Me partió el corazón

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Horas después, estar sumergidos pensamientos infinitos de dolor, el doctor aparece en la sala, con un rostro que denotaba entre confusión y tristeza.

-Doctor al fin dígame,  que paso con Emmita con mi hija, por favor dígame- le suplico Eurídice

-Señora, lamento decirle estas palabras- hizo una pausa mirando fijamente a los dos -Su hija no resistió a la operación,  lo siento demasiado, hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos, pero el golpe del impacto fue demasiado fuerte le llegó a dañar varios nervios, era una niña, un caso casi imposible de restaurarle el órgano dañado, que su cuerpecito ni resistió a la anestesia, su corazón sufrió el paro dos veces...

-Nooo!! - comenzaron a llorar Eurídice y Alejandro, lloraban amargamente, el mundo se les había caído, por los suelos en ese instante, como miles de cristales de hielo incrustándose en su piel.

"Se despierta el furor guardado en mi corazón
Pero nadie me oye, el silencio triunfó
Otra vez me mudó"

Se escuchó una música de fondo...

-Noo, noo por favor no es posible, dime que no, dios mío, que hiceee?? Es mi culpa! Mi maldita culpa!! - Lloraba Eurídice, hasta quedar sin aliento.

-Tu culpa! Tu culpa!! Claro! Quien era la que me provocaba para pelear! - le grito Alejandro.

- Desgraciado infeliz, tu también tienes la culpa!! - lo empujaba, y a punto de querer golpearlo el doctor regreso a la sala.

- Por favor les pido, que se retiren a las afueras de las instalaciones, si quieren hablar, no esta permitido ese tipo de agresiones aquí dentro, gracias.

Sentados en la banqueta con lágrimas saliendo sin cesar, Eurídice y Alejandro entran de nuevo, para ver el trámite de defunción.

-Doctor, queremos ver a la niña por última vez, por favor- espetó Eurídice, con la cara roja, y los ojos inflamados.

Jueves por la mañana 9:15am

Estando en el funeral,  junto con familiares y algunos amigos cercanos.

El padre recitó las palabras para ese hecho y ya el féretro lo comenzaban a bajar tres metros bajo tierra,  para desaparecer para siempre...

- Emmaaaa!! Emmitaa!! Hijaaa! Que voy hacer sin ti!!??- se aventó Eurídice sobre la caja, gritando.

Unos amigos la sostuvieron y la retiraron de ahi, para que puedan seguir con la labor del entierro.

Alejandro estaba sin palabras,  pero el dolor que cargaba en el pecho era inevitable, no podía disimularlo en su rostro decaído, sus ojeras, y ojos inflamados de tanto que lloró, con la mirada perdida, llena de dolor, perdido en la aflicción.

Concluido el entierro el padre se acercó a Berenice y Alejandro.

-Hijos míos, tenemos que entender y más que nada aceptar los designios de Dios, el nos da pruebas, y en esas pruebas esta nuestra mayor fortaleza, si, es verdad cometemos muchos errores como humanos que somos, pero que eso nos ayude para entender que hicimos mal- saco de sus pertenencias una biblia y les regalo un ejemplar a cada uno - estudienla, mediten, piensen bien las cosas,  Dios esta con ustedes, me parte el corazón, esto que están viviendo, pero se que podrán,  se que Dios les ayudara, busquenlo.

- Gracias padre - contestaron  tristemente.
 
En realidad no había palabras de consuelo para estos momentos, no iban a poder escapar del dolor tan fácilmente, porque esto, les comenzó a dejar un gran vacío en sus almas, y todo se volvió gris poco a poco, consumiendo sus ganas de vivir.
Estaban entrando en la agonía del alma, pero para Eurídice, estaba comenzando a morir lentamente...

LA AGONÍA DE EURÍDICE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora