra a Hollywood, subarrendándole el departamento a TaeMin. Pagar solo el alquiler era duro, pero era más feliz viviendo solo. Podía andar por allí, a las rastras, tanto como quisiera sin que uno de ellos pusiera los ojos en blanco y dijera: ¡Por Dios, TaeMin, supéralo!

No es que echara de menos a MinHo. ¿Por qué iba a hacerlo? Él la había acusado de mentiroso, de dormir con él como una forma de meterse en su corazón. Pasó mucho tiempo con él, y aún estaba enojado. Enojado como el infierno, lo que causaba que a menudo no pudiera dormir, como sucedía esta noche..., viendo alguna estúpida película vieja en la televisión...

Sonó el timbre. TaeMin se puso de pie. Alguien en su puerta a esa hora no parecía nada bueno. ¿Serían ladrones de timbres?

El timbre sonó de nuevo y, además, golpearon la puerta. El corazón de TaeMin comenzó a latir. ¿Debía llamar al 911? ¿Empujar una silla debajo del pomo de la puerta? ¿Gritar?

—¿TaeMin? TaeMin, sé que estás ahí. ¡Abre esta puerta!

Ahora el corazón se le subió a la garganta.

—¿MinHo?

Él golpeó de nuevo.

—Ábrela o llamo al New York Post y les digo que el Rey de Karas está en la puerta de Lee TaeMin y él no lo deja entrar.

—¡No lo harías!

—Ponme a prueba.

TaeMin vaciló. Entonces se descolgó la cadena y un cerrojo y abrió la puerta.

—Vete —susurró él, pero MinHo se metió pasando junto a ella y cerrando la puerta detrás de él.

TaeMin lo miró fijamente. ¿Por qué había venido? Él no tenía ganas de verlo... y no sería tan estúpido como arrojarse en sus brazos cuando lo odiaba, lo odiaba...

—TaeMin —Su tono fue severo, pero entonces, al mismo tiempo, su voz se quebró—. TaeMin, mi amor, mi corazón.

—No soy ninguna de esas cosas, MinHo, ¿recuerdas? Soy un mentiroso, el doncel que trató de atraparte por tu dinero.

Había una docena de respuestas, pero MinHo le dio la única que importaba.

—Te amo —le dijo, abriendo los brazos. TaeMin dio un sollozo y se arrojó en ellos. Él lo abrazó, lo besó, le susurró en griego, en inglés, y él pensó, por favor, por favor, que esto no sea un sueño otra vez, y luego ¿Dónde está tu orgullo, TaeMin? y entonces lo rechazó a la fuerza.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Su voz temblaba—. ¿Tienes un fin de semana de desorden?

Agapi mou. Te amo.

—Claro. Es por eso que hiciste esas... esas acusaciones tan horribles, por eso te alejaste de mí y...y... —Los ojos se le llenaron de lágrimas—. Vete, MinHo. Por favor. He sido un tonto.

MinHo lo atrajo hacia él.

—Yo he sido el tonto —Lo besó en la sien—. Dime que me amas.

—¿Cómo has podido imaginar que yo no te amaba? ¿Cómo has podido creer lo peor de mí?... Esa carta la envié antes de conocerte. Le escribí a mi padre accediendo a que eligiera a mi marido, porque era mi deber.

—Tu deber —dijo MinHo en voz baja—, es vivir el resto de tu vida conmigo. ¿Quieres ser mi esposo, agapi mou?

—Pensé que podría hacerlo. Mi padre es viejo y me educaron para ser obediente y... —dio un suspiro entrecortado—. Y entonces te conocí. Y supe que nunca podría casarme si no era por amor.

Él sonrió.

—¿Es eso un sí?

—MinHo, eres un egoísta y arrogante... —Él la besó y TaeMin puso su mano contra su rostro—. Es un absoluto sí —dijo Tae, riéndose, y él lo cogió en sus brazos y lo llevó al dormitorio.

TaeMin voló de regreso a Karas junto con él.

El padre de MinHo sonrió. Los ministros fruncieron el ceño, pero el nuevo rey no se inmutó y, en cuestión de días, TaeMin encantó a todos, incluyendo al que había terminado con su idilio en Aristo.

Una semana más tarde, los amantes estaban caminando en una playa iluminada por la luna. MinHo giró a TaeMin hacia él, lo besó y le deslizó un anillo en su dedo. Un anillo de platino con un perfecto diamante rosa de cuatro quilates, de las minas legendarias de Aristo.

—TaeMin, amor. ¿Quieres ser mío?

Los ojos de TaeMin brillaron con lágrimas de felicidad.

—Siempre —dijo en voz baja, y fue hacia sus brazos.

El Amante del Príncipe (2Min)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora