7 Días Solo en la Casa del Ángel pt.3

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Dos días.

Dos días fue lo que les había tomado, pero finalmente podían decir que la casa lucía pasable. Takato suspiró, tomando asiento junto a Ayagi en el sillón de la sala. Era sábado por la tarde, y Ayagi acababa de volver de la tienda. Habían reemplazado una de las ventanas del lugar junto con cuatro focos y una puerta. Las tarjetas de ambos ahora estaban oficialmente en cero. No comerían nada el próximo día, supuso.

- ¿Ahora qué?- preguntó Ayagi, aburrido. Todas las bolsas con latas habían sido tiradas, cada piso había sido pulido junto con los muebles, y cada objeto había sido llevado a su lugar. Lo habían hecho. Habían terminado.

- ¿No tienes trabajo?- preguntó Takato, arqueando una ceja.

Ayagi negó.

- Fue todo por la semana.

Takato no le creyó. ¿Cómo lo haría? Por los últimos días había recibido llamada tras llamada de su representante, las cuales fueron ignoradas o llevadas a buzón sin piedad alguna.

-- ¿Crees que soy estúpido?

-- ¿Debería decirte la verdad?

Sonrió, siendo golpeado en el hombro por un Takato molesto.

Los días con Azumaya eran calmados. Llenaban su pecho con un sentimiento cálido, el cual comenzaba a extrañar. Sin embargo, los días con Ayagi eran divertidos e impredecibles. Ambos eran una mala influencia en el otro (lo comprendió casi al instante), pero no podía evitar desear más de aquel fruto prohibido.

Debía admitir, le gustaba aquella sensación. Era nostálgico, a pesar de jamás hacer algo similar antes. Años atrás solían ir a comer juntos, incluso beber un par de veces, pero nada tan radical. En todo ese tiempo jamás llegó a conocer a Ayagi como en esa semana. Era feliz, en una forma distinta a la felicidad que Junta y la persona que amaba le daban. Junta transmitía seguridad, su amante calor, y Ayagi alegría. El tipo de alegría que alguien sólo es capaz de experimentar junto a un buen amigo.

-- Azumaya llega mañana- comentó, sacándose a si mismo de aquellos pensamientos sosos.

-- Sigo sin creerme el cuento de que salió por trabajo.

Takato no contestó. No quería pensar en ello.

Llevaba alejando aquella idea de su cabeza por los últimos días, pues quería creer que Junta no sería capaz de mentirle. ¿Cuál sería el propósito? Era ridículo sospechar de él. No le había dado motivos para hacerlo hasta el momento. No dudaría ahora.

En su lugar volteó a ver a Ayagi, quién le devolvió la mirada al instante, nervioso. Seguía evitando el tema, y no estaba seguro si seguir empujándolo a hablar era la respuesta. Takato era una persona misteriosa.

-- Ya terminamos, ¿Por qué no te vas?

Pasó saliva, dudando por unos segundos antes de contestar:

-- Cuido que no vuelvas a caer en un bajón. No estás hecho para estar solo, Takato.

-- He vivido más tiempo solo del que imaginas.

-- Y mira a dónde te llevó eso.

-- ¿Es esto un sermón? ¿Estoy siendo regañado por un solitario?

-- ¿Por qué te niegas a abrirte conmigo?

Eso último, más que un reclamo molesto había salido como uno desesperado.

Takato rechinó los dientes. Comenzaba a tomar de vuelta todo lo que había pensado momentos antes.

Ayagi no quería hacerlo enojar, sólo... No quería irse. No sin saber que Takato lo veía como algo más que un desconocido. ¿Estaba siendo un parásito? Tal vez. No le importaba.

El Hombre SolitarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora