—¿Por qué no me lo dijiste?
La voz de MinHo sonó baja y áspera. Sus ojos se encontraron. TaeMin sintió calor en la cara y trató de apartarse, pero él rodó hacia un lado y lo apretó contra sí.
—Debiste decírmelo —dijo en voz baja—. Habría tratado de no lastimarte.
—No me lastimaste. Lo que pasó... lo que hicimos... fue maravilloso.
Su sonrisa fue puramente masculina.
—Sí. Lo fue. Me has hecho un gran honor, cariño.
Sus labios se curvaron contra los de MinHo mientras lo besaba —Me alegro de que pienses así.
Los besos se profundizaron y su respiración se aceleró. Él tomó sus manos, sujetándolas por encima de su cabeza y lo penetró despacio, tan despacio que creyó que iba a morir de placer.
—MinHo —susurró.
Y luego, por un tiempo muy largo, no hubo necesidad de palabras en absoluto.
TaeMin durmió en sus brazos la noche entera, despertándose dos veces para reunir la pasión de él con la suya. Pero cuando despertó a la mañana siguiente, estaba solo.
¿Y ahora qué? ¿Cuál era el protocolo de la "mañana después"?
No tenía ni idea.
Lo único que podía pensar era en salir de allí lo más rápido posible. Con suerte tal vez ni siquiera tendría que afrontar al desconocido con quien había pasado la noche. No es que fuera mojigato, ni que hubiera hecho un fetiche de mantener su virginidad. En algún tiempo había sido importante, en la cultura de Calista, que los jóvenes de buena familia permanecieran castos hasta el matrimonio, pero eso había cambiado en Calista, tanto como había cambiado en el resto del mundo.
Sin embargo, una parte de él siempre había creído que el sexo era más que sexo, era parte del amor. ¿Cómo pudo tirar todo por la borda? Había perdido la cuenta del número de hombres apuestos y encantadores que habían hecho todo lo posible para tratar de llevárselo a la cama y rechazar sus avances había sido casi patéticamente simple.
Ni por un momento había querido a ninguno de ellos.
Y luego MinHo llegó y la verdad era que, tal como él había dicho, este calor y esta necesidad habían estado presentes entre ellos desde el principio. No tenía ningún sentido y tampoco lo tenía jugar al autoanálisis ahora, cuando podía él regresar en cualquier minuto.
TaeMin apartó las mantas. Su ropa estaba esparcida, y mientras la recogía trató de no pensar en cómo se había desprendido de ellas. Rápidamente se puso el bóxer y el pantalón, hizo caso omiso de las medias y se calzó con los zapatos de terciopelo negro con taco ...
—Buenos días.
TaeMin se volvió y de forma automática cruzó los brazos sobre sus pechos. Verlo apoyado en la puerta hizo que su pulso se volviera loco. Era, sin duda, absolutamente hermoso, su pelo negro brillaba húmedo por una ducha reciente, y su cuerpo masculino, tan largo y potente, estaba casualmente vestido con un suéter de algodón de manga larga, de color negro desteñido, y pantalón vaquero ajustado.
Fue suficiente para hacerle agua a la boca.
—¿Has dormido bien?
—Yo, sí, gracias.
—Temía despertarte.
—No —dijo Tae alegremente—. No, no lo hiciste. Yo, ah, ni siquiera oí que te levantaste.
MinHo se enderezó y se acercó a Tae con un movimiento fluido y gatuno.
—Lo que quise decir —dijo con voz ronca— es que tenía miedo de querer despertarte si me quedaba un minuto más en la cama —Su mirada se deslizó sobre el con lenta deliberación—. Eres una vista preciosa a primera hora de la mañana, cariño.
—MinHo. No..., no creo...
Él se estiró para tomar sus manos, poniéndolas en su costado. El resto de la ropa cayó de sus dedos, repentinamente sin fuerzas.
—Eres hermoso —dijo en voz baja.
—No lo hagas.
—¿Qué no haga qué? —Sus ojos se encontraron con los suyos—. ¿Qué no te diga la verdad?
—No. Quiero decir —Se humedeció los labios—. Realmente no sé cómo hacer esto. Sé que suena estúpido, pero...
Sus brazos la envolvieron y buscó su boca. Al principio, TaeMin estaba tieso dentro de su abrazo, pero luego suspiró, sus labios se suavizaron y se aferró a la de él.
—Lo que te dije anoche es verdad, agapi mou. Tu inocencia es un regalo. No te disculpes por ello.
TaeMin parpadeó.
—¿Cómo me has llamado?
Un músculo se tensó en su mejilla.
—Es sólo un término cariñoso.
—Pero eso fue... ¿Hablas griego, MinHo?
Él vaciló y luego se encogió de hombros restando importancia.
—Sí. Lo hago.
Tae quería decirle que también lo hablaba, pero después le haría preguntas, y él no estaba dispuesto a contestar. Lo último que quería ahora era hablar de su vida. Su vida real. La que la reclamaría muy pronto.
—Hey —Dijo él tomándole el rostro con las manos—. ¿Qué pasó con esa sonrisa?
TaeMin forzó una.
—Nada. Estaba pensando... Tengo que terminar de vestirme.
—¿Para qué?
—Bueno, porque estoy... estoy... estoy...
—Desnudo —Su voz se convirtió en un gruñido—. Semidesnudo y precioso.
Sus palabras eran el sexo puro, así como la forma en que lo estaba mirando. TaeMin se sentía caliente y líquido, pero no podía permitir que esto sucediera. Anoche se había sentido arrastrado. El jardín, la música, la luna... Esto era diferente. Era el día. Se suponía que la gente pensaba con más claridad durante el día y lo que pensaba era que hacer el amor otra vez sería un error.
Pero cuando MinHo lo besó, él le devolvió el beso. MinHo dijo su nombre dejándose caer de rodillas, sus manos callosas se curvaron alrededor de sus caderas. Su aliento era cálido...
TaeMin hundió sus manos en los cabellos, temblando cuando lo tocó con la punta de la lengua, y cuando el gritó y se liberó, se levantó de un salto, lo tomó entre sus brazos y lo llevó a la cama.
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El Amante del Príncipe (2Min)
RandomEl multimillonario Mino Choi disfruta de una vida de lujo despreocupado en Manhattan, pero alberga un secreto: en realidad él es el príncipe Minho, heredero al trono del reino insular de Karas. Pero Minho ha aprendido que lo bueno no dura mucho y al...