Segundo Día en la Isla de Henheim

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Querido diario:

Aún no me acostumbro a escribir esto, tal vez deba cambiarlo.

Ha pasado un día y medio desde que llegué aquí. Es exactamente como Takato-San me lo describió.

La oscuridad es constante (lo cual es curioso, teniendo en cuenta que llegué a plena luz del día), y escucho el cantar de los cuervos a pesar de no ver a alguno.

Me las he arreglado con algunas barras de proteína, mi navaja multiusos y una botella de agua, pero sé que no me durarán para toda la semana. No he entrado en contacto con ningún animal o insecto por el momento. Seguro debe haber un par por aquí. Espero no tener que llegar a tales extremos. Tampoco hay rastros del demonio sin rostro.

Mi reloj anuncia las 9 de la noche, sólo así soy capaz de identificar el tiempo.

No puedo parar de pensar en Takato.

¿Qué estará haciendo?

¿Me extrañará? ¿Se preguntará cómo me está yendo? Dejé un celular en casa para llamarle en caso de obtener señal, pero después de dos días comienzo a perder las esperanzas de que eso suceda.

Ah, Takato-San. Es tan lindo, me dan ganas de comerlo.

He encendido una fogata para pasar "la noche." Como una barra energética mientras escribo esto, y los recuerdos me invaden. En el poco tiempo que llevo a su lado he sido capaz de crear mejores recuerdos de los que he creado en mis 32 años de vida.

La primera semana de conocerlo aún seguía confundido sobre mis sentimientos. Comprendí al instante su poder de atracción, pero no entendía porqué. Debía encontrar la raíz de mis emociones, así que me centré en la pregunta, ¿Quién es Saijo Takato?

Le analicé detenidamente, monitoreando cada uno de sus movimientos. Al instante me dí cuenta de una cosa: le encantan los dulces.

Cada día llevé algo distinto (picante, amargo, salado) y lo aceptaba todo, pero los dulces...

Los saboreaba con tal placer, procurando de disfrutar cada momento de ello. Luego, en la segunda semana, comencé a llevar distintos tipos de dulces: duros, fríos, suaves, calientes, líquidos...

Mi lista se detuvo entre los líquidos y suaves, o, para ser más específico, el chocolate y los pasteles.

¿Quién diría que alguien como él tendría un diente dulce? Ayuda a mejorar su estado de ánimo, dice. Era tan lindo, tratando de buscar una excusa para no revelarme nada de él. Parecía no querer volverse cercano a mí. Fue difícil mostrarle que me quedaría a su lado incluso si lo olvido todo. Aún ahora no parece creerme, pero es un avance.

Luego de conocer un poco sobre sus gustos, me moví a su personalidad.

Ya tenía una pequeña idea sobre ello: persistente, obstinado, perseverante, lengua afilada, reservado, y siempre seguro de si mismo. Claro, sólo estaba rozando la superficie. Debía tomármelo en serio, así que lo hice. Miré hasta que punto era capaz de llegar por su orgullo.

Algunas veces en las que salía antes de la hora en que le visitaba, tomaba asiento en algún lugar alejado de él y lo observaba. Su rutina iba algo así:

Tomaba asiento frente al lago y alimentaba a los patos por alrededor de 30 minutos antes de ponerse en pie y hacer algo de ejercicio. A veces los patos lo seguían, lo cual no parecía molestarle, pero cuando los gansos lo hacían... Su horario cambiaba ligeramente. 10 minutos corriendo, 15 escondido sobre el tejado de las bancas y 5 descansando. 30 minutos adicionales.

Luego miraba hacia el cielo, como si estuviera deduciendo las horas con el pasar del sol, y trataba de encontrar un lugar donde esconderse: mi hora de verlo.

Salía de mi escondite, e iba directo hacia él.

"¿¡Cómo-!? ¿Dónde están las cámaras? Tú... ¡Ángel criminal!

Amaba verlo tratar de encontrar buenos sitios. Ha tratado con trepar árboles, esconderse sobre el techo de las bancas, una vez incluso se metió en el agua, luego me culpó por estar todo empapado. Ese fue el primer día que accedió a ir conmigo a casa.

Es terco, pero vale la pena intentarlo por ver sus valiosas expresiones. Jamás me cansaré de ello.

El fuego se ha apagado debido a las fuertes brisas de aire, pero los recuerdos me mantienen tibio. Lo extraño.

No sé en qué momento fue que caí por él. Tal vez fue desde el día que admitió sentirse cómodo a mi lado (tomó fuerza de voluntad no lanzarme sobre él y besarlo) o tal vez fue desde el momento que pisé aquel parque. Tal vez caí por él desde antes, millones y millones de años atrás. ¿Lo habré conocido en mis vidas pasadas? Sería dulce si así fuera. Haber encontrado mi camino de vuelta a él cientos y cientos de veces. Una vida eterna a su lado. No sé si sea una bendición o una maldición para él, pero es una bendición para mí. Definitivamente. Sólo tenerlo a mi lado es suficiente, aún si no puedo tenerlo. Es suficiente.

Ah, escucho algo. Volveré a escribir pronto.

El Hombre SolitarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora