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K O R E

—Toma —le tendí el pequeño oso de peluche a Diana, ella lo miró con sus ojos de bebé y una sonrisa sin dientes acompañado de un alarido alegre salió de sus labios, estiró sus bracitos rollizos y alcanzó el peluche— El señor oso quiere jugar.

Le dije, ella tomó el oso por una de las orejas y lo zarandeó efusivamente, riendo como si fuera la cosa más divertida del mundo. La envidiaba, ella no se enteraba de nada, solo era feliz constantemente hasta que tenía hambre o sueño. Pero ella no sabía nada, ella no había llorado a mamá. Miré la bolsa que tenía a mi lado, imaginé que haría frío así que saqué de esta un pequeño abrigo rosa y comencé a ponérselo a Diana. Se lo abroché y casi al momento mi hermano Adam entró en mi habitación.

Su mirada parecía perdida, como si estuviera pensando en muchas cosas a la vez que se centraba en mi— ¿Has recogido todo? —asentí sin decir nada, Adam vio la bolsa de tela y se giró para revisar que no se me quedase nada en el armario— Tenemos que darnos prisa, la asistenta social no tardará en venir.

Me levanté de la cama, sin alejarme de Diana porque aún no mantenía el equilibrio y podía caerse. Observé a mi hermano meter un poco más de ropa a la fuerza— ¿En serio papá nos va a echar?

Mis ojos se humedecieron, él ni siquiera me miró— No lo va a hacer, ya lo ha hecho. Nosotros no cabemos en su vida nueva, así que no es nuestro padre. Ya no.

Se acercó a mí, me esquivó y tomó a Diana en brazos, ella soltó una risa alegre, pues tenía un gran apego con él. Yo me quedé mirándolo y tiré de su abrigo— Adam, ¿qué vamos a hacer? Tengo miedo.

Adam me miró, sus ojos color avellana estaban llenos de tristeza, él era el mayor y cargaba mucho peso en sus hombros, incluyendo la muerte de mamá que apenas había podido llorar. Se agachó apoyándose en una rodilla delante de mí, aún con Diana en los brazos.

—Kore, no tienes que tener miedo, yo cuidaré de ti —me dijo, alzó su mano y me acarició el rostro— Me haré cargo de las dos.

—Pero, ¿A dónde vamos a vivir? ¿Con la tía?

Adam negó— No, ahora tenemos que escondernos, si nos encuentran nos llevarán a un orfanato y nos separarán. Tenemos que estar juntos. Iremos a casa de Colson, ¿Lo recuerdas?

Yo fruncí el ceño— No me gusta esa casa, su mamá huele feo y habla feo.

Adam suspiró— Lo sé, pero no tenemos más opción. Vamos.

Se levantó, me entregó a Diana y cogió las bolsas. Esa noche salimos de casa a escondidas siendo apenas unos niños inmaduros e inexpertos. Esa noche dejamos atrás toda la vida de lujos que alguna vez tuve y comencé a vivir en el mundo real, en la jungla donde sobrevivía el más fuerte y, hasta el día de hoy, había sobrevivido muy bien.

Misha se acercó, me tendió un pequeño vaso con tequila después de que le hubiera rechazado el agua que me ofreció en primer lugar. No necesitaba agua, no tenía sed. Tomé el shot y me lo bebí de un trago sin apenas respirar. Ardió mi garganta como nunca e hice una mueca. Inmediatamente pedí otro.

—¿Me puedes explicar ahora qué ha sucedido? —me preguntó, su voz suave y tranquila. Me apoyé en la barandilla del balcón y observé la ciudad de noche, llena de luces— Sinceramente, no entiendo nada.

Suspiré— William es mi padre biológico.

Dije, y casi me pareció escucharlo dejar de respirar. No me hizo falta mirarlo, imaginaba que su expresión sería la encarnación misma del asombro— ¿El señor Anderson? Entonces Hellen es tu....

One More Light | Misha CollinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora