Capítulo 5.

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Leah Andrews.
No estaba en mis planes ver a Dominc hoy.
Después de la cena de anoche y de ser completamente honesta con él, me habia dicho a mi misma que lo mejor era darle su espacio. Permitirle pensar en mis palabras, en mis gestos y en lo que podría o no suceder.
Sin embargo, el destino me hacia verlo nuevamente menos de veinticuatro horas después de nuestra despedida. Luciendo tan atractivo como antes, aunque con el cabello recogido no tiene ese look de indomable, su semblante serio continúa, cosa que me encanta. Me excita saber lo que pueda esconder detrás de esa expresión de pocos amigos y de la ropa que le queda de maravilla.
¿Le gustará el sexo rudo?
Seguramente.
Un hombre así no puede ser todo tierno en sus encuentros, debe ser como todo lo que exhuda: pasional, animal, descontrolado e intenso. Además de que la manera en que está mirando mis pechos es una mirada hambrienta, llena de lujuria.
¿Acaso Anastasia no hizo nada con la ereccion con la que salió del restaurant?
Una sonrisa se forma en mis labios al pensar en que quizás, no lo satisface tanto como él necesita y eso solo implica, que hay más a mi favor.
Sus ojos finalmente conectan con los míos y mi sonrisa se ensancha al ver como aparta la mirada al ver que lo he descubierto. Centra su atención en el hombre que lo acompaña, alto, de cabello corto y oscuro y medianamente corpulento, solo veo su espalda desde mi posición pero puedo notar que es un poco más bajo que Dominic y que no tiene ese aire salvaje y animal que exhuda el objeto de mi deseo, el premio gordo en este juego de seducción que inició anoche cuando me miró por primera vez.
Caminan en dirección a la facultad de arquitectura y sin pensarlo dos veces comienzo a caminar en esa dirección, siguiendolo, aunque a una distancia prudente. En cuanto se detiene, yo también lo hago y me quedo a la espectativa de su siguiente movimiento. Veo como le dice algo a su compañero y luego se desvía él solo por otro pasillo. Reanudo mi marcha y lo sigo a él hasta el baño de caballeros, donde lo veo entrar.
Sin detenerme a analizar mis acciones, entro detrás de él y cierro la puerta con seguro detrás de mí. Su mirada me traspasa a través del espejo de los lavabos cuando siente mi presencia.
—No deberías estar aquí —gruñe.
—¿Y por qué no debería? —pregunto con fingida inocencia—. ¿Porque es el baño de hombres o porque te da miedo estar a solas conmigo?
—No tengo miedo a estar a solas contigo —afirma simplemente.
Continúa de espaldas a mí, lo que me hace sospechar que intenta ocultarme algo.
—Pero si tienes miedo de que descubra que la manera en que me estabas mirando te causó una gran ereccion —adivino dando un paso hacia él.
Dominic vuelve a gruñir y su cuerpo se tensa en cuanto mi mano derecha se posa en su espalda.
—Deberías salir de aquí, Leah
Muerdo mi labio ante su tono ronco y él desvía sus ojos hacia éstos.
—¿Por qué? ¿Temes lo que pueda pasar entre dos personas excitadas en una habitación cerrada? —con mi mano izquierda, acaricio su bícep.
—No estoy para juegos, Leah —afirma Dominic alejándose.
Sonrío, tomando asiento en uno de los lavados.
—Pero si justamente ese es lo que hace la vida más divertida —explico abriendo un poco mis piernas—. Solo imaginalo, te acercas a mi, rompes mis húmedas bragas, dejas salir esa ereccion que ruega por ser liberada y me coges aquí y ahora. Prometo ser silenciosa, aunque debo admitir que todo el asunto de poder ser descubierta es sumamente excitante —agrego finalmente.
—Estas loca —espeta dándome la espalda nuevamente, listo para marcharse.
—Espera un segundo Dominic —le pido bajando de mi asiento para acercarme a él.
Me mira sobre su hombro y sus ojos van a mis pechos antes de mirarme a los ojos.
—¿Qué quieres, Leah?
—Anoche saliste con una ereccion igual del restaurante —murmuro moviendo mi mano hasta posarla sobre esta.
Dominic frunce el ceño, mucho y las ventanas de su nariz se abren cuando toma un gran respiro, que deja escapar por sus labios cuando decido apretar levemente su pene.
—Leah...
—Estoy segura de que te desquitaste con Anastasia —continúo sin dejar de moverla—. Pero, ¿estabas cien por ciento con ella cuando te la cogias? ¿O pensabas en mi mientras lo hacías?
Dominic atrapa mi mano de pronto y la aleja de su cuerpo. Gracias a que llevo tacones, no es necesario que se incline tanto para que su rosto quede a excasos centímetros del mío, permitiéndome ver la ira y el deseo en sus profundidades oscuras.
—Solo lo diré una vez más —susurra contra mis labios—. No me interesas pequeña zorra
Su apelativo enciende algo en mí, algo primitivo y carnal que me hace jadear y dejar mi lengua al descubierto, y que me lleva a moverla por la longitud de su labio inferior. El acto hace que el agarre de su mano en mi muñeca se intensifique, haciendo que el ligero dolor viaje directamente hasta mi clitoris como una descarga eléctrica.
—Estas logrando que empape mis muslos —susurro.
Dominic cierra los ojos unos segundos, su respiración es rápida y una vena en su cuello amenaza con reventar.
Estoy segura de que está debatiéndose internamente que hacer, si caer bajo sus instintos carnales o huir de nuevo de mí. Me gustaría muchísimo más lo primero, aquí y ahora. Confirmar si mis sospechas sobre su apariencia salvaje significa que también lo es en el sexo, pero en cuanto escucho el sonido del seguro de la puerta ser quitado, entiendo que huirá de nuevo.
—Quiero a tu madre Leah —le escucho decir mientras se aleja—. Nada de lo que digas o hagas me hará caer en tu juego
Suelta el agarre en mi mano y sale del baño, dejándome ahí a solas.
Muevo mi muñeca y acaricio la pequeña zona que ha quedado enrojecida por su agarre. Sonrío al pensar en cómo ese acto pudo excitarme más de lo que ya estaba, y en cómo su actitud sólo me hace desearlo cada vez más.
¿Estoy mal?
Quizás, pero eso no va a detenerme.
La puerta del baño se abre y un joven me observa como si no pudiera creer lo que ve.
—Este es el baño de hombres —dice rápidamente.
—Lo sé —le sonrío antes de dejarlo solo.

Juego de seducción. Serie juegos placenteros, libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora