EPÍLOGO

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K O R E

—No me puedo creer que estemos organizando tu boda —Lyna sonrió, pasando las páginas de un catálogo de vestidos de novia— ¡Mira este vestido! ¡Es hermoso!

Resoplé— No quiero parecer una princesa Disney, Lyna. No me pondré un vestido tan pomposo.

Ella negó, me había enseñado ya cuatro vestidos y los había rechazado todos, cosa que la estaba poniendo de mal humor. Observé por inercia el anillo de compromiso en mi dedo, era plateado y tenía un hermoso diamante. Misha sabía que no me gustaban las joyas ostentosas, así que me había comprado una que tampoco llamaba mucho la atención y me encantaba.

—Eres una aguafiestas, Kore —siguió pasando páginas— ¿Le has avisado a Colson? ¿Te ha dicho si vendrá a la boda?

Negué— No me ha dicho nada, y no lo culparía si no viene. Pero aún faltan meses para la boda, no quiero pensar en eso ahora.

Canturreando, Danielle entró al salón con una sonrisa de oreja a oreja. El día de la boda Misha me había obligado prácticamente a traer todas mis cosas a su casa, la que ahora compartíamos, y en poco tiempo me había encontrado a la pequeña hermana y a Cristal por los rincones, a solas.

Conocía esa sonrisa, no me sorprendió ver a la pobre Cristal casi pasar corriendo con la mirada agachada y las mejillas rojas. Danielle me miró sonriente— ¿Qué tal van los preparativos, cuñadita?

—Lentos —admití, la verdad era que no me gustaba nada preparar toda la boda, pero Lyna se había empeñado en hacerlo— ¿Que tal tus escapadas al cuarto de la lavadora con Cristal?

Danielle se sonrojó un poco, pero no parecía querer esconderlo— Expectaculares.

—¿De qué hablan? —Misha, que se había estado dando una ducha, se acercó a nosotras con el pelo aún húmedo, se dejó caer a mi lado en el sofá y me dió un apretado beso en la mejilla.

—De las aventuras de tu hermana y tu empleada —dijo Lyna— Y de lo poco colaborativa que está tu futura esposa.

—No quiero un vestido tan exagerado.

Misha me dió una dulce sonrisa— Tú te verás increíble con cualquier maldito vestido.

Lyna cerró el catálogo— No me ayudas, Misha. Así es imposible organizar una boda increíble, teniendo dos novios tan conformistas.

Nos reímos, la verdad era que me gustaba poner de los nervios a Lyna, se estaba tomando demasiado en serio los preparativos. Aún estabamos pensando como decirle que su infinita lista de invitados se iba a ver terriblemente reducida. Queríamos algo realmente íntimo, y eso no encajaba en su definición de "boda espectacular"

El timbre de la puerta principal sonó, y Cristal salió de la cocina casi corriendo, evitando a toda costa mirar a Danielle o a cualquiera de nosotros. Abrió la puerta y Diana entró como un huracán.

—¡Hermana!

Se quedó de pie delante de mi, parecía sofocada y sus ojos estaban tan abiertos como si hubiera visto un fantasma. En su mano tenía un papel arrugado. Me tensé de inmediato— ¿Qué sucede Diana? ¿Estás bien?

Ella estiró el brazo con los papeles hacia mí. Los tomé rápido y los intenté arreglar para poder leer lo que estaba escrito en ellos, y mientras lo leía, Diana repetía en voz alta el contenido de dichos papeles para el resto.

—Padre ha muerto —su voz tembló, sabía que ella aún guardaba sentimientos por ese hombre— Sospechan que no fue muerte natural, sino provocada.

Lyna fue la primera en reaccionar, yo seguía leyendo el papel sin poder creerlo— ¿Lo han matado?

—Eso parece —dijo Diana temblando, alcé los ojos hasta ella, su mirada triste me dolió, quise abrazarla pero era incapaz de moverme— Nos ha dejado todo, Kore. Su fortuna, sus bienes, son nuestros.

—¿Qué? —esta vez Misha era el sorprendido, me quitó los papeles de las manos para leerlos— Lo ha hecho. Es el testamento del Sr. Anderson.

Diana comenzó a llorar— Se arrepintió, Kore, en el último momento, pero se arrepintió e intentó redimirse.

Me acerqué a ella y la abracé. Podía entender su dolor, aunque no lo compartía. Quizás sí se había arrepentido de verdad, pero era una disculpa que llegaba demasiado tarde, yo no podía perdonarlo, pero si olvidar todo lo que nos obligó a vivir.

Besé la cabeza de mi hermana, acunando sus sollozos. Una mirada con Misha fue todo lo que necesité para entendernos, ambos sabíamos quién podía estar detrás de la muerte de nuestro padre.

En cierta forma me sentí aliviada, esa víbora no iba a salirse con la suya después de todo. Una etapa oscura más de mi vida que se cerraba ante mis ojos. Después de todo, la vida siempre ponía a cada uno en su lugar, y aunque yo jamás volvería a usar el apellido Anderson, pude vivir tranquila a partir de entonces.

Habíamos ganado la batalla que tantas lágrimas y sangre nos había costado.

One More Light | Misha CollinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora