Dominic Miller.
—Gracias por esto cariño —la voz de Ana es un susurro ronco lleno de promesas.
En los meses que llevamos juntos, he comenzado a conocerla, hasta el más mínimo detalle y eso es algo agradable y que no creí que podría tener. A pesar de mis reticencias iniciales, ella me ha demostrado ser una mujer madura, decidida y luchadora, y de algún modo con su carácter tranquilo, sus atenciones hacia mí y su forma de ver las cosas, ha logrado que me plantee la posibilidad de dar un paso más en nuestra relación.
—No tienes que agradecer nada Ana, si ella es importante para ti, estaré encantado de conocerla
—Sí, lo es. Es por eso que hasta ahora no te la había presentado. Quería estar segura de que lo nuestro fuese en serio —admite.
Otra razón más para que mi atracción por ella aumente, otra razón que me confirma que la idea que lleva rondando mi mente desde hace semanas es la correcta. Una idea a la que Will se opone rotundamente.
—Lo sé Ana, no tienes que justificarte conmigo
La oigo suspirar.
—Eres el mejor
Una sonrisa de suficiencia se forma en mis labios.
—Lo sé, por eso estás conmigo
—Por eso y tu mal genio —bromea Ana haciéndome reír.
—Tú me ayudas a no estar de tan mal humor —aseguro pensando en la pasada noche, cuando su boca envolvía mi glande.
—Estoy para complacer —susurra de nuevo, con un tono ronco que me agrada.
—Sigue hablando de ese modo y no habrá cena. Pasaré por ti a tu oficina y te llevaré a mi departamento donde te voy a coger de mil maneras posibles —amenazo.
Ella jadea.
—Dominic, estoy en el trabajo y me has hecho mojar las bragas —confiesa.
Me causa satisfacción saber que logro esa reacción en ella, aunque me preocupa un poco que su confesión no ha sido suficiente para tener una erección de mi parte.
Escucho algunos golpes en la puerta de mi oficina y segundos después a Will asomándose dentro. Le hago una seña para que termine de pasar.
—Lo siento Ana, te lo compensare esta noche. Ahora tengo que irme
—De acuerdo cariño. Hice la reservación para las ocho
—Estaré allí puntual
—Sé qué que si —asegura conocedora de lo puntual que me gusta ser—. Le dije a Leah que también estuviera allí puntualmente
—Recuerda que tú también debes estarlo —le recuerdo.
Algo que no he podido aceptar de ella es su constante impuntualidad, es algo que me saca de mis casillas y me pone de mal humor. Pero he intentado contenerte, por ella. No somos perfectos, y la puntualidad es algo que puedo enseñarle a mejorar con el paso del tiempo.
—Lo intentaré, te quiero
—También yo —explico antes de colgar ante la expectativa mirada de mi amigo.
—Qué raro —replica Will mordazmente—. Hoy no hubo despedida llena de amor, comprensión y aburrimiento
—No empieces Will —lo amenazo.
—Sabes que tu relación con Ana es aburrida —sentencia—. En estos seis meses que llevan juntos jamás la he visto salir de esta oficina despeinada, ni a ti tener un mejor humor tras sus visitas. Me atrevería a decir que es hasta peor cuando ella se marcha y todo porque no se atreven a tener sexo en la oficina
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Juego de seducción. Serie juegos placenteros, libro I
Literatura FemininaEl juego de seducción es peligroso, pero es un juego que a Leah Andrews le encanta jugar y con labios voluptuosos, curvas pronunciadas, larga cabellera y ojos expresivos, tiene todas las de ganar. Y eso siempre sucede. Hombre en quien se fija, homb...